Este jueves día 30 tendrá lugar la votación presencial en las elecciones de la SGAE, y por primera vez desde hace un montón de años, algo podría cambiar en la dirección de la que se ha convertido por méritos propios en la institución más odiada de nuestro país.
En la práctica totalidad de las ocasiones desde que el dinosaurio Bautista maneja la SGAE, las elecciones han tenido lugar sin que se presentasen otras candidaturas alternativas a la suya. Elecciones con un solo candidato, en las que de los más de cien mil autores socios de la SGAE de los que tan solo ocho mil tienen derecho a voto, terminaban ejerciéndolo únicamente alrededor de mil seiscientos en votación presencial, más unos trescientos en voto por correo (datos de las últimas elecciones), datos que posteriormente eran presentados como un supuesto “abrumador apoyo” a la única candidatura presentada. Un esquema, el de buscar intencionadamente la baja participación, diseñado para perpetuar en el poder a una junta directiva y a un presidente que, en virtud de los indicios de fraude que acumula, tiene sin duda muy buenas razones para intentar agarrarse a la silla todo el tiempo que pueda.
En esta ocasión, una candidatura, la encabezada por Jose Miguel Fernández Sastrón, ha sido capaz de superar la infinidad de trampas y fraudes en el acceso a los datos del censo – en un sistema de presentación de avales ya de por sí manipulado para evitar en la medida de lo posible la presentación de alternativas – y ha logrado plantarse en las elecciones con ciertas posibilidades de victoria. No es sencillo, pero tampoco imposible.
A un lado, una gestión inmovilista que ha incrementado de manera desmesurada las cantidades no repartidas a los autores, que mantiene a más de noventa mil asociados sin derecho a voto, que ha emprendido negocios enormemente dudosos en todos los sentidos, y que ha logrado por méritos exclusivamente propios un nivel de enfrentamiento con la sociedad española absolutamente inaudito y escandaloso, una fractura social que va a tardar muchos años en curarse, más de dos generaciones que ven a la SGAE como ven al lobo de los cuentos infantiles. Al otro, una candidatura de renovación, una persona con la que he tenido la ocasión de sentarme y que, frente a la actitud ultramontana de Bautista, tiene ideas razonables con respecto a la gestión de los derechos de autor, entiende la red, no criminaliza a los usuarios, no se llena la boca con estupideces como “el todo gratis”, “los piratas” o “los pendejos digitales”. Además, defiende algo completamente razonable en el ejercicio democrático: que todo asociado tenga derecho a voto. Obviamente, partía de buena situación: era necesario hacer muy poquito para poder presentarse como una alternativa mejor que un Teddy Bautista del que muchos podrían fácilmente creer que sacrifica gatos y devora bebés en la intimidad. Prácticamente cualquier alternativa sería mejor que lo que hay. Pero en mis conversaciones con Jose Miguel Fernández Sastrón, además, me he encontrado actitudes positivas y conciliadoras de quien pretende, obviamente, defender los derechos de los autores, pero sin necesariamente enfrentarse con ello a todo el resto de la sociedad. Actitudes en las que cabe pensar en puntos de encuentro, en consensos razonables. A estas alturas no estoy yo para poner la mano en el fuego por nadie y menos aún en la SGAE, pero la cosa tiene sin duda un aspecto muy diferente.
0 comentarios:
Publicar un comentario
ATENCIÓN: Google ha metido en Blogger un sistema antispam automático que clasifica como spam casi lo que le da la gana y que no se puede desactivar.
Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.