27 octubre 2012

No, no todo lo que lees en la pantalla es cierto

No hay aún ninguna prueba de que nadie haya realmente caído en esto y probablemente no llegue a haberla como tal, pero es un muy buen ejemplo – políticamente incorrectísimo, eso sí – de por qué es bueno que la gestión de la información se enseñe en las escuelas desde pequeños.

Una captura de un tweet aparentemente enviado desde la cuenta oficial de Entertainment Tonight afirma que Justin Bieber ha sido diagnosticado con cáncer, y que muchas de sus fans están afeitándose la cabeza para mostrar su apoyo al artista. Añádele una galería de fotos de fans para estimular el comportamiento grupal, y otro tweet, supuestamente desde la cuenta oficial de Bieber, en el que agradece el gesto, y ya tienes un trending topic, #BaldForBieber, rápidamente escalando en popularidad en Twitter. Y supuestamente, aunque nadie ha visto pruebas de esto, un montón de Beliebers con la cabeza pelada, un mensaje que “suena creíble”, lo sea o no.

Aparentemente, el hoax (OJO, sonido preactivado) proviene de la ilimitada factoría 4chan. Y sea cierto o no, existan o no adolescentes con la cabeza recién afeitada, es un fantástico ejemplo de por qué la educación debe incluir el manejo de información de la red y todo el conjunto de prácticas de verificación y comprobación de lo que podemos encontrar en ella. Un proceso educativo que enseñe a los niños a buscar información, a comprobar sus fuentes y a validarla en función de distintos criterios es lo que hace falta para desarrollar la pluralidad como valor y para aprender a evitar la manipulación.

Hace tiempo, se achacaba el efecto “es verdad, lo leí en internet” a la rápida transición de una generación educada en la televisión y en su conocido mensaje de as seen on TV a una pantalla diferente, la del ordenador, que daba paso a una red en la que la caída de las barreras de entrada tecnológicas hacían que cualquiera pudiese crear y difundir información. De un mundo con productores ilimitados y supuestamente verificados, a otro en el que cualquiera podía ser un productor. Supuestamente, se decía, las generaciones que lleguen ya educadas en la conectividad ubicua y en la facilidad de producción de información dejarán de tener este reflejo, y desarrollarán las habilidades necesarias para manejar un torrente creciente e ilimitado de información.

En paralelo, hemos vivido la hipertrofia de la web social, con redes como Twitter en las que se maneja información en formatos ultracomprimidos, píldoras de ciento cuarenta caracteres que incentivan la redifusión, el “disparo desde la cintura”, el “retwittea primero, verifica después” (o directamente, no verifiques, ya te sacarán de tu error si no era cierto). Todo un campo de entrenamiento para quienes pretenden entender los secretos de ese atributo denominado “viralidad”: ¿que lleva a las personas a reenviar algo? Factores como la novedad, el humor, las dinámicas grupales, las causas que generan identificación o militancia, y todos esos factores que llevan a que un mensaje o información determinada no se transmita de manera aséptica como lo haría un anuncio en un corte publicitario, sino acompañado del refrendo que le proporciona el venir a través de un contacto conocido.

¿La información nos hará libres? No, mientras no aprendamos a gestionarla y a verificarla adecuadamente.



(Enlace a la entrada original - Licencia)

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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.