19 abril 2014

Nike, Apple y la evolución de los wearables

Nike Fuel bandLa alerta la encendió un mensaje en Secret, la aplicación que permite compartir de manera anónima noticias y pensamientos de todo tipo, en el que una fuente presumiblemente bien informada alertaba acerca del posible despido del equipo de ingenieros que diseñaron la Nike FuelBand.

La noticia era confirmada por C|Net una semana más tarde: Nike anunciaba el despido de un 80% de los integrantes de ese equipo, y el abandono de sus iniciativas en el aparentemente pujante mercado de los wearables. Si estabas pensando en comprarte una Nike FuelBand, ya sabes: podrás adquirir la última, que seguirá a la venta, pero lo más probable es que la compañía no continúe con sus esfuerzos de desarrollo de nuevas versiones, lo que reduce sensiblemente el posible atractivo del producto.

¿Qué puede llevar a Nike a abandonar un mercado en el que no fue especialmente pionera – la Nike FuelBand fue lanzada en febrero de 2012, mientras que dispositivos con funciones parecidas creados por Fitbit provienen de mediados de 2008 –  pero sí había logrado, gracias fundamentalmente a la pujanza de su marca y a su asociación con el concepto de ejercicio físico, una posición de mercado razonablemente buena? La reacción inmediata de la compañía ha sido negar el abandono de esa línea de negocio, pero no han tardado en aparecer especulaciones acerca de la posible conexión entre esos despidos y la presencia de Tim Cook, CEO de Apple, en el Consejo de Administración de Nike: el abandono de la línea podría estar motivado por el próximo lanzamiento del tan rumoreado i-Watch de Apple, un dispositivo al que muchos, en función de fichajes y adquisiciones de la compañía de la manzana, han atribuido un enfoque diferencial hacia temas relacionados con el control de la salud, el ejercicio físico y el quantified self.

La idea, en realidad, ahonda en colaboraciones anteriores entre Nike y Apple como las que dieron lugar al lanzamiento del Nike+ iPod, un dispositivo lanzado en julio de 2006 que permite medir y registrar la distancia y el ritmo de una carrera o paseo. Se había apuntado a que la presencia de Cook en el Consejo de Nike podía suponer un problema dado el aparente rumbo de colisión que ambas compañías parecían tomar en el desarrollo de ese mercado de dispositivos: el anuncio de Nike podría marcar el inicio de nuevas colaboraciones destinadas a llevar una parte del expertise desarrollado por Nike a lo largo de estos años al nuevo dispositivo que Apple podría poner próximamente en el mercado.

Mientras, el mercado de los wearables parece estar avanzando en el uso de la información derivada de estos dispositivos para los más diversos fines, desde la reducción del importe de los seguros de salud pagados total o parcialmente por las compañías que animan a sus empleados a estar en mejor forma física, hasta el cálculo de demanda y capacidad de energía eléctrica en función de la lectura de termostatos inteligentes como Nest. Usos que, mientras mantengan garantías sobre la privacidad y el nivel de control por parte de los usuarios, pueden llegar a aportar bastante a un ecosistema basado en información obtenida a cada vez más niveles, pero que utilizados (o simplemente, transmitidos) de manera incorrecta pueden llevar a plantear problemas de todo tipo.

A partir del momento en que los datos de tu actividad y ejercicio físico recogidos por un dispositivo que llevas encima pueden determinar variables que inciden en el coste que tu compañía tiene que pagar en concepto de seguro médico, las precauciones que hay que adoptar para evitar un potencial mal uso que perjudique a la persona o afecte a sus opciones de vida deben extremarse. La clave, claramente, está en alinear los beneficios para todas las partes: llevar una vida saludable puede ser un interés para muchas personas y puede representar ventajas para compañías de seguros de salud o incluso en términos de coste para el conjunto de la sociedad, pero la idea de convertirlo en algún tipo de obligación o una responsabilidad que conlleve hacer frente a costes más elevados parece, como mínimo, complicada, además de fuertemente intrusiva.

¿Nos dirigimos hacia una sociedad que “castiga” a quienes se niegan de manera persistente a mantener hábitos saludables con tarifas más elevadas en concepto de seguro médico? En realidad, muchos de esos elementos se encuentran ya presentes en los cálculos que las empresas de seguros de salud utilizan para determinar sus tarifas: un hombre con antecedentes familiares de riesgo cardiovascular puede pagar más que uno en el que dichos antecedentes no están presentes, del mismo modo que un fumador puede pagar más que una persona que no fuma. La incorporación de dispositivos para obtener datos más directos y fiables de los hábitos de los clientes representaría, en realidad, un punto más de refinamiento en ese tipo de cálculos, pero ¿resultan de verdad aceptables? ¿Estará en un futuro el incentivo para salir a caminar o a correr vinculado con el mantenimiento de una tarifa determinada en nuestro seguro médico, una idea que muchos ven como un auténtico apócope del Gran Hermano y el control social? La protección contra la discriminación en función de la información genética parece haber sido asegurada por ley en países como los Estados Unidos, pero ¿vamos hacia una progresiva discriminación de facto en términos de tarifas basada en la opción que cada uno hacemos de determinados hábitos vitales, controlada por dispositivos que llevamos encima? ¿Apunta en ese sentido el desarrollo futuro de los wearables y del quantified self?




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