30 abril 2014

Comunicaciones seguras: un síntoma de un problema mucho mayor

IMAGE: Sergey Ilin - 123RFUna de las más llamativas e interesantes tendencias del momento tecnológico es el énfasis que estamos empezando a ver en el desarrollo de herramientas y métodos para tratar de garantizar unas comunicaciones seguras: proyectos en Kickstarter, emprendedores ya consolidados, desarrollos desde Google o concursos promovidos por la FCC son una evidencia clara del interés en el tema, y de que muy pronto estaremos incorporando herramientas de este tipo a nuestras comunicaciones cotidianas.

Herramientas de cifrado existen desde hace mucho tiempo, pero la investigación ha demostrado de manera fehaciente que su aplicación al correo electrónico resulta compleja, farragosa y fundamentalmente fuera del alcance del usuario medio. Básicamente, un problema de usabilidad: la necesidad de convertir en un desarrollo simple una tarea cuya funcionalidad reviste una inherente complejidad.

Pero más allá del desarrollo de este tipo de herramientas, recomendable desde todos los puntos de vista para garantizar derechos tan fundamentales como la privacidad y el secreto de las comunicaciones, creo que lo importante es plantearse lo que nos ha traído hasta aquí. La evidencia es clara: este auge en el desarrollo de herramientas de cifrado proviene, con atribución casi exclusiva, de la cadena de revelaciones de Edward Snowden y de la evidencia de que determinados gobiernos estaban dedicando enormes esfuerzos tecnológicos y presupuestarios a vigilar a todos los ciudadanos.

Vamos a repetirlo por si no queda claro: el mayor esfuerzo de desarrollo para proteger un derecho fundamental de los ciudadanos proviene de que este se vea amenazado no por delincuentes de ningún tipo… sino por los gobiernos que esos mismos ciudadanos han elegido. ¿No revela esto un problema fundamental que tiene un recorrido mucho, muchísimo mayor? En realidad, el espionaje gubernamental es simplemente un síntoma de un problema mucho mayor: una crisis tan de base en los sistemas democráticos que ha llevado a que los gobiernos se conviertan en la mayor amenaza percibida para los ciudadanos. Que los ciudadanos, tras haber ejercido su derecho al voto para escoger quién les va a gobernar, se encuentren con que ese que han elegido se convierte en la principal amenaza a sus derechos.

No, lo que está revelándonos la tecnología no es un problema puntual derivado de su buen o mal uso, sino una grieta enorme en la misma base del sistema. Lo que tenemos que plantearnos no es cómo poner un parche más o menos puntual al problema de las comunicaciones que terminará invariablemente por ser de nuevo subvertido por la aplicación de otra tecnología, sino cómo conseguir un sistema que permita que los representantes de los ciudadanos sean efectivamente representantes de los ciudadanos, y no la mayor amenaza a sus derechos. Que los que representan a los ciudadanos lo hagan de manera fehaciente y transparente, y no se conviertan en defensores de los intereses de lobbies económicos de todo pelaje.

No, no hablamos de un problema tecnológico. Hablamos de la mayor crisis de confianza de todos los tiempos, y de la ineludible necesidad de que esa tecnología que ha llevado la disrupción y la redefinición a tantas industrias, redefina finalmente la “industria” que más nos afecta a todos: el cómo nos gobernamos y administramos como sociedad.




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29 abril 2014

Está pasando? nos lo estamos perdiendo

IMAGE: Viktoriia Kazakova - 123RF

Digital technology is now so ubiquitous that many think a rounded education requires a grounding in this subject just as much as in biology, chemistry or physics.”

(La tecnología digital es ya tan omnipresente que muchos piensan que una adecuada formación requiere una buena base en esta materia, al mismo nivel que en la biología, la química o la física.)

 

The Economist dedica un breve pero muy interesante artículo, A is for Algorithm, al estado de la educación tecnológica en diversos países del mundo: al hilo de la decisión del Reino Unido de enero del pasado año que incorporaba las Ciencias de la Computación a la educación reglada al mismo nivel que la Física, la Química y la Biología, se revisan las iniciativas de varios países en ese sentido, y se ve hasta qué punto están siendo aceptadas y exitosas.

Además de la iniciativa británica, comentarios sobre los desarrollos en este sentido llevados a cabo por países punteros como Israel, Nueva Zelanda, algunos länder alemanes, Australia, Dinamarca y Estonia, que cualquier responsable de educación español debería mirar seriamente. Países en los que la educación en tecnología ya no tiene nada que ver con “enseñar a usar tres herramientas”, y sí con entender de verdad los principios que regulan la vida en un mundo en el que cada vez más, vivimos rodeados de objetos programables: pensamiento computacional, resolución de problemas, análisis, física, creación de código, creación de contenido digital, propiedad intelectual, creación de valor en la economía digital… No, no se trata de “sentar a los niños delante de un ordenador y dejarles hacer”. Hablamos de formación y cualificación real del profesorado, de cursos serios y estructurados, con importancia curricular al mismo nivel que otras ciencias. De hardware y software abiertos, de herramientas accesibles y con un coste que nunca fue tan bajo, de prácticas reales y de aprendizaje tangible, de integrar en la educación la tecnología que muchos tienen en casa o llevan en el bolsillo. De decisiones que van a determinar en el futuro las ventajas competitivas de los países. Y las de tus hijos.

Sí, está pasando. Y en nuestro país… nos lo estamos perdiendo.




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28 abril 2014

La importancia del caso Aereo

Aereo logoEl caso Aereo es, sin duda, uno de esos juicios con potencial importancia histórica y consecuencias de todo tipo sobre el entorno tecnológico y la innovación, además de uno de los que más cobertura está recibiendo en todos los ámbitos en los Estados Unidos, desde el puramente mediático hasta el judicial. Un caso que podría impactar de manera determinante cómo vemos la televisión o el futuro de los actuales jugadores en esa industria, pero también, y de manera muy amplia, la compleja relación entre innovación y derechos de autor, o incluso el desarrollo futuro de la tecnología.

¿Qué es Aereo, y cómo ha llegado hasta el Tribunal Supremo de los Estados Unidos? Aereo ofrece un sistema que consiste en la instalación remota de una micro-antena para cada usuario que es gestionada por la compañía, acompañada de una oferta de espacio de almacenamiento para grabar programas y una serie de aplicaciones para que cada usuario pueda ver o solicitar grabaciones del contenido desde cualquier dispositivo. La compañía, dirigida por Chet Kanojia y apoyada entre otros por el mediático Barry Diller, ha obtenido casi cien millones de dólares en financiación, ofrece por el momento servicio en nueve áreas metropolitanas de los Estados Unidos, y tiene anunciados planes de expansión a bastantes más.

Según la ley, la explotación del espectro radioeléctrico para la transmisión de señales de televisión está condicionada al hecho de que dicho espectro es un bien público, y que, por tanto, dichas señales estarán abiertas y podrán ser vistas de manera gratuita por cualquiera que pueda captarlas. Sin embargo, aunque el uso individual de antenas domésticas es perfectamente legal, la mayoría de los norteamericanos reciben la señal a través de cable o satélite, en muchos casos añadiendo además canales premium, y esas compañías pagan a los canales una cantidad determinada a los canales por cada suscriptor.

