20 octubre 2012

La edad y la tecnología

El de la edad y la tecnología es uno de los estereotipos que más me llaman la atención. Será porque mi padre, con setenta y tres añitos, es usuario habitual de la web y empieza a iniciarse ahora con los smartphones o porque me dedico a la formación de directivos que en muchas ocasiones llevan tiempo peinando canas (o no peinándolas :-) , la idea de “no puedes enseñar a un perro viejo nuevos trucos” me resulta muy poco real.

Revisando alertas encontré esta noticia en El Confidencial de hace algo más de una semana, “Tienes 50 años y cobras mucho: a la calle“,  en la que Esteban Hernández me cita hablando del uso de tecnología de las personas de cierta edad: mi principio básico en ese sentido es que, por lo general, no se trata de una cuestión de edad, sino de propuesta de valor. Aquella persona, independientemente de su edad, que ve una propuesta de valor clara para el uso de la tecnología, puede avanzar en su uso, porque precisamente lo que la tecnología lleva haciendo mucho tiempo es reducir las barreras de entrada relacionadas con su uso.

Como profesor en una escuela de negocios, vivo una paradoja curiosa: mientras la mayoría de mis colegas de otras áreas deben por lo general elevar el nivel de sus explicaciones a medida que aumenta la edad y la experiencia de sus alumnos (en IE Business School hay desde universitarios hasta programas de alta dirección, con toda la gama de edades que ello suele conllevar), a mí me ocurre casi siempre lo contrario, de manera que cuanto más jóvenes son mis alumnos, más necesito elevar el nivel si no quiero que me saquen de clase a patadas por aburrirles con obviedades. En mi experiencia con directivos en programas de alta dirección, lo que en ocasiones puede resultar relativamente complejo no es que utilicen la tecnología, sino que entiendan por qué razón deben utilizarla. Propuestas de valor como entender al cliente potencial que las utiliza, explorar reacciones o comunicar mejor suelen generar reacciones positivas, mientras que la posibilidad de críticas asociada a la bidireccionalidad del canal suele generar miedos o, como mínimo, respeto. La analítica web, por ejemplo, resulta una propuesta de valor poderosísimamente atractiva, capaz de hacer que un directivo de cualquier edad se lance sobre una máquina para obtener esa sensación de “mirar por el ojo de la cerradura”. Y en todos esos casos, la edad no me parece que suponga un obstáculo importante a la adopción. Sin embargo, una de las variables más diferenciales que suelen citarse en las comparaciones entre España y los Estados Unidos es que en el país norteamericano, la generación de los baby boomers ha adoptado de manera entusiasta la tecnología, mientras que en España muchos la consideran una “generación perdida” en ese sentido.

El día a día, la rutina, la sensación de “no tengo tiempo para eso” sí que lo es. Pero aunque las agendas tiendan a llenarse más a medida que avanzamos profesionalmente, el efecto no depende de la edad de manera directa. Limitaciones físicas, como la habilidad con los dedos – esa sensación de “todos mis dedos parecen pulgares” o los problemas relacionados con la adaptación de la vista a determinadas distancias pueden suponer un obstáculo a la adopción de dispositivos como smartphones, pero de nuevo, en la mayoría de los casos me parece algo que puede por lo general superarse si la propuesta de valor percibida es suficientemente interesante. Mi madre, con sesenta y muchos años, está enamorada de su Kindle porque le pesa menos que un libro, porque cambia el tamaño de la letra al que le viene mejor en cada momento, y porque cuando lo saca del bolso se encuentra con que la gente le dice eso de “ay, señora, qué moderna” :-) , a pesar de que prácticamente nunca se sienta delante del ordenador y por lo tanto, cada vez que quiere un libro, me llama por teléfono.

¿Qué experiencias interesantes tenéis en la relación entre la edad y el uso de tecnología?



(Enlace a la entrada original - Licencia)

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