05 octubre 2012

Coches, falacias y luditas, en mi columna en Expansión

Mi columna de Expansión de esta semana se titula “Coches, falacias y luditas” (pdf), e intenta hacer un paralelismo entre el desarrollo de los llamados “coches que conducen solos” (en realidad, la ley sigue exigiendo que un humano con carnet de conducir válido vaya tras el volante) por Google y su aprobación para la circulación en los estados de Nevada, Florida y California, y la llamada “falacia ludita” o del desempleo tecnológico, que cree erróneamente que el avance de la tecnología es un algún tipo destructor neto de valor que perjudica la evolución de las sociedades humanas.

En efecto, los trabajadores de la industria textil inglesa de la Revolución Industrial llegaron, en 1811, a destrozar telares porque veían que el funcionamiento de estos dejaba sus habilidades sin valor, enviaba a muchos de ellos al paro, y convertía la experiencia y el saber hacer en irrelevante al permitir que prácticamente cualquier aprendiz controlase una máquina que hacía, con mayor regularidad y calidad, el trabajo que antes llevaban a cabo muchos hombres. Sin embargo, la aportación de la automatización de la fabricación y del desarrollo de la máquina herramienta a la productividad, al bienestar y al incremento de la renta disponible es, varios siglos después, clarísima e indiscutible. Al que se encontró de bruces con la sustitución, como previsiblemente se encontrarán los conductores profesionales con este tipo de tecnologías de “coches que conducen solos” en no mucho tiempo, es evidente que el avance de la tecnología le hará maldita la gracia, pero eso no quiere decir que la tecnología sea mala en sí, simplemente que no hemos extrapolado los futuros beneficios de la misma.

Algo que, sin duda, hay que plantearse en todo proceso de adopción. Que surja una tecnología que permita la distribución sin prácticamente fricción alguna de archivos a través de la red no hace, obviamente, ninguna gracia a los que poseían y controlaban los canales de distribución de manera enormemente rentable antes de que dicha tecnología existiera. Pero de ahí a que halla que prohibir el uso de esa tecnología para que esos señores sigan ganando dinero, va un trecho imposible de recorrer. Y que los políticos sean los que, convencidos por tamaña falacia, se encarguen de reformar las leyes para poner en efecto dicha prohibición indica, simplemente, la evidente decadencia de una clase política capaz de, por ignorancia o por interés, caer en semejante falacia.

A continuación, el texto completo de la columna:

 

Coches, falacias y luditas

Tres estados norteamericanos, Nevada, Florida y California, permiten ya la circulación de automóviles sin conductor guiados por sistemas autónomos robotizados. Y no hablamos de ciencia-ficción, sino de un sistema que, desarrollado por Google, ha probado ya su eficiencia conduciendo durante más de medio millón de kilómetros con un solo accidente, producido cuando un "imperfecto humano" embistió a uno de ellos.

El coche sin conductor nos permite ilustrar perfectamente la llamada "falacia ludita": es mejor, más fiable y más seguro que los conducidos por  humanos. Su adopción masiva reducirá sin duda el número de muertos en accidentes de tráfico. Un conductor robótico posee más y mejores sensores en toda la periferia del vehículo: ve, oye y “siente” el entorno mejor que un humano. Pero además, no se fatiga, no se despista, tiene reflejos más rápidos y toma mejores decisiones. Es, sencillamente, más eficiente.

Podemos recorrer tres estados de Norteamérica sin tocar el volante, el freno o el acelerador. ¿Qué quiere decir esto? Que una habilidad humana, la de conducir, ha perdido su valor. Es muy posible que la adopción de esta tecnología no se dirija al mercado de particulares, sino que encuentre terreno abonado en otra categoría: la de los conductores profesionales. Imagínese flotas de taxis, camiones y autobuses recorriendo calles y carreteras conducidos por robots que no comen, no beben, no duermen, no se detienen para ir al baño y, además, no tienen accidentes. La próxima ola de desempleo podría cebarse en taxistas, camioneros y conductores profesionales en general.

En 1811, algunos trabajadores destrozaban telares porque hacían el trabajo de muchas personas y generaban desempleo. Doscientos años después, sabemos que el avance tecnológico genera riqueza y bienestar, aunque al principio no lo parezca – y menos a los directamente afectados por la sustitución. Hoy vemos como algunas industrias y gobiernos pretenden proscribir el avance tecnológico porque "destruye su negocio". De luditas y falacias está el mundo lleno.



(Enlace a la entrada original - Licencia)

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