La idea diferencial de Aereo es sustituir las antenas domésticas – de calidad generalmente cuestionable y que únicamente sirven para ver la televisión en el aparato al que están conectadas – por una antena remota para cada usuario, situada en un lugar que asegura una recepción de calidad, y transmitir esa señal al usuario a través de internet. Un servicio por el que Aereo cobra a cada usuario entre $8 y $12 al mes, inferior al precios que se paga por servicios de televisión por cable o por satélite, con una enorme diferencia: mientras las compañías de televisión por cable o por satélite pagan religiosamente a los canales por cada suscriptor, Aereo no lo hace. Aereo se refugia en el hecho de que lo que está haciendo es simplemente hacer una gestión remota de la antena individual de cada usuario, algo que cada usuario podría hacer gratis, y no paga nada a los canales por su contenido (recordemos: contenido transmitido a través del espectro, bien público, con la condición de que pueda ser captado gratuitamente por los usuarios). ¿Por qué iba el servicio de Aereo a resultar atractivo, cuando resulta perfectamente legal instalarse una antena y recibir la señal gratuitamente? Porque asegura una mejor recepción, y porque la idea de poder administrar lo que uno quiere ver a través de una aplicación y poder verlo en cualquier dispositivo resulta razonablemente atractiva.

Si el servicio proporcionado por Aereo escala en popularidad, los canales de televisión y las empresas de televisión por cable o satélite se verían privadas de una cantidad sustancial de ingresos, todo ello inmerso en una tendencia, el llamado cord-cutting, que lleva a que un número progresivamente mayor de usuarios renuncien precisamente a sus suscripciones de cable o satélite para consumir cada vez más contenido a través de internet, mediante servicios como Netflix, Hulu, Amazon y similares. Y lo cierto es que, en parte por las buenas críticas, y en parte por la popularidad que Aereo está recibiendo gracias a la cobertura mediática de su juicio, ya en manos de doce jueces del Tribunal Supremo, la popularidad de Aereo está creciendo cada vez más.

Aereo, indudablemente, utiliza un resquicio en la ley para evitar el pago a los proveedores: las minúsculas antenas dispuestas en enormes parrillas, en realidad, no serían necesarias. Pero si la compañía obtuviese la señal por su cuenta y simplemente la redistribuyese, estaría supuestamente llevando a cabo una comunicación pública, y la comunicación pública devenga por ley el pago de derechos. Tener una antena por usuario permite a Aereo afirmar que en realidad, lo que hace es simplemente gestionar “una antena en la nube”, y que no existe comunicación pública, sino transmisión individualizada a cada usuario de lo que “su” antena recibe, servicio por el que cobra añadiendo el espacio de almacenamiento para grabar, pero que no la obliga, al menos teóricamente, a pagar a los canales que producen ese contenido, porque el usuario está en realidad “subcontratando” un servicio al que tendría derecho gratuitamente en su casa.

Al final, el juicio es una pugna entre las leyes de copyright – según la Copyright Act de 1976, los poseedores de los derechos tienen control sobre su transmisión y retransmisión – y las que tratan de proteger el avance tecnológico: hay quien ha comparado este juicio con el caso Betamax que enfrentó a Universal con Sony en 1984, y en el que triunfó esta última. Por el momento, el juicio está permitiendo ver cómo los doce jueces intentan informarse para la toma de su decisión, y tratan de entender cuál sería el alcance de una decisión en uno u otro sentido. En un lado, las empresas de cable, de satélite y los canales de televisión, apoyados por una administración Obama que se ha puesto de su lado y afirma que el modelo de Aereo es “claramente infractor”. En el otro, la mayoría de las empresas tecnológicas, las proveedoras de servicios en la nube, la Electronic Frontier Foundation (EFF) y muchos más. Un caso complejo, con infinidad de opiniones de terceros ofrecidas voluntariamente al tribunal, y que tendrá previsiblemente una resolución a mediados del próximo mes de junio.

Por el momento, los jueces parecen mostrarse relativamente escépticos: ven significativo que Aereo sea la única empresa que ofrece este tipo de servicios que no paga por ello, aunque también afirman que ese modo de buscar subterfugios legales para no hacerlo es muy similar a lo que hace cualquier abogado, y una forma de crear oportunidades para el progreso. En caso de perder, Aereo ha afirmado no tener un plan B. Si ganan, algunos canales de televisión han afirmado que pasarían a emitir únicamente por cable y abandonarían las emisiones públicas, lo que llevaría de entrada a un drástico redimensionamiento de su negocio publicitario que ya veríamos si están dispuestas a aceptar. Muchísima atención, y un caso que, en manos de doce jueces del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, puede marcar de manera sensible el futuro del desarrollo tecnológico.




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27 abril 2014

Hablando sobre directivos indios, en El País

Los ejecutivos indios están de moda - El País (pdf, haz clic para leer cómodamente)Fernando Barciela, de El País, me llamó para hablar sobre la fuerte pujanza de los directivos de origen indio en las compañías tecnológicas, al hilo de mi experiencia como profesor en una escuela de negocios en la que, desde hace ya un buen número de años, la presencia de alumnos indios es creciente. Su artículo, en el que me cita brevemente, aparece hoy en El País bajo el título “Los ejecutivos indios están de moda” (pdf).

A lo largo de ya bastantes años, he podido comprobar cómo la presencia de alumnos procedentes de la India aumentaba progresivamente, al tiempo que mi contacto posterior con algunos de ellos me permitía ir siguiendo sus iniciativas emprendedoras en su país de origen y en otros. La red de antiguos alumnos de IE Business School en India tiene ya una presencia considerable, lo que permite que la afluencia de alumnos crezca al poder comprobar directamente los candidatos el nivel de reconocimiento y diferenciación que ofrece el título.

¿Qué factores diferenciales tienen los directivos indios? Con todas las precauciones necesarias cuando se habla de estereotipos, mis impresiones giran en torno a un dominio muy fuerte de las matemáticas y de las ciencias en general, una gestión de la información muy eficiente y disciplinada, una vocación emprendedora muy marcada, y una sociabilidad muy abierta.

