Más de un 80% de los usuarios de Facebook odian los cambios que la red social propuso en su cuarto f8. O posiblemente, odien todo tipo de cambio, sin más.
A pesar de la escasa representatividad de la muestra, de únicamente mil usuarios, el tono de las noticias y chistes que pueden verse en sitios como Mashable o ReadWriteWeb indica claramente que una cantidad significativa de usuarios se muestran incómodos con la idea de cambios importantes en el uso de “su” Facebook. Una consecuencia que parece derivada directamente de la llamada curva de difusión de innovaciones o curva de Rogers, y que define – entre otras cosas – el perfil de aquellos que toman la decisión de adoptar una tecnología o innovación determinada.
Visto así, resulta interesante pensar que empresas con productos con una amplia base tan consolidada como los más de ochocientos millones de usuarios activos de Facebook cuentan no con una ventaja, sino con una desventaja a la hora de innovar. O mejor, que deben balancear la ventaja que supone su amplísima popularidad con una mayor dificultad a la hora de plantear a esos usuarios cualquier evolución en su producto, siguiendo el principio casi universal de que a mayor tamaño, mayor lentitud de movimientos. A medida que un producto va resultando progresivamente más atractivo para perfiles de usuarios más alejados del innovador o del que tiende a la adopción temprana, las reacciones que encuentra ante cambios de su producto resultan más negativas: bastante esfuerzo tienen que hacer algunos para aprender a usar la herramienta, para que encima vengan cada dos por tres y se la cambien de arriba a abajo.
En el caso de Facebook, la resistencia está teniendo lugar mucho antes de que la gran mayoría de usuarios hayan siquiera tenido la oportunidad de probar las nuevas prestaciones, que empezarán a desplegarse a partir del 29 de septiembre salvo para desarrolladores o aquellos que hayan decidido hacerse pasar por uno. La idea parece buena: un acceso más fácil y rápido a la información y, sobre todo, una mayor relevancia de la página, en la que pasamos de una aproximación de “solo se ve lo más reciente” a una de tipo “esto es lo que soy, lo que hago y lo que comparto”. Uno de los grandes problemas de Facebook, que tenía un ciclo demasiado rápido como para ser considerado una herramienta adecuada para consolidar una presencia en la red (la información “se enterraba” demasiado rápido), solucionado de una manera aparentemente brillante… pero presentado ante muchos millones de usuarios a los que, simplemente, el cambio en la forma en que funciona “su” Facebook les provoca una pereza mortal. Es más: posiblemente, el grado de pereza no tenga únicamente que ver con el perfil más o menos innovador del usuario, sino incluso con algo más, con una variable de “consolidación de la costumbre” capaz de generar dicha pereza incluso entre aquellos que sí tienen ese perfil de “lo pruebo todo”. El tiempo y la costumbre, por así decirlo, nos va convirtiendo a todos progresivamente en más refractarios al cambio.
¿Importante? No lo sé. Me imagino que es algo que Facebook tiene ya muy estudiado: se generan quejas, pero al poco tiempo, la inmensa mayoría de usuarios aceptan los cambios y, en poco tiempo más, se encuentran con que odiarían volver a la situación anterior. Pero de cara a la competencia entre distintos servicios, tener un perfil de empresa lenta cuyos usuarios rechazan el cambio frente a uno de empresa veloz cuyos usuarios están deseosos de ver movimiento y nuevas funciones, es algo que puede llegar a tener su cierta importancia.
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.