Hace algo más de un mes, me llamó la atención una noticia en la que se daba cuenta del momento en el que el ex-director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, sufrió su “caída del caballo” con respecto al futuro de los periódico en papel: tras preparar un operativo especial de impresión y distribución en previsión de una demanda masiva en los quioscos por la publicación de una exclusiva importante, las cifras de distribución del día siguiente mostraron únicamente un incremento de ocho mil míseros ejemplares.
Lo que más llamativo me resulta del tema, en realidad, es la tardanza en darse cuenta de una realidad tan palmaria por parte no solo de Pedro J., una persona inteligente y de buen criterio, sino de toda la industria de la prensa en papel. Sobre la muerte del papel pueden hacerse infinidad de chistes, pero la realidad no solo viene de consultar la evolución de las cifras de distribución en los quioscos, sino del más puro y elemental sentido común. Sí, todavía existe una generación de usuarios que gustan de leer el periódico en papel, pero esa generación no solo envejece de manera natural, sino que va encontrándose con una propuesta de valor cada vez más escasa. En el año 1996, mientras daba forma a lo que terminó siendo uno de los temas de mi tesis doctoral, desarrollé un modelo para explicar la propuesta de valor de la red con respecto a la prensa en papel, que lo explicaba perfectamente:
- Availability: mientras el papel obligaba a consumir las noticias allá donde se encontrase la copia impresa de las mismas, la red permitía acceder a ellas desde cualquier lugar con una conexión disponible. A mediados de los ’90, esto significaba para muchos tener que ponerse delante de un ordenador con una conexión, algo que para muchos no resultaba sencillo. Actualmente, con una conexión en cada bolsillo y dispositivos de todos los tamaños, formas y colores, este elemento se ha convertido en fundamental. Si no recibes las noticias hasta que recibes tu copia en papel, estás completamente desinformado.
- Actualization: mientras el periódico en papel sigue mostrando las noticias del día anterior que tuvieron lugar algunas horas antes del cierre de la emisión, su contrapartida en la red ha dejado de ser periódica, ha renunciado forzosamente a la periodicidad de su edición para convertirse en una edición continua, que no se detiene nunca, que no admite noches ni festivos. ¿Tiene sentido hoy bajar al quiosco para poder leer las noticias de ayer?
- Additional info: mientras el papel se limita a la información en formato de texto y a algunas fotos impresas en una calidad completamente inaceptable, la red ofrece una infinidad de formatos ricos, imágenes, vídeo, y enlaces a distintos niveles de profundidad para quienes quieran acceder a ellos. Quienes creían que un periódico en la red se limitaba a poner en una página web la información que ya se había digitalizado para imprimir el periódico, se equivocaban: si no aprovechas la riqueza de la red para proporcionar información adicional, estás muerto.
- Accessibility: mientras el acceso al contenido en el papel se daba generalmente de manera secuencial, el acceso a través de la red admite todo tipo de posibilidades, desde búsquedas por términos, hasta todo tipo de estrategias basadas en elementos que pueden ir desde lo social hasta la especialización. El papel se revela como completamente ineficiente.
- Archive: lejos quedaron los tiempos en los que recortábamos periódicos para guardar noticias. Salvo por motivos puramente románticos, una pila de recortes es hoy lo más inútil del mundo: no se pueden hacer búsquedas en ella ni gestionar de ninguna manera mínimamente eficiente. Hoy a un periódico ya no solo le pedimos información del día: le pedimos una ventana a cualquier noticia publicada anteriormente.
- Audience tracking: mientras en el mundo del quiosco y el papel únicamente podíamos saber cuántas copias habíamos vendido, ahora podemos saber quién accede a la información publicada, cómo lo hace, desde dónde, cuáles son sus intereses, qué respuesta tiene a qué tipo de publicidad, y mil ideas más aún no suficientemente desarrolladas.
¿Quién se informa en papel hoy en día? Simplemente, quienes valoran una forma de acceder a la información que no entiende de prisas, ni de comodidad, ni de prioridades, ni de funcionalidad. Un público de una edad cada vez más avanzada, o de un nivel de uso de la red correspondiente a haber vivido en el ostracismo digital más absoluto.
Intentemos, sencillamente, desarrollar la lógica del ex-director de El Mundo a la luz de ese modelo: ¿por qué iba una exclusiva importante a provocar un nivel superior de venta de ejemplares en el quiosco? Ante una información publicada en exclusiva por el medio que sea, el reflejo de la amplia mayoría de los usuarios ya no es correr hacia un quiosco, sino dirigirse a la red. Tratar de confinar la exclusiva al quiosco es, además de absurdo e impopular, inoperante, sencillamente imposible: a partir de las primeras copias que llegasen a los usuarios, el tema pasaría a ser objeto de conversación en la red, y a estar disponible para cualquiera. La red, además, permite no solo acceder a la información, sino también a las reacciones de personajes relevantes afectados por la misma o que pudiesen tener algo que decir al respecto. Además, por supuesto, de permitir la publicación de una información más detallada, con mayor riqueza de formatos, con posibilidad de indexación y búsqueda, con recurso al archivo y a la hemeroteca, y con posibilidad de conocer en tiempo real el nivel de interés que está generando. Todo ello en un soporte que obliga a incurrir en costes de impresión y distribución mucho más elevados, y que no ofrece a cambio prácticamente ninguna ventaja.
Que el papel muera no es algo inesperado ni difícil de calcular: el papel es, simplemente, el medio más eficiente para transmitir información hasta finales del siglo pasado. Ahora ya no lo es. Repensar el papel de los periódicos en la nueva época exige mucho más que trasladar los antiguos formatos a la pantalla: exige toda una serie de elementos diferenciales que, por el momento, han sido mucho mejor explotados por los medios nativos digitales que por los viejos dinosaurios que insisten en aferrarse a las ventas del quiosco como si fueran una cataplasma – cada vez más pequeña – para la erosión de sus cuentas de resultados. La maquetación, los titulares, las estrategias de atención… todo debe cambiar. El papel para un periódico debería ser hoy simplemente una impresión limitada hecha una vez al día de la edición en la red, creada para ancianos venerables y para nostálgicos del pasado. Nada más. Y cuando llega uno que finalmente, aunque sea tarde, se da cuenta de que las cosas son así… tiene que abandonar la dirección del periódico.
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