Las impresiones de este tipo siempre son, evidentemente, muy sesgadas. En mi caso, se basan lógicamente en el subconjunto de alumnos indios capaces de llegar a ser admitidos, lo que conlleva restricciones importantes en términos no solo intelectuales, sino también socioeconómicos. Los exámenes de acceso a las instituciones académicas indias de prestigio son enormemente competitivas, lo que hace que los candidatos indios que acceden a los procesos de admisión en escuelas de postgrado prestigiosas a nivel internacional hayan pasado por filtros previos de considerable rigor. Pero además de contar con una educación de gran nivel, poseen alguna ventaja adicional: el manejo del inglés, y una sociabilidad elevada, diferencial con respecto a muchos candidatos de otros países, De cara a un entorno académico participativo, este factor es enormemente importante: el alumno indio no encuentra ninguna barrera de tipo cultural a la hora de levantar la mano y participar, no tiene ningún problema cuando llega el momento de disentir con sus compañeros o con el profesor – los estudiantes orientales, por ejemplo, suelen tener una noción jerárquica más rígida que les lleva a pasarlo mal cuando, en el curso de la discusión de un caso, tienen que contradecir lo expuesto por el profesor, circunstancia que ocurre con cierta frecuencia – y en general, están acostumbrados a mantener diferencias de opinión manteniendo unos modales y una empatía que tienden a minimizar el conflicto.

En el lado más propio de la tecnología, y de nuevo contando con las precauciones oportunas por el lado de los estereotipos y del efecto de auto-selección, veo una educación tecnológica muy completa, que se considera una fuente de prestigio social, que suele apoyarse en una metodología potente, y que se ve como un aporte de valor curricular importante. La excelencia técnica a la hora de programar o la capacidad de dirigir equipos técnicos en proyectos complejos se ven como una habilidad importante y valorada.

El resultado es el que Fernando comenta en el artículo: una presencia cada vez más importante de personas de origen indio tanto en niveles técnicos como directivos en las principales compañías norteamericanas y europeas, y en particular, en la industria tecnológica.




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26 abril 2014

Hola, mi nombre es Tom Wheeler, y soy un topo de la industria?

Tom WheelerEse señor tan sonriente de la fotografía es Tom Wheeler, el presidente de la Federal Communications Commission (FCC): el subproducto más claro de la corrupción y de la grotesca “puerta giratoria” de la política norteamericana, y la persona escogida por el lobby de las telecomunicaciones para acabar con la neutralidad de la red.

Antes de su llegada al cargo, Tom Wheeler trabajó como lobbista para la industria de la televisión por cable y de la telefonía celular, en la que llegó a ostentar el cargo de CEO de la Cellular Telecommunications & Internet Association (CTIA), la asociación que defiende los intereses de las operadoras celulares a nivel internacional. Ahora, es el topo que esas industrias han conseguido colocar en lo más alto de la FCC, la prueba viviente de que en los Estados Unidos, la industria y la política ya ni siquiera creen necesario disimular sus prácticas corruptas.

Ahora, en medio de un clima internacional cada vez más abiertamente favorable a considerar la neutralidad de la red como un principio necesario para disfrutar de una red abierta y plural, y con las recientes decisiones de la Unión Europea y de Brasil al respecto, este corrupto defensor de las cuentas de resultados de la industria – que supuestamente había jurado defender los intereses de los ciudadanos – pretende “redefinir” las reglas de la neutralidad de la red para autorizar el desarrollo de rutas privilegiadas o fast lanes para la transmisión de determinados tipo de tráfico, exactamente lo que la misma FCC definía como nocivo e inaceptable en el año 2010.

La vergonzosa propuesta, que daría lugar irremediablemente a una “internet de clase A” para los proveedores que pagan a los proveedores de acceso y una de “Clase B” para los que no pagan, ha generado una fortísima polémica, por ser frontalmente contraria a la tesis principal de la neutralidad de la red: que los ISPs no puedan ofrecer tratamientos especiales a cambio de un precio determinado. La evidente hipocresía de Tom Wheeler, que todavía pretende en una entrada de su blog llena de promesas vagas e indeterminadas tratar a los ciudadanos como si fueran idiotas, es en realidad una declaración de guerra a la naturaleza abierta de la red, una garantía de precios más elevados para los ciudadanos, un regalo para las empresas de telecomunicaciones y muchas más posibilidades de control gubernamental directo de la información. Amenazas que no son hipótesis, sino que, dentro del nivel de indefinición en el que el tema se encuentra ahora en los Estados Unidos, ya han sido perfectamente probadas

Una maniobra que se convierte en la prueba más clara del nivel de corrupción de la política norteamericana, y del nivel de hipocresía de aquel presidente que en su momento ilusionó a los ciudadanos garantizando que la red seguiría siendo neutral. Es preciso que el lobby de las telecomunicaciones entienda que es demasiado tarde para sus turbios manejos: que la neutralidad de la red es ya un concepto respetado y aceptado en todo el mundo, una parte fundamental de la esencia de una red abierta, una garantía necesaria para el desarrollo de la red como vehículo de innovación. Tom Wheeler debe dimitir: nada bueno para los ciudadanos puede venir de un topo de la industria, de un impresentable lobbista que mintió abiertamente en la promesa que hizo al llegar a su cargo. Ahora, toca emprender acciones de protesta, y que sean las más grandes que la FCC haya visto nunca.




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25 abril 2014

Se enfrió el iPad

Se enfrió el iPad - Expansión (pdf, haz clic para leerlo en tamaño razonable)Mi columna de esta semana en el diario Expansión se titula “Se enfrió el iPad“, y es un comentario acerca de lo que se desprende del reciente anuncio de resultados de Apple: una compañía que depende cada vez más del iPhone, que mantiene unas ventas excepcionalmente buenas, pero en la que el iPad está ya en su curva descendente.

¿Razones? El desarrollo de la competencia, la saturación del mercado en un dispositivo sujeto a un plazo de renovación muy superior al del smartphone (a pesar de los intentos de Apple por “reeditarlo” constantemente en infinitas versiones), y un concepto de “pillado en el medio” que lo convierte en un aparato dedicado fundamentalmente al consumo de contenidos, ni tan portátil como un smartphone, ni tan cómodo como un ordenador. La situación en bolsa de la compañía la salvan claramente los resultados del iPhone y el uso de mecanismos de retribución al accionista como el stock split o la recompra de acciones.

La compañía necesita claramente una nueva categoría que reinventar.

A  continuación, el texto completo de la columna:

 

Se enfrió el iPad

El anuncio de resultados de Apple del segundo trimestre, por encima de las expectativas de los analistas, ha generadp un incremento sustancial en la cotización de las acciones de la compañía.

Cualquier empresa capaz de poner en el mercado 44 millones de smartphones, 16 millones de tabletas y 4 millones de ordenadores con un margen sensiblemente más elevado que el resto de la industria merece el respeto de los mercados. Y si además mima a sus accionistas con stock splits y recompras masivas de acciones, más aún.

Pero lo que más llama la atención es la caída del iPad. Apple vendió muchos más iPhones que los que esperaba vender, 44 millones frente a 38 proyectados. Pero vendió únicamente 16 millones de iPads frente a los casi 20 que figuraban en sus presupuestos, un enfriamiento importante de la tableta de la marca de la manzana.

¿A qué se debe esa caída? En primer lugar, a la escasa tasa de renovación de ese mercado. Las tabletas tienden a utilizarse menos de lo esperado, y se renuevan muchísimo menos que los smartphones. Se han quedado un poco "pilladas en el medio": ni tan portátiles como un teléfono, ni tan cómodas en el uso como un ordenador, ni tan divertidas como una consola. Un dispositivo en el que predomina el consumo de contenidos, que no canibaliza realmente el uso de otros, sino que únicamente los sustituye puntualmente en algunas situaciones.

Un mercado ya saturado, en el que otros competidores ya se han situado muy bien. Para muchos usos y usuarios, las tabletas de Android y los Kindle de Amazon son más que suficientes. Llegados a este punto, Apple necesita urgentemente una nueva categoría que reinventar. ¿Llegó el momento del iWatch?




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24 abril 2014

Bloatware: el mal negocio de tomar a tus usuarios por idiotas

SamsungAppsUn estudio de Strategy Analytics demuestra algo que todos intuíamos: nadie utiliza las apps de Samsung que vienen preinstaladas en sus terminales y que no pueden ser eliminadas.

Este tipo de prácticas, conocidas como bloatware, consisten en empaquetar una serie de aplicaciones o programas y preinstalarlas en un dispositivo, bien como parte de un acuerdo comercial con los desarrolladores de esas aplicaciones o como forma de intentar popularizarlas para obtener una posición de mercado. La estrategia proviene de mediados de los años ’90, cuando muchos ordenadores venían plagados de software de todo tipo, desde conexiones a internet preconfiguradas a través de determinados proveedores hasta software de antivirus o muchas otras cosas que suponían una fuente de ingresos para el fabricante de la máquina.

El mercado de las aplicaciones está convirtiéndose en un sistema excesivamente viciado. Por un lado, las propias plataformas como la App Store de Apple o Google Play compiten por obtener condiciones de exclusividad temporal ofreciendo a cambio dinero en metálico o posicionamientos de visibilidad privilegiada en sus recomendaciones. Por otro, algunos fabricantes preinstalan determinadas apps para incentivar su uso, ofreciéndoles una visibilidad basada en estar presentes por defecto en sus terminales. En el caso de Apple, fue especialmente comentada su renuencia a aceptar aplicaciones que pudiesen ser utilizadas de manera alternativa a sus propios programas, y había artículos que daban cuenta de cómo sustituir algunas de esas apps por otras mejores o más competitivas para obtener así un mejor rendimiento del terminal.

La estrategia de Samsung en este sentido es similar: basándose en la indudable popularidad de sus terminales, intentar convertirlos en plataformas para distribuir sus propias apps, con el fin de tratar de convertirse en alternativa de mercado a programas de diversos tipos. Periódicamente, distribuyen absurdas notas de prensa congratulándose por los n-cientos millones de descargas de sus apps, cuando la realidad es que esas apps, en realidad, venían preinstaladas, con actualizaciones generalmente pre-aprobadas por defecto, y si algún usuario las ha utilizado, ha sido generalmente por error. En el caso de los smartphones, además, a la molestia de tener una parte del espacio de almacenamiento ocupada por estas apps, se unen las frecuentes demandas de actualización de las mismas.

Una estrategia, la de tomar a tus usuarios por idiotas, que demuestra su inutilidad, y que se convierte en una fuente de frustración para esos usuarios, que en muchos casos liberan a través de las evaluaciones y comentarios de esas apps en los mercados correspondientes. Una app que no puede eliminarse de manera sencilla y que se actualiza automáticamente, ocupando espacio de almacenamiento y ancho de banda, es una manera de insultar la inteligencia de tus usuarios. Si quieres ganar posicionamiento en el mercado, haz una buena app y compite en igualdad de condiciones, no trates de parasitar la cuota de mercado que tienes en tus terminales mediante una estrategia de bundling, de “va con el lote” que, entre otras cosas, debería ser estudiada y sancionada por las autoridades de defensa de la competencia.




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23 abril 2014

El empuje de la mensajería instantánea

La mensajería instantánea se come al e-mail - La RazónAyer por la tarde me llamó Jaime Vicente Echagüe, de La Razón, para hablar sobre el empuje de la mensajería instantánea y hasta qué punto está desplazando a otros medios de comunicación, y hoy incluye algunos comentarios míos sobre el tema en su artículo titulado “La mensajería instantánea se come al e-mail” (pdf).

Hablamos de varios modelos para intentar analizar la propuesta de valor de la mensajería instantánea: el primero es el modelo de gratificación: la “recompensa” que recibimos cuando utilizamos la mensajería instantánea es, habitualmente, una contestación rápida, frente a un correo electrónico que suele dilatarse algo más en el tiempo. Si consideramos además el coste en el que se incurre, que en el caso del correo electrónico se percibe como una tarea de composición y redacción sensiblemente más incómoda y laboriosa que la de escribir un mensaje instantáneo, la idea se ve claramente: la mensajería instantánea es percibida como “comunicación en estado puro”, sin molestias derivadas del uso de la herramienta.

El otro modelo relevante es el del balance síncrono-asíncrono, muy relacionado con la gestión de la intrusividad. Una llamada telefónica, por ejemplo, es completamente síncrona, y por tanto, profundamente intrusiva: la persona a la que llamas debe contestarla en ese momento, o bien obligarte a dejar un mensaje en un buzón de voz, una opción cada vez menos popular. La tendencia es clara: los jóvenes solo llaman por teléfono cuando es algo realmente sensible al tiempo, casi una urgencia, y recurren a la mensajería instantánea, con un componente mucho menos intrusivo, para todo lo demás. De hecho, la llamada telefónica es considerada cada vez más molesta para un buen número de usos, incluyendo todos los comerciales.

En el extremo contrario se encuentra el e-mail: con una formulación próxima al “escribir una carta” llevada al formato electrónico, su uso es claramente asíncrono, y el nivel de intrusividad, prácticamente nulo. El destinatario lo recibe, no le ocasiona molestia alguna, y pude contestarlo en el momento, o en cualquier otro momento, porque permanece esperando en la bandeja de entrada. Interesante, pero para los jóvenes, simplemente un uso residual, solo útil cuando se desea dejar un registro de la comunicación, o para usos con un componente de comunicación formal. Frente a la “ceremoniosidad” del e-mail, la mensajería instantánea no necesita saludos ni despedidas: es un canal abierto permanentemente, en el que las conversaciones pueden quedar interrumpidas o en pausa en cualquier momento, donde el nivel de intrusividad, por así decirlo, “aprieta pero no ahoga”.

Además, hablamos de la importancia de interpretar de una manera pragmática las estadísticas de WhatsApp, una precaución que ya he recomendado en otras ocasiones: el nivel de uso en España no corresponde con el nivel de uso internacional, no tiene nada que ver con el de los países asiáticos o con los Estados Unidos, y la intrínseca facilidad de uso que contribuyó a su difusión puede convertirse no solo en un problema derivado de su mal planteamiento y enfoque en la seguridad, sino también en una auténtica pesadilla en cuanto unos cuantos marketers sin escrúpulos se den cuenta de sus posibilidades. Los procesos de adopción de este tipo pueden ser muy espectaculares y el efecto red tener un peso muy importante, pero este entorno se caracteriza por una enorme inestabilidad: hemos visto caer muchas otras herramientas anteriores “de esas que utilizaba todo el mundo”, como el Messenger de Microsoft, a mucha más velocidad de la que tardaron en construir su base de usuarios. El uso del término como genérico convertido en verbo, que muchos ven como algún tipo de “conquista”, tampoco significa nada en especial ni tiene valor alguno más allá de la anécdota. Sin duda, las herramientas de mensajería instantánea formarán parte de nuestra comunicación habitual a todos los niveles en el futuro, incluidas las comunicaciones profesionales. Pero mi impresión es que aún es pronto para coronar un ganador.




