28 abril 2014

La importancia del caso Aereo

Aereo logoEl caso Aereo es, sin duda, uno de esos juicios con potencial importancia histórica y consecuencias de todo tipo sobre el entorno tecnológico y la innovación, además de uno de los que más cobertura está recibiendo en todos los ámbitos en los Estados Unidos, desde el puramente mediático hasta el judicial. Un caso que podría impactar de manera determinante cómo vemos la televisión o el futuro de los actuales jugadores en esa industria, pero también, y de manera muy amplia, la compleja relación entre innovación y derechos de autor, o incluso el desarrollo futuro de la tecnología.

¿Qué es Aereo, y cómo ha llegado hasta el Tribunal Supremo de los Estados Unidos? Aereo ofrece un sistema que consiste en la instalación remota de una micro-antena para cada usuario que es gestionada por la compañía, acompañada de una oferta de espacio de almacenamiento para grabar programas y una serie de aplicaciones para que cada usuario pueda ver o solicitar grabaciones del contenido desde cualquier dispositivo. La compañía, dirigida por Chet Kanojia y apoyada entre otros por el mediático Barry Diller, ha obtenido casi cien millones de dólares en financiación, ofrece por el momento servicio en nueve áreas metropolitanas de los Estados Unidos, y tiene anunciados planes de expansión a bastantes más.

Según la ley, la explotación del espectro radioeléctrico para la transmisión de señales de televisión está condicionada al hecho de que dicho espectro es un bien público, y que, por tanto, dichas señales estarán abiertas y podrán ser vistas de manera gratuita por cualquiera que pueda captarlas. Sin embargo, aunque el uso individual de antenas domésticas es perfectamente legal, la mayoría de los norteamericanos reciben la señal a través de cable o satélite, en muchos casos añadiendo además canales premium, y esas compañías pagan a los canales una cantidad determinada a los canales por cada suscriptor.

La idea diferencial de Aereo es sustituir las antenas domésticas – de calidad generalmente cuestionable y que únicamente sirven para ver la televisión en el aparato al que están conectadas – por una antena remota para cada usuario, situada en un lugar que asegura una recepción de calidad, y transmitir esa señal al usuario a través de internet. Un servicio por el que Aereo cobra a cada usuario entre $8 y $12 al mes, inferior al precios que se paga por servicios de televisión por cable o por satélite, con una enorme diferencia: mientras las compañías de televisión por cable o por satélite pagan religiosamente a los canales por cada suscriptor, Aereo no lo hace. Aereo se refugia en el hecho de que lo que está haciendo es simplemente hacer una gestión remota de la antena individual de cada usuario, algo que cada usuario podría hacer gratis, y no paga nada a los canales por su contenido (recordemos: contenido transmitido a través del espectro, bien público, con la condición de que pueda ser captado gratuitamente por los usuarios). ¿Por qué iba el servicio de Aereo a resultar atractivo, cuando resulta perfectamente legal instalarse una antena y recibir la señal gratuitamente? Porque asegura una mejor recepción, y porque la idea de poder administrar lo que uno quiere ver a través de una aplicación y poder verlo en cualquier dispositivo resulta razonablemente atractiva.

Si el servicio proporcionado por Aereo escala en popularidad, los canales de televisión y las empresas de televisión por cable o satélite se verían privadas de una cantidad sustancial de ingresos, todo ello inmerso en una tendencia, el llamado cord-cutting, que lleva a que un número progresivamente mayor de usuarios renuncien precisamente a sus suscripciones de cable o satélite para consumir cada vez más contenido a través de internet, mediante servicios como Netflix, Hulu, Amazon y similares. Y lo cierto es que, en parte por las buenas críticas, y en parte por la popularidad que Aereo está recibiendo gracias a la cobertura mediática de su juicio, ya en manos de doce jueces del Tribunal Supremo, la popularidad de Aereo está creciendo cada vez más.

Aereo, indudablemente, utiliza un resquicio en la ley para evitar el pago a los proveedores: las minúsculas antenas dispuestas en enormes parrillas, en realidad, no serían necesarias. Pero si la compañía obtuviese la señal por su cuenta y simplemente la redistribuyese, estaría supuestamente llevando a cabo una comunicación pública, y la comunicación pública devenga por ley el pago de derechos. Tener una antena por usuario permite a Aereo afirmar que en realidad, lo que hace es simplemente gestionar “una antena en la nube”, y que no existe comunicación pública, sino transmisión individualizada a cada usuario de lo que “su” antena recibe, servicio por el que cobra añadiendo el espacio de almacenamiento para grabar, pero que no la obliga, al menos teóricamente, a pagar a los canales que producen ese contenido, porque el usuario está en realidad “subcontratando” un servicio al que tendría derecho gratuitamente en su casa.

Al final, el juicio es una pugna entre las leyes de copyright – según la Copyright Act de 1976, los poseedores de los derechos tienen control sobre su transmisión y retransmisión – y las que tratan de proteger el avance tecnológico: hay quien ha comparado este juicio con el caso Betamax que enfrentó a Universal con Sony en 1984, y en el que triunfó esta última. Por el momento, el juicio está permitiendo ver cómo los doce jueces intentan informarse para la toma de su decisión, y tratan de entender cuál sería el alcance de una decisión en uno u otro sentido. En un lado, las empresas de cable, de satélite y los canales de televisión, apoyados por una administración Obama que se ha puesto de su lado y afirma que el modelo de Aereo es “claramente infractor”. En el otro, la mayoría de las empresas tecnológicas, las proveedoras de servicios en la nube, la Electronic Frontier Foundation (EFF) y muchos más. Un caso complejo, con infinidad de opiniones de terceros ofrecidas voluntariamente al tribunal, y que tendrá previsiblemente una resolución a mediados del próximo mes de junio.

Por el momento, los jueces parecen mostrarse relativamente escépticos: ven significativo que Aereo sea la única empresa que ofrece este tipo de servicios que no paga por ello, aunque también afirman que ese modo de buscar subterfugios legales para no hacerlo es muy similar a lo que hace cualquier abogado, y una forma de crear oportunidades para el progreso. En caso de perder, Aereo ha afirmado no tener un plan B. Si ganan, algunos canales de televisión han afirmado que pasarían a emitir únicamente por cable y abandonarían las emisiones públicas, lo que llevaría de entrada a un drástico redimensionamiento de su negocio publicitario que ya veríamos si están dispuestas a aceptar. Muchísima atención, y un caso que, en manos de doce jueces del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, puede marcar de manera sensible el futuro del desarrollo tecnológico.




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