29 octubre 2012

Desempleo

No country, however rich, can afford the waste of its human resources. Demoralization caused by vast unemployment is our greatest extravagance. Morally, it is the greatest menace to our social order.”

(“Ningún país, por rico que sea, puede permitirse el despilfarro de sus recursos humanos. La desmoralización provocada por un desempleo elevado es nuestra mayor extravagancia. Moralmente, es la mayor amenaza para nuestro orden social.”)

 

La frase es de Franklin D. Roosevelt, trigésimo segundo Presidente de los Estados Unidos, y está escrita en piedra en el FDR Memorial en Washington. La pronunció en un discurso sobre el desempleo durante su campaña electoral en 1932: tras la Gran Depresión de 1929, el desempleo en los Estados Unidos alcanzaba los quince millones de personas, un tercio de los trabajadores no agrícolas; una cantidad parecida en magnitud a la que supone el actual 7.8%, pero con una población mucho menor. El presidente anterior, Edgar Hoover, consideraba que la depresión era simplemente parte de un ciclo económico, y no había tomado prácticamente ninguna medida para combatir sus efectos porque, según la frase que se le atribuía, “la prosperidad estaba simplemente a la vuelta de la esquina”.

En la primavera de 1933, cuando Roosevelt juró su cargo, uno de cada cuatro norteamericanos estaba sin trabajo, y los que lo tenían miraban a los desempleados con desprecio, considerándolos vagos, parásitos o ladrones. A medida que pasaban tiempo desempleados, los trabajadores empezaban a aparentar un aspecto cada vez más pobre y desaliñado, que hacía todavía más difícil que encontrasen trabajo. La incapacidad para mantener a sus familias llevó a muchos a emigrar lejos de sus familias, a convertirse en homeless, a caer en el alcoholismo, en la exclusión social o incluso en el suicidio.

Me encontré la frase en la página 65 de Race against the machine, un muy recomendable libro de los profesores del MIT Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee sobre la productividad de la tecnología que ya cité hace unos días, y eso me hizo revisar un poco el contexto histórico en que fue pronunciada. Contexto histórico que esperemos no se repita, pero del que siempre puede extraerse alguna experiencia. Entre otras, la enorme evolución del conjunto de aptitudes y actitudes necesarias para obtener un empleo en nuestros días, muchas de las cuales están y estarán cada vez más relacionadas con las tecnologías. No sé si la tecnología será suficiente como para sacarnos de la crisis, pero sí sé que los ladrillos y el tecnoescepticismo no lo harán.



(Enlace a la entrada original - Licencia)

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