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22 abril 2014

Replanteando la red

Mesh networkUn interesante artículo en The New York Times, U.S. promotes network to foil digital spying, replantea el viejo tema de las redes mesh al hilo de la evolución de la red.

De las redes mesh, o mesh networking, basadas en topologías en las que todos los nodos colaboran en la distribución de datos, se lleva hablando muchísimos años, generalmente como respuesta a problemas de interconexión de determinadas áreas de acceso complejo o donde los proveedores de acceso convencionales no tenían demasiado incentivo para llevar sus servicios. Redes como la catalana Guifi.net, iniciada en abril del año 2004, se han convertido, con sus más de veinte mil nodos operacionales, su interesantísima filosofía abierta y su inscripción en el registro de operadores de telecomunicaciones, en auténticos modelos a nivel mundial en gestión de redes comunitarias.

Pero el tema del mesh networking está comenzando a recibir impulso por dos nuevos frentes muy relacionados entre sí: por un lado, la vertiente política y del acceso libre a la información. Como menciona la noticia del NYT, la idea de llevar conectividad a determinadas zonas mediante redes independientes, con posibilidad de interconexión, pero cuya función principal es conectar nodos locales entre sí, creando vías de intercambio de información en las que la posible disidencia de un régimen dictatorial puede organizarse sin el nivel de exposición y las posibilidades de control que genera la internet convencional.

Los experimentos y proyectos piloto llevados a cabo por el Departamento de Estado norteamericano parecen tener como objetivo el desarrollo y aprendizaje de la gestión de este tipo de redes para utilidades que van desde el activismo en zonas sometidas a control gubernamental, hasta el despliegue rápido de conectividad en zonas pobres o que han sufrido desastres naturales. Al hilo de proyectos como la recientemente conocida financiación de una red alternativa de tipo Twitter en Cuba, llamada ZunZuneo, se habla incluso de las posibilidades que una red de tipo mesh podría tener llevada al entorno cubano, aunque parece ser que no ha habido todavía iniciativas norteamericanas en ese sentido.

Por otro lado, y relacionado hasta el punto de forzar el límite de lo paradójico, una reflejo a un problema generado por los propios Estados Unidos: las redes basadas en mesh se verían como una reacción típica de la llamada “era post-Snowden”, una forma de plantear sistemas de comunicación en los que el control, la monitorización y la vigilancia gubernamental resultasen, si no imposibles, sí notablemente más complicados, al carecer de puntos de interconexión centralizados sobre los que establecer sistemas de vigilancia. En la época actual, las reglas de la democracia se han intentado redefinir y retorcer hasta tal punto que ya no es necesario vivir en un país reconocido como no democrático para valorar las connotaciones positivas de una red en la que no haya un agente del gobierno vigilando todos tus movimientos.

Detrás de todo el tema, además, está el progresivo incremento de recursos como ancho de banda y capacidad de computación. Un router doméstico actual se parece poco a un router de hace algunos años: dotado de procesadores exponencialmente más potentes, con mucha más memoria y una capacidad de transmisión de ancho de banda muy superior, las posibilidades de integrar esos routers convertidos ya prácticamente en micro-ordenadores como piezas de redes que se interconectan entre sí es cada vez más real, a medida que se incrementan los recursos potencialmente ociosos que pueden ponerse encima de la mesa.

El precio de las posibles infraestructuras adicionales para construir antenas en línea de visión, prolongar el alcance de la señal o incluso construir pequeños servidores mediante ordenadores como Raspberry Pi también se ha reducido de manera progresiva. Redes resistentes a una eventual caída de las comunicaciones convencionales de los operadores telefónicos, que podrían llegar a permitir una interconexión amplia y el acceso a una cierta cantidad de recursos simplemente saltando de nodo en nodo.  ¿Imaginamos una red en una zona determinada, en la que muchas personas compartiesen recursos de todo tipo, todos aquellos que quisieran disponer en pequeños ordenadores de treinta euros y unidades de almacenamiento de precio bajo adosadas a sus routers domésticos, y comunicándose entre sí sin tener que pasar por los nodos de ninguna operadora? En el fondo, una manera de recuperar el concepto fundacional de internet como red de redes, y de plantear nuevos escenarios de conectividad que podrían llegar a tener connotaciones verdaderamente interesantes.




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21 abril 2014

El papel del papel en la prensa

IMAGE: J.R. Bale - 123RF

Hace algo más de un mes, me llamó la atención una noticia en la que se daba cuenta del momento en el que el ex-director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, sufrió su “caída del caballo” con respecto al futuro de los periódico en papel: tras preparar un operativo especial de impresión y distribución en previsión de una demanda masiva en los quioscos por la publicación de una exclusiva importante, las cifras de distribución del día siguiente mostraron únicamente un incremento de ocho mil míseros ejemplares.

Lo que más llamativo me resulta del tema, en realidad, es la tardanza en darse cuenta de una realidad tan palmaria por parte no solo de Pedro J., una persona inteligente y de buen criterio, sino de toda la industria de la prensa en papel. Sobre la muerte del papel pueden hacerse infinidad de chistes, pero la realidad no solo viene de consultar la evolución de las cifras de distribución en los quioscos, sino del más puro y elemental sentido común. Sí, todavía existe una generación de usuarios que gustan de leer el periódico en papel, pero esa generación no solo envejece de manera natural, sino que va encontrándose con una propuesta de valor cada vez más escasa. En el año 1996, mientras daba forma a lo que terminó siendo uno de los temas de mi tesis doctoral, desarrollé un modelo para explicar la propuesta de valor de la red con respecto a la prensa en papel, que lo explicaba perfectamente:

  • Availability: mientras el papel obligaba a consumir las noticias allá donde se encontrase la copia impresa de las mismas, la red permitía acceder a ellas desde cualquier lugar con una conexión disponible. A mediados de los ’90, esto significaba para muchos tener que ponerse delante de un ordenador con una conexión, algo que para muchos no resultaba sencillo. Actualmente, con una conexión en cada bolsillo y dispositivos de todos los tamaños, formas y colores, este elemento se ha convertido en fundamental. Si no recibes las noticias hasta que recibes tu copia en papel, estás completamente desinformado.
  • Actualization: mientras el periódico en papel sigue mostrando las noticias del día anterior que tuvieron lugar algunas horas antes del cierre de la emisión, su contrapartida en la red ha dejado de ser periódica, ha renunciado forzosamente a la periodicidad de su edición para convertirse en una edición continua, que no se detiene nunca, que no admite noches ni festivos. ¿Tiene sentido hoy bajar al quiosco para poder leer las noticias de ayer?
  • Additional info: mientras el papel se limita a la información en formato de texto y a algunas fotos impresas en una calidad completamente inaceptable, la red ofrece una infinidad de formatos ricos, imágenes, vídeo, y enlaces a distintos niveles de profundidad para quienes quieran acceder a ellos. Quienes creían que un periódico en la red se limitaba a poner en una página web la información que ya se había digitalizado para imprimir el periódico, se equivocaban: si no aprovechas la riqueza de la red para proporcionar información adicional, estás muerto.
  • Accessibility: mientras el acceso al contenido en el papel se daba generalmente de manera secuencial, el acceso a través de la red admite todo tipo de posibilidades, desde búsquedas por términos, hasta todo tipo de estrategias basadas en elementos que pueden ir desde lo social hasta la especialización. El papel se revela como completamente ineficiente.
  • Archive: lejos quedaron los tiempos en los que recortábamos periódicos para guardar noticias. Salvo por motivos puramente románticos, una pila de recortes es hoy lo más inútil del mundo: no se pueden hacer búsquedas en ella ni gestionar de ninguna manera mínimamente eficiente. Hoy a un periódico ya no solo le pedimos información del día: le pedimos una ventana a cualquier noticia publicada anteriormente.
  • Audience tracking: mientras en el mundo del quiosco y el papel únicamente podíamos saber cuántas copias habíamos vendido, ahora podemos saber quién accede a la información publicada, cómo lo hace, desde dónde, cuáles son sus intereses, qué respuesta tiene a qué tipo de publicidad, y mil ideas más aún no suficientemente desarrolladas.

 

¿Quién se informa en papel hoy en día? Simplemente, quienes valoran una forma de acceder a la información que no entiende de prisas, ni de comodidad, ni de prioridades, ni de funcionalidad. Un público de una edad cada vez más avanzada, o de un nivel de uso de la red correspondiente a haber vivido en el ostracismo digital más absoluto.

Intentemos, sencillamente, desarrollar la lógica del ex-director de El Mundo a la luz de ese modelo: ¿por qué iba una exclusiva importante a provocar un nivel superior de venta de ejemplares en el quiosco? Ante una información publicada en exclusiva por el medio que sea, el reflejo de la amplia mayoría de los usuarios ya no es correr hacia un quiosco, sino dirigirse a la red. Tratar de confinar la exclusiva al quiosco es, además de absurdo e impopular, inoperante, sencillamente imposible: a partir de las primeras copias que llegasen a los usuarios, el tema pasaría a ser objeto de conversación en la red, y a estar disponible para cualquiera. La red, además, permite no solo acceder a la información, sino también a las reacciones de personajes relevantes afectados por la misma o que pudiesen tener algo que decir al respecto. Además, por supuesto, de permitir la publicación de una información más detallada, con mayor riqueza de formatos, con posibilidad de indexación y búsqueda, con recurso al archivo y a la hemeroteca, y con posibilidad de conocer en tiempo real el nivel de interés que está generando. Todo ello en un soporte que obliga a incurrir en costes de impresión y distribución mucho más elevados, y que no ofrece a cambio prácticamente ninguna ventaja.

Que el papel muera no es algo inesperado ni difícil de calcular: el papel es, simplemente, el medio más eficiente para transmitir información hasta finales del siglo pasado. Ahora ya no lo es. Repensar el papel de los periódicos en la nueva época exige mucho más que trasladar los antiguos formatos a la pantalla: exige toda una serie de elementos diferenciales que, por el momento, han sido mucho mejor explotados por los medios nativos digitales que por los viejos dinosaurios que insisten en aferrarse a las ventas del quiosco como si fueran una cataplasma – cada vez más pequeña – para la erosión de sus cuentas de resultados. La maquetación, los titulares, las estrategias de atención… todo debe cambiar. El papel para un periódico debería ser hoy simplemente una impresión limitada hecha una vez al día de la edición en la red, creada para ancianos venerables y para nostálgicos del pasado. Nada más. Y cuando llega uno que finalmente, aunque sea tarde, se da cuenta de que las cosas son así… tiene que abandonar la dirección del periódico.




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20 abril 2014

Uber: sobre taxis y disrupción

UBER logoLa expansión imparable de Uber, propulsada por unas barreras de entrada tecnológicas cada vez menores y por importantes inyecciones de capital privado, está convirtiendo el sector del taxi en la siguiente industria en sufrir el impacto de la disrupción. En esta ocasión, la ciudad escogida ha sido Barcelona, y las primeras protestas y amenazas de movilizaciones por parte de las asociaciones y patronales del taxi no se han hecho esperar.

Uber es la primer gran proyecto con aspiraciones globales que consigue llevar la disrupción a un sector generalmente compuesto por empresas relativamente pequeñas o por autónomos, que deben pasar por un proceso de homologación complejo y costoso en el que existen un buen número de evidentes abusos. Sobre este tema escribí allá por el año 2012, y en parecidos términos se ha pronunciado la vicepresidenta de la Comisión Europea, Neelie Kroes, al comentar las amenazas de cuantiosas multas que las autoridades belgas han decretado contra Uber.

Lo más importante que tenemos que tener en cuenta ante un proceso de disrupción como este es hasta qué punto se está legislando para proteger a los consumidores, o para preservar a una industria sus beneficios. La industria del taxi está sujeta a fuertes regulaciones, muchas de ellas completamente absurdas, cuando no directamente demenciales: establecerse como taxista en España conlleva obtener una licencia cuyo precio puede estar entre los ochenta mil y los doscientos mil euros según el área de operación, además de obtener un permiso de conducción especial, no tener antecedentes penales, solicitar una cartilla municipal, aprobar un examen, adquirir un vehículo homologado, equiparlo adecuadamente con una serie de aparatos igualmente homologados, y cumplir una serie de requisitos y códigos de conducta que en algunas ciudades regulan aspectos que van desde la higiene personal hasta la vestimenta. Además, en todo lo relacionado con la homologación aparecen abusos evidentes en el precio de los equipos necesarios, completamente ridículo e injustificado: un taxímetro puede superar los tres mil euros, una simple impresora para tickets puede llegar a costar más de seiscientos. Que en ese contexto surjan de repente servicios que se planteen como sustitutivos en los que los conductores únicamente tienen que apuntarse y tener un smartphone con una app instalada, además de un vehículo, no es obviamente plato de buen gusto para quienes han tenido que pasar por el duro trance de convertirse en taxista.

Además, Uber se está dedicando, de manera progresiva, a extender su gama de servicios. Desde su primer planteamiento, que giraba en torno a los llamados black cars, coches negros de gama alta o muy alta, Uber ofrece ahora en determinadas ciudades acuerdos con taxistas convencionales, o incluso con particulares. En este momento, cinco gamas diferentes, entre uberX (low cost) y uberLux, pasando por segmentos como uberTaxi, uberBlack y uberSUV, acompañadas por una estructura de feedback instantáneo que permite evaluar de manera constante a los conductores, por una aplicación que permite desde controlar la posición del vehículo que te va a recoger hasta pagar por el servicio (sin propinas, salvo que las quieras dar en metálico), y por esquemas de promociones y detalles nunca vistos en esta industria. Mientras algunas de esas cuestiones ya han sido rápidamente igualadas por las aplicaciones que se dedican a ofrecer servicios de taxis homologados a través de apps en el smartphone, otras están aún muy lejos de hacerlo, o resultan directamente imposibles al no contar con una estructura de control.

Para los usuarios, Uber supone más opciones, un acceso a un servicio en términos más variados y libres de determinadas restricciones que a lo largo del tiempo han probado ser un abuso y dar lugar a una estructura poco dinámica y eficiente. En el caso de un viajero, Uber ofrece un elemento de predictibilidad y de capacidad de elección que el sistema tradicional no ofrece, y que aporta un valor que muchos están dispuestos a pagar. Como en toda industria en vías de disrupción, prohibir Uber resulta, en último término, imposible o abusivo, y solo lleva a absurdos desde el punto de vista legislativo: lo único que se puede plantear para el sector del taxi es intentar ir eliminando algunas de las restricciones y regulaciones absurdas que lo aquejan e intentar competir en base a un mejor servicio. Hablamos de transporte de viajeros, no de ciencia de cohetes, algo que en el curso de una década llevarán posiblemente a cabo vehículos automatizados y conducidos por una máquina.

El proceso de disrupción, como todos los que ya hemos visto hasta el momento, no va a ser bonito. Generará episodios de todo tipo, incluidos los violentos y los desagradables, y terminará por dar lugar a una situación en la que los clientes opten por aquello que les resulte más fácil, que les proporcione más libertad de elección y, en cierto sentido, que les resulte más novedoso. Posicionarse contra eso es, sencillamente, cortoplacista, por duro e injusto que parezca el planteamiento. A medio plazo, la única manera de contrarrestar la disrupción es aprendiendo de los casos anteriores, considerándola inevitable, y uniéndose a ella. Nos guste o no, en no mucho tiempo, las restricciones que había que superar para ser taxista nos parecerán completamente absurdas, habrán proliferado muchas más opciones para el usuario, y hablaremos de un mercado completamente distinto.




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19 abril 2014

Nike, Apple y la evolución de los wearables

Nike Fuel bandLa alerta la encendió un mensaje en Secret, la aplicación que permite compartir de manera anónima noticias y pensamientos de todo tipo, en el que una fuente presumiblemente bien informada alertaba acerca del posible despido del equipo de ingenieros que diseñaron la Nike FuelBand.

La noticia era confirmada por C|Net una semana más tarde: Nike anunciaba el despido de un 80% de los integrantes de ese equipo, y el abandono de sus iniciativas en el aparentemente pujante mercado de los wearables. Si estabas pensando en comprarte una Nike FuelBand, ya sabes: podrás adquirir la última, que seguirá a la venta, pero lo más probable es que la compañía no continúe con sus esfuerzos de desarrollo de nuevas versiones, lo que reduce sensiblemente el posible atractivo del producto.

¿Qué puede llevar a Nike a abandonar un mercado en el que no fue especialmente pionera – la Nike FuelBand fue lanzada en febrero de 2012, mientras que dispositivos con funciones parecidas creados por Fitbit provienen de mediados de 2008 –  pero sí había logrado, gracias fundamentalmente a la pujanza de su marca y a su asociación con el concepto de ejercicio físico, una posición de mercado razonablemente buena? La reacción inmediata de la compañía ha sido negar el abandono de esa línea de negocio, pero no han tardado en aparecer especulaciones acerca de la posible conexión entre esos despidos y la presencia de Tim Cook, CEO de Apple, en el Consejo de Administración de Nike: el abandono de la línea podría estar motivado por el próximo lanzamiento del tan rumoreado i-Watch de Apple, un dispositivo al que muchos, en función de fichajes y adquisiciones de la compañía de la manzana, han atribuido un enfoque diferencial hacia temas relacionados con el control de la salud, el ejercicio físico y el quantified self.

La idea, en realidad, ahonda en colaboraciones anteriores entre Nike y Apple como las que dieron lugar al lanzamiento del Nike+ iPod, un dispositivo lanzado en julio de 2006 que permite medir y registrar la distancia y el ritmo de una carrera o paseo. Se había apuntado a que la presencia de Cook en el Consejo de Nike podía suponer un problema dado el aparente rumbo de colisión que ambas compañías parecían tomar en el desarrollo de ese mercado de dispositivos: el anuncio de Nike podría marcar el inicio de nuevas colaboraciones destinadas a llevar una parte del expertise desarrollado por Nike a lo largo de estos años al nuevo dispositivo que Apple podría poner próximamente en el mercado.

Mientras, el mercado de los wearables parece estar avanzando en el uso de la información derivada de estos dispositivos para los más diversos fines, desde la reducción del importe de los seguros de salud pagados total o parcialmente por las compañías que animan a sus empleados a estar en mejor forma física, hasta el cálculo de demanda y capacidad de energía eléctrica en función de la lectura de termostatos inteligentes como Nest. Usos que, mientras mantengan garantías sobre la privacidad y el nivel de control por parte de los usuarios, pueden llegar a aportar bastante a un ecosistema basado en información obtenida a cada vez más niveles, pero que utilizados (o simplemente, transmitidos) de manera incorrecta pueden llevar a plantear problemas de todo tipo.

A partir del momento en que los datos de tu actividad y ejercicio físico recogidos por un dispositivo que llevas encima pueden determinar variables que inciden en el coste que tu compañía tiene que pagar en concepto de seguro médico, las precauciones que hay que adoptar para evitar un potencial mal uso que perjudique a la persona o afecte a sus opciones de vida deben extremarse. La clave, claramente, está en alinear los beneficios para todas las partes: llevar una vida saludable puede ser un interés para muchas personas y puede representar ventajas para compañías de seguros de salud o incluso en términos de coste para el conjunto de la sociedad, pero la idea de convertirlo en algún tipo de obligación o una responsabilidad que conlleve hacer frente a costes más elevados parece, como mínimo, complicada, además de fuertemente intrusiva.

¿Nos dirigimos hacia una sociedad que “castiga” a quienes se niegan de manera persistente a mantener hábitos saludables con tarifas más elevadas en concepto de seguro médico? En realidad, muchos de esos elementos se encuentran ya presentes en los cálculos que las empresas de seguros de salud utilizan para determinar sus tarifas: un hombre con antecedentes familiares de riesgo cardiovascular puede pagar más que uno en el que dichos antecedentes no están presentes, del mismo modo que un fumador puede pagar más que una persona que no fuma. La incorporación de dispositivos para obtener datos más directos y fiables de los hábitos de los clientes representaría, en realidad, un punto más de refinamiento en ese tipo de cálculos, pero ¿resultan de verdad aceptables? ¿Estará en un futuro el incentivo para salir a caminar o a correr vinculado con el mantenimiento de una tarifa determinada en nuestro seguro médico, una idea que muchos ven como un auténtico apócope del Gran Hermano y el control social? La protección contra la discriminación en función de la información genética parece haber sido asegurada por ley en países como los Estados Unidos, pero ¿vamos hacia una progresiva discriminación de facto en términos de tarifas basada en la opción que cada uno hacemos de determinados hábitos vitales, controlada por dispositivos que llevamos encima? ¿Apunta en ese sentido el desarrollo futuro de los wearables y del quantified self?




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18 abril 2014

La evolución de las noticias en la red (o diez razones por las que el canon AEDE es una barbaridad)

Noticias en la red

La enésima barbaridad que el gobierno español pretende lanzar contra el desarrollo de internet se denomina “canon AEDE”, y supone que los medios puedan cobrar por un supuesto “derecho irrenunciable” a todos aquellos que vinculen a sus noticias, encuadrado en un anteproyecto de reforma de la ley de propiedad intelectual que contiene muchas barbaridades más. En realidad, una forma de asegurar que el gobierno obtiene un clima informativo propicio, y que los editores de determinados medios obtienen unos ingresos extra que no son capaces de procurarse por méritos propios desarrollando sus actividades en la red. Un auténtico premio a la incompetencia de los inadaptados directivos de determinados medios de comunicación.

Estas son, desde el humilde punto de vista de alguien que lleva más de once años cubriendo el panorama de noticias de tecnología en la red y generando contenido original sobre el mismo (en ocasiones, apoyándose o inspirándose sobre contenido publicado en otros medios), diez de las razones por las que el canon AEDE es una barbaridad conceptual:

  • Porque la dieta informativa de las personas es cada vez más variada: cada vez menos usuarios recurren a un solo sitio para informarse, la mayoría prefieren acceder a las noticias a través de plataformas de todo tipo, desde redes sociales en las que las noticias son recomendadas o sugeridas por sus seguidores, hasta aplicaciones como Zite, Flipboard u otras en las que son sugeridas por algoritmos automáticos. O por supuesto, a través de blogs y otras páginas que comentan esas noticias. Pretender que los lectores pertenecen al medio es, sencillamente, una estupidez cada vez menos sostenible.
  • Porque los medios que pretenden recibir el canon en cuestión no son ni todos los medios, ni los más relevantes, ni los que más tráfico generan, ni los que más éxito tienen. Si alguna característica común tienen los medios de AEDE es precisamente la de ser los más patentemente inadaptados a internet. La idea de un canon generado por un supuesto “derecho irrenunciable” es completamente insostenible, mucho más cuando algunos medios utilizan licencias que precisamente renuncian de forma expresa a ese derecho.
  • Porque la paternidad de las noticias es algo, en el mejor de los casos, discutible. Muchos medios de comunicación se abastecen de la información que reciben de las agencias, muchas de las noticias que publican distan mucho de ser originales, y en muchos casos, provienen de traducciones de medios extranjeros, a los que en muchos casos, ni siquiera enlazan. Copiar y traducir sin enlazar y sin enviar tráfico al medio correspondiente sí supone un comportamiento claramente predatorio, y muchos periódicos incurren en él todos los días.
  • Porque enlazar a un medio tiene siempre un efecto positivo sobre el tráfico del mismo. Se puede enlazar por muchos motivos: un texto completamente original puede usar un enlace simplemente para hacer referencia a una noticia, sin que ésta sea el motivo principal ni la obra resultante suponga en modo alguno una forma de “parasitismo”. Precisamente lo mejor que puede ocurrirle a una noticia es que sea comentada en cuantos más sitios mejor, que sea muy enlazada, que se convierta en un objeto social, cuanto más activo, mejor. Pretender que te paguen por esas acciones que, en último término, deberías entender como parte del éxito en la red es sencillamente suicida, además de absurdo.
  • Porque si se legitima que haya que pagar por enlazar, los periódicos se convertirán en auténticos buitres que persiguen las referencias a lo que ellos afirman que son “sus” noticias, cuando la verdad es que las noticias, como tales, no pertenecen a nadie. ¿Queremos ver a medios reclamando supuestas autorías sobre todo lo que se publique sobre un tema determinado, simplemente porque ellos también lo publicaron? Un sistema así es incontrolable, y lo que harán las entidades de gestión es estimar que toda mención a una noticia supone una obra derivada de uno de los medios para los que recaudan, independientemente de si esa mención proviene de la lectura de un medio extranjero o simplemente, de haber “pasado por allí” cuando la noticia estaba teniendo lugar. Estamos hablando del desarrollo del enésimo sistema que las entidades de gestión emplean para generar bolsas de derechos supuestamente “no reclamados”, que luego administran como les viene en gana. Exactamente como ya hizo la SGAE en su momento.
  • Porque lo que pretenden los medios, en abierta connivencia con el gobierno, es “sacarle algo a Google porque gana mucho dinero”. Pero al hacerlo, están atacando no solo a Google, sino a muchos otros, y a un comportamiento tan propio del ser humano como el comentar las cosas, el usar fragmentos, el compartir y difundir información. Los daños colaterales resultantes de intentar atacar a Google son potencialmente muy importantes para todo el ecosistema internet en nuestro país.
  • Porque aceptar un pago de ese tipo procedente de un gobierno supone aceptar una prebenda, una subvención que conlleva que ese gobierno dicte tu línea editorial. En España ya hemos visto como los medios que eran abiertamente críticos con el gobierno han realizado cambios en su cúpula directiva y han alterado su línea editorial para dejar de serlo a raíz del anuncio de este proyecto de ley. El simple hecho de ver al director de AEDE sentado al lado del ministro de turno debería dar náuseas a cualquiera que defienda el periodismo crítico e independiente. Lo que el gobierno busca es, sencillamente, rodearse de medios afines que no critiquen su gestión.
  • Porque lo que tienen que hacer los medios es precisamente identificar sus fuentes de tráfico y cuidarlas lo más posible, no atacarlas ni pretender financiarse gracias a ella. Porque lo mejor que te puede traer una página en la red es tráfico para que tú te encargues de monetizarlo como quieras. Creer que quien te envía tráfico debe pagarte supone que, simplemente, no te has enterado de nada sobre cómo funciona internet.
  • Porque cualquier trabajo adicional que se lleva a cabo con la información supone añadirle valor. No hablamos de quienes reproducen las noticias sin más, sino de quienes les añaden categorías, comentarios, votos, opiniones o quienes construyen sobre ellas. Todas esas acciones realizadas sobre las noticias son acreedoras de un valor, no acciones de parasitismo, y merecen que ese valor sea reconocido.
  • Porque la idea de pagar por enlazar resulta aberrante, y es contraria a la naturaleza de internet. En internet, el acto de enlazar es libre por definición. Cuando se deja de enlazar a un medio, es ese medio el que pierde, en todos los sentidos. Todo medio al que haya que pagar para enlazar está destinado a desaparecer.



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