Bill Gates afirma sin paliativos que la estrategia de Microsoft con los teléfonos móviles fue un error, y deja caer que la gestión de la estrategia por parte de Steve Ballmer no fue precisamente óptima. En la misma semana, Joachim Kempin, un ex-empleado de la compañía que entró en el año 1983 como empleado nº 400 y que estuvo más de veinte años en puestos de responsabilidad antes de retirarse, escribe un par de artículos durísimos y críticos con la gestión de Steve Ballmer, planteando que es preciso dar la vuelta a la compañía como a un auténtico calcetín si se quiere prepararla para el futuro que viene.
Realmente, poco que decir que no haya sido dicho ya. Con Windows Mobile, Microsoft llegó a ser en su momento el segundo sistema por cuota de mercado: ahora, con Windows Phone, alcanza a duras penas un 2%, y compite únicamente por el tercer lugar, alejadísimo de los líderes Android y iOS, y pretendiendo crecer a expensas de una aparentemente renacida BlackBerry que atesora una gran fidelidad en su base instalada tanto a nivel consumo como corporativo.
El responsable directo y único del desastre que supone que Microsoft haya desperdiciado miserablemente diez años de su historia se llama Steve Ballmer. El único directivo capaz de equivocarse siempre, de perderse toda tendencia importante, de ridiculizar todo aquello que posteriormente triunfó, de convertir sus desprecios en indicadores de futuros éxitos y, a pesar de todo, seguir ahí, inasequible al desaliento. Diez años de cotización absurdamente plana mientras sus competidores rozan el cielo de los mercados. Diez años de enroque, de sucia política interna para mantenerse asentado en su puesto, eliminando a todo posible competidor. Diez años de destrucción neta de valor en lo que hoy podría ser uno de los principales actores del escenario tecnológico, un papel que Microsoft perdió ya hace mucho tiempo, y que sería muy bueno para la diversidad del ecosistema que recuperase. Hoy, usar Microsoft es sinónimo de estar desactualizado: los productos “estrella” de la compañía, Office y Outlook, son característicos de compañías y personas ancladas en el siglo pasado. En las escuelas de negocios ya hace algunos años que nos dedicamos a enseñar a nuestros alumnos cómo moverse en nuevas metodologías de trabajo centradas en la red, con tecnologías distintas a las que propone Microsoft.
Los accionistas de Microsoft son o bien lo más tolerante del mundo, o bien todos directamente tontos, porque todo esto no es casualidad, hay que personalizarlo: en una compañía llena de personas brillantes, innovadoras y comprometidas, el responsable es solo uno, y se sienta en todo lo alto de la pirámide jerárquica.
Time to go, Mr. Ballmer?
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.