03 abril 2014

Decididamente, un buen día para ser europeo

IMAGE: Robodread - 123RFEs triste que la vida de un ciudadano tenga que ser estar en permanente vigilancia contra los constantes abusos de su gobierno y los intentos de beneficiar a lobbies a su costa. Por eso, cuando algunos días las cosas parecen presentarse bien y las decisiones políticas parecen caer del lado de la razón, tenemos que celebrarlo convenientemente.

Hoy, en una histórica sesión del Parlamento Europeo, los eurodiputados han dado su apoyo a la iniciativa Connected continent propuesta por Neelie Kroes, junto con las enmiendas que garantizan una adecuada definición y defensa del principio de la neutralidad de la red. La consagración efectiva de la neutralidad de la red es un enorme triunfo para los ciudadanos. La eliminación del roaming, fruto de la aprobación del mismo paquete, es importante por sus efectos sobre la comodidad y el bolsillo de los usuarios, y era también una cuestión de pura lógica: que el transporte de bits en una red intrínsecamente sin fronteras se encareciese hasta extremos increíbles al pasar de un país a otro era un absurdo conceptual, sencillamente una estafa tolerada.

Un triunfo importantísimo para el desarrollo progresivo de ese boceto de Europa que estamos construyendo entre todos: mientras los Estados Unidos se debaten en la incertidumbre de cómo proteger algo que estaba entre las más importantes promesas del programa electoral original de Barack Obama pero cuya instrumentalización no fue protegida de la manera adecuada y hoy se encuentra en situación de total indefinición a la espera de nuevos movimientos gubernamentales, en Europa se consagra un principio fundamental de cara al desarrollo de la red: la garantía de que una industria determinada no podrá establecer privilegios o penalizaciones sobre las empresas que quieran ofrecer servicios a través de los canales que estas gestionan. La posibilidad de una red en la que las empresas de telecomunicaciones actuasen como aduaneros que deciden qué servicios pueden ser ofrecidos y cuales son degradados ofende al sentido común de todo usuario de internet, y su protección es una muestra más de hasta qué punto es importante el activismo que ha llevado a que una cuestión así, cuya discusión no es sencilla y requiere entrar en cuestiones relativamente técnicas, se convierta en un poso firme en la mentalidad de quienes finalmente votan en el Parlamento.

La neutralidad de la red no es una cuestión de matices. Una vez abierta la puerta de la posible discriminación o privilegio de determinados servicios en función de los intereses de las empresas de telecomunicaciones, todos perdíamos, incluyendo fundamentalmente la innovación en su conjunto. La ausencia de una definición completa e inclusiva de neutralidad de la red y de una defensa a ultranza de la misma posibilitaba que esas empresas de telecomunicaciones pudiesen apropiarse de toda innovación que surgiese en el panorama, parasitarla mediante servicios similares cuya transmisión simplemente privilegiasen, o atacarla sometiéndola a una especie de ostracismo digital de sus canales más rápidos. No, no puede atacarse la neutralidad de la red defendiendo el libre mercado, porque el libre mercado se basa precisamente en el desarrollo de un terreno de juego no sesgado, no inclinado a favor de los intereses de quienes gestionan las infraestructuras. Un gestor de infraestructuras tiene que ser precisamente eso, un gestor de infraestructuras, sin inmiscuirse en qué cosas pasan por ellas ni tomar decisiones sobre si le conviene más o menos que unos servicios funcionen y otros no.

En el fondo, la defensa de la neutralidad de la red es una cuestión de puro sentido común. Lo que ofende es que, siéndolo, haya estado – y esté aún en determinados países – sujeta a tantas vicisitudes y discusiones bizantinas en función de los intereses corporativos de las empresas de telecomunicaciones, capaces de amenazar en su infinita ambición el progreso de todos. Lo que hoy tenemos que celebrar es que, en un Parlamento Europeo en el que los lobbies campan a sus anchas y tienen una llegada amplísima a los representantes de todos los ciudadanos, los eurodiputados hayan valorado la enorme importancia de su decisión y hayan puesto los intereses generales por delante de los corporativos. Hoy, como europeo, estoy orgulloso de mi Parlamento. A ver si otras instituciones y representantes empiezan a plantearse hacer lo mismo.




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