09 marzo 2013

Hablando sobre las lecciones de Friendster, en Materia

Friendster-MateriaMiguel Ángel Criado, de Materia, me envió algunas preguntas por correo electrónico con un planteamiento muy interesante: las lecciones que podían derivarse de la evolución de la que fue una de las primeras grandes redes sociales, Friendster, creada por Jonathan Abrams en el año 2002. Miguel Ángel ha publicado hoy algunos de mis comentarios en su noticia titulada “Las lecciones que Facebook debe aprender de la muerte de la primera gran red social“.

Incidentalmente, es un tema que me ha resultado siempre muy interesante, no solo por la perspectiva ya casi “histórica” (en términos de red) de la evolución del tema, sino también porque dado mi trabajo, tengo habitualmente acceso a alumnos de diversas partes del mundo que me dan la visión local sobre ello. Poder hablar sobre la evolución de Orkut  con alumnos brasileños o indios, o de Friendster a partir de norteamericanos, indonesios o del sudeste asiático en general es algo que, como recurso de investigación, tiene su punto para alguien interesado en los procesos de adopción y difusión tecnológica (de ahí que haya escrito en varias ocasiones sobre el tema y que soltase al pobre Miguel Ángel el tocho de texto que veis más abajo :-)

A continuación, el cruce completo de preguntas y respuestas que intercambié con Miguel Ángel al respecto del tema:

 

P. En tu opinión, ¿que pasó con Friendster para que pasara de ser la primera red social global a un sitio de juegos del sudeste asiático? Y ya mirando un poco a Facebook. ¿Crees que le puede pasar algo similar?

R. En mi opinión, y es un caso que he ido documentando durante bastante tiempo con alumnos procedentes de diversas nacionalidades, fue un simple caso de deriva social. Los negocios online tienen un cierto nivel de previsibilidad en función de su naturaleza: a mayor crecimiento vía efecto red (viralidad, word-of-mouth, usuarios que quieren que sus amigos estén en la red para que tenga sentido, etc.), esa capacidad de hacer previsiones es menor, tanto en escala como en composición. En un negocio como una red social, el crecimiento puede controlarse al principio emitiendo invitaciones en un sistema de beta cerrada, pero una vez en abierto, se hace imposible de controlar.

Recordemos el caso de Orkut: un proyecto intraemprendido por Orkut Büyükkökten con su 20% de tiempo de libre asignación en Google, que Google decide promover y apoyar, y que se convierte en la primera incursión de la compañía en las redes sociales entendidas como tales. Tras una primera fase de crecimiento razonablemente global y variado, llega… ¡la invasión brasileña! De la noche a la mañana, algunas invitaciones caen en manos de determinadas personas en Brasil, que logran que el uso de Orkut se convierta en un fenómeno social: portadas de todas las revistas, noticias, competiciones para ver quién tiene más amigos en la red, etc. Llega un momento en que el tráfico de Orkut a nivel global están tan sesgado hacia Brasil, que muchos usuarios de otros idiomas se sientes tan desplazados, que abandonan la red. Se ha convertido en un fenómeno que Brasil se ha “apropