Patricia Fernández de Lis me llamó para hablar del lanzamiento de Windows 8, y de los retos a los que Microsoft se enfrenta actualmente, y ayer lo publicó bajo el título “La última ventana abierta para Windows“. Mi impresión es, en primer lugar, que puedes ver que el mundo ha cambiado cuando te encuentras deseando que a un producto de Microsoft le vaya lo mejor posible por el bien de la diversidad del ecosistema. Y es que en efecto, la compañía que durante muchos años encarnó el monocultivo y sus consecuencias, la competencia predatoria sancionada por las autoridades antimonopolio y la reducción de las opciones para el cliente, la que tenía por encima de un 95% de cuota de mercado en los dispositivos, ahora, en un ecosistema mucho más diverso, está por debajo del 30%. Esa es la lectura real: que Microsoft siga siendo líder aplastante en ordenadores personales tiene una importancia muy relativa en un mundo en el que el ordenador personal ya solo es un dispositivo más, y no necesariamente el más importante, el que más crece o el que marca la agenda tecnológica. Como temas interesantes, en primer lugar, la falta de entusiasmo que el lanzamiento del producto parece estar generando, una situación cuya anticipación ha hecho caer la acción esta semana más de un 5%, y que es precisamente la que hace bastantes años me comentaban amigos míos en Microsoft que era lo que más miedo les daba: “que llegue un momento en que lancemos algo, y a la gente le dé igual”. Obviamente, el lanzamiento de Windows 8 no es algo como para dar igual a casi nadie: hablamos del líder en sistemas operativos para ordenadores lanzando una nueva versión drásticamente diferente a las anteriores. Sin duda, venderá millones y millones de copias, pero también es claro que no genera en modo alguno los revuelos casi circenses de algunos de sus competidores. En segundo lugar, la curiosa “retroevolución”: una compañía que era criticada en los dispositivos móviles por repetir las metáforas que utilizaba en los ordenadores, ahora toma una interfaz originalmente diseñada para el móvil, Metro, y la convierte en protagonista de su nuevo sistema operativo para ordenadores. Un cambio de dirección con importantes consecuencias de usabilidad, al que veremos cómo reacciona el mercado: dadas las características de la interfaz y el fortísimo cambio que supone con respecto a versiones anteriores, parece adecuado decir que muchos usuarios pueden quedarse “a cuadros” (nunca mejor dicho :-) Y en tercer lugar, una reflexión sobre el modelo de negocio: veo pocos comentarios acerca de la tan comentada transición de Microsoft hacia la nube y los servicios, aquella que no hace mucho llevó a la compañía a afirmar que “el 90% de sus esfuerzos de investigación estaban dedicados a la nube”. Si Windows 8 sirve para perpetuar el modelo de licencias y lo distrae de esa transición vital, o si se dedica a unas iniciativas en hardware por emular a Apple pero descuida la verdadera gran tendencia, podría terminar teniendo serios problemas. De Microsoft, ahora mismo, lo que más me interesa no es Windows 8 ni su hardware, sino lo que vaya viendo que son capaces de hacer en la red.
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.