A medida que voy introduciendo el tema de la fabricación personal y las impresoras 3D en el temario de mis cursos en IE Business School, voy recopilando recursos interesantes sobre el tema: me gustó especialmente este artículo en Engadget, “The shape of things to come: a consumer’s guide to 3D printers“, en el que revisa y cataloga con detalle una selección de veinticuatro modelos de impresoras 3D de diversos fabricantes, con precios entre los quinientos y los cuatro mil dólares. El artículo permite ver hasta qué punto se está animando el panorama de lo que sin duda constituye uno de los mercados más interesantes del momento.
Si todavía no has entendido cómo funcionan este tipo de impresoras que “apilan” capas de material fundido, puedes ver este vídeo acelerado de una impresión que dura en realidad cuatro horas, y en el que se imprime la cabeza de Bre Pettis, co-fundador de MakerBot, una de las empresas pioneras en este campo: desde la primera y mítica Thing-O-Matic con su estética artesanal de madera contrachapada que se montaba uno mismo, hasta el último modelo Replicator 2 de alrededor de dos mil dólares, estamos viendo todo un avance brutal en prestaciones, precisión y reducción de precio en este tipo de máquinas.
El siguiente escalón evolutivo lo representan cosas como la Robo 3D de la fotografía: un proyecto que buscaba levantar cincuenta mil euros en Kickstarter y que terminó hace pocos días habiendo obtenido seiscientos cincuenta mil, y que ofrece una impresora con una resolución de cien micrones por menos de quinientos dólares. Ese es el estado de la cuestión: quinientos dólares permiten que cualquier persona pueda convertir en átomos cualquier diseño expresado en bits, y desde fabricar la pieza de la lavadora que se le ha roto, hasta prototipar completamente un diseño para un proyecto emprendedor.
Y solo hablamos de una de las tecnologías aditivas, ni siquiera de la más potente. Si unimos otras tecnologías, como las que trabajan con resinas aglomeradas mediante adhesivos, o añadimos las tecnologías sustractivas, comolas máquinas de control numérico, las posibilidades son ilimitadas. Algunos fabricantes tradicionales de máquinas de control numérico (CNC, Computer Numerical Control) han pasado ya de diseños que tienen el tamaño de una mesa grande, a aparatos de sobremesa perfectamente planteables para un laboratorio en una escuela o para un emprendedor con ambición y algunos recursos.
Si quieres entender cómo están empezando a plantearse los mercados financieros y los inversores esta nueva revolución industrial, puedes leer este artículo en The Motley Fool. No hablamos de artesanos caseros imprimiendo estatuillas y adornos para poner en una estantería, hablamos de mucho más: barreras de entrada que caen de una manera tan brutal, poder hacer con átomos cosas que hasta ahora solo nos podíamos plantear hacer con bits. Este tema es muy, muy grande, con dimensiones que llegan hasta la mismísima macroeconomía, y está ocurriendo ahora mismo, delante de tus ojos.
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