27 octubre 2012

Entendiendo Twitter: sobre la asimetría, la información y el número de retweets

Veo un par de tweets de Marcos Cuevas, fundador y CEO de Layers, en el que comenta que hace un año hizo el experimento de dejar de seguirme en Twitter pensando que, en cualquier caso, vería todo lo que tweeteaba a través de retweets de otras personas (y sí, esta frase parece un maldito trabalenguas! :-) Sin embargo, Marcos afirma no haber visto ningún tweet mío a lo largo de ese año, lo que le lleva a concluir que cuando alguien tiene muchos seguidores, no le hacen retweets porque, dado que la razón de un retweet es propagar una información, si alguien tiene muchos seguidores se entiende que no le hace falta.

Creo que su conclusión es errónea, y además creo tener suficientes datos para comprobarlo gracias a la función de analíticas que desde hace poco tiempo está disponible para algunas cuentas de Twitter. Utilizando la función exportación, que permite extraer los datos y descargarlos en forma de fichero delimitado por comas (CSV) o Excel (XLS), analizaré los últimos treinta días de actividad. Primero, el número de retweets a cada una de mis actualizaciones: el promedio global es de 10,46. Esto incluye tanto las actualizaciones que hago para informar de mis entradas en el blog como las que utilizo simplemente para hacer un comentario de cualquier tipo o las que forman parte de una conversación con otro usuario. Si desglosamos por tipo, veremos que las primeras, las que uso para difundir mis propias entradas en el blog, ofrecen una media de 27,89 retweets cada una (entre uno como mínima, y 374 como máximo), mientras que las dedicadas a a comentarios de otros tipos muestran una media de 8,23 y las que forman parte de conversaciones o respuestas encabezadas con un signo @ se quedan en una media de tan solo 0,57 (las ocasiones en que una parte de una conversación es retweeteada son, lógicamente, más bien escasas).

Vayamos un poco más allá: según las mismas analíticas, el 36% de mis followers han retweeteado alguna vez alguno de mis tweets (gracias a todos ellos ;-) La gran mayoría de los que lo hacen son, según Twitter, españoles (85%), seguidos por mexicanos (2%) y otras nacionalidades (13%). El 41% de los seguidores que me retweetean son mujeres (que constituyen un 61% de todos mis seguidores), frente a un 59% de hombres (39% del total de seguidores).

Para tener la imagen completa, habría que incorporar los tweets que contienen enlaces hacia mi propia página, bien utilizando el botón de Twitter situado en cada una de las entradas o por otros medios. En este caso, las analíticas de Twitter no ofrecen el dato desglosado por entrada, sino por actividad diaria (u horaria, que en este caso no aporta gran cosa), y la media que resulta es de 997,70 tweets al día, con un mínimo de 182 y un máximo de 8811.

¿Qué pretendo con esta avalancha de datos? Aparte de comprobar que el hecho de que Marcos Cuevas no haya visto ningún retweet mío podría deberse a muchas razones, pero no a que no se produzcan, cosa que como tal es poco importante, pretendo llevar a cabo una reflexión sobre la dinámica de uso de Twitter. Lo que me lleva a hablar de una característica de Twitter como red que resulta muy interesante: la asimetría. Es decir, el hecho de que las relaciones en la red se produzcan de manera mayoritariamente no recíproca. A partir del momento en que una persona posee, por las razones que sean, un cierto nivel de visibilidad, sus actualizaciones pasan a ser interesantes a más personas que aquellas a las que conoce directamente o a las que tiene interés en seguir, lo que lleva a situaciones muy habituales de desequilibrio entre el número de seguidores y seguidos. Al principio de la popularización de Twitter, algunas personas afirmaban que no seguir a quien te seguía resultaba de alguna manera “engreído”: el uso ha terminado por demostrar que estas personas estaban completamente equivocadas. A día de hoy, lo normal en Twitter es ser completamente asimétrico, seguir a quien te interesa independientemente de que te siga o no, mientras que practicar la simetría siguiendo a todo aquel que te sigue a ti suele ser una practica identificada con el spam o con el uso por parte de agencias o medios de comunicación. En mi caso, yo sigo a aquellas personas a las que me interesa seguir porque las conozco personalmente o por el contenido de sus actualizaciones, y suelo seguir también a aquellas personas con las que quiero mantener una conversación mediante DM para que puedan responderme por el mismo medio, aunque no siempre continúo siguiéndolas una vez que termina dicha conversación (solo si veo que lo que twittean me interesa).

Dado el rasgo de asimetría, ¿que puede llevar a que una persona, tras un año de no seguir a otra, afirme no haber visto ninguna de sus actualizaciones? Lanzaré algunas hipótesis: primera, más probable, que las personas a las que sigue en Twitter no están entre aquellos que habitualmente retweetean actualizaciones de esa persona. Simplemente, dada la asimetría de la red, Twitter ha llevado a que esa persona se encuentre dentro de un cluster o subconjunto de personas a las que ese tipo de información que ese usuario habitualmente escribe no le interesan. Perfecto, raro sería que lo que uno escribe interesase a todo el mundo. Segunda hipótesis: esa persona no se fija demasiado bien.

En cualquiera de los casos, considero que el tiempo ha puesto las cosas en su sitio: como bien puede verse en la evolución de mi número de followers, el hecho de que yo tenga en este momento 166.558 seguidores no tiene nada que ver con mi visibilidad pública, sino que se debe mayoritariamente a una anomalía, que afectó también a usuarios como Eduardo Arcos, Marilink, o Jose Luis Orihuela, entre otros: cuando Twitter lanzó su versión en español, tomó a aquellos usuarios que en aquel momento teníamos más seguidores (hablamos en mi caso entonces de unos 6.300), y los incluyó en un listado de “cuentas a seguir”, que una gran cantidad de nuevos usuarios incorporaron por defecto durante los dos meses siguientes (entre el 27/10/2009 y el 22/12/2009). En mi caso, me llevó desde los citados 6.300 hasta nada menos que 62.600, una situación poco lógica considerando que, por mucho blog que tenga, soy un simple profesor de una escuela de negocios.

A partir de ahí, la media se ha estabilizado mucho más. A lo largo del último mes, de nuevo según las analíticas de Twitter, 4.633 personas han decidido seguirme, y 2.227 han optado por dejar de hacerlo, lo cual constituye, a mi entender, una dinámica perfectamente normal. En los tiempos que corren y con el nivel de popularidad y difusión de Twitter, una cuenta con este número de followers ya no resulta especialmente llamativa: hay usuarios españoles que superan ampliamente el millón de seguidores. ¿Dónde está la cuestión? Pues que por ejemplo, un Carles Puyol (3.922.612 followers en el momento en que escribo estas líneas) imagino que tiene complicado salir a la calle sin que llegue alguien y lo salude, lo pare, le pida un autógrafo o le diga algo. Mientras que en mi caso, os puedo asegurar que eso es algo que me ocurre de manera bastante excepcional, y que si alguien me saluda o me comenta algo por la calle suele estar más relacionado con el hecho de haberle dado clase o de haberme visto en una charla en algún momento de mis más de veintidós años de experiencia docente que con el hecho de que escriba en un blog o en un periódico. Pongamos las cosas en su sitio.

Una nota final sobre la viralidad. Twitter es, en efecto, una red muy dada a estimularla. Pero los que nos dedicamos a medir este tipo de cosas sabemos también que dicha viralidad y la difusión que genera no solo está sometida a macrodinámicas relacionadas con la temática de la actualización, el momento del día u otras circunstancias, sino también con microdinámicas derivadas de las acciones de una sola persona. La curva típica de vida de un enlace es una primera explosión que en mi caso suele alcanzar a entre un 1% y un 2% de mi base de followers, seguida por una larga cola que se mantiene en ocasiones seis o siete horas, hasta que se limita ya a menos de un retweet por hora. Pero en esa larga cola siempre aparecen “bultos”, incidencias provocadas por un usuario que decide retweetear aunque hayan pasado varias horas de la actualización original, y que genera a su vez una nueva fase de difusión entre sus followers. El caso de Alfonso Alcántara, @Yoriento, me parece especialmente llamativo entre las personas a las que sigo: no importa en qué momento haga retweet de una actualización mía, que inmediatamente provoca una oleada de atención hacia la misma: estoy completamente seguro de que el clickthrough de sus ahora mismo 58.802 followers es mucho más elevado que el 1% – 2% habitual de los míos, lo cual no deja de ser un interesante dato para su análisis. En cualquier caso, dinámicas sin duda interesantes que condicionan la circulación de la información, y sobre las que seguramente se escribirán cosas en el futuro, sobre todo a medida que empresas y medios vayan siendo conscientes del tema.

Terminando: Marcos Cuevas puede estar muy tranquilo. Primero, porque efectivamente se puede vivir perfectamente bien sin seguirme en Twitter (faltaría más, me preocuparía seriamente que no fuese así :-) Segundo, porque si no ve retweets de actualizaciones mías no es porque exista un contubernio judeomasónico internacional o algún tipo de complot para silenciarme, sino porque simplemente, la gente a la que sigue no está especialmente interesada en las cosas que yo cuento. Y tercero, que su observación, aún siendo errónea, me ha dado para un tremendo ladrillo de entrada (asustado estoy al releerla) sobre la naturaleza y comportamiento de Twitter como red asimétrica. Si a alguien le ha interesado y ha sobrevivido a su lectura, ya sabe: la puede retweetear.



(Enlace a la entrada original - Licencia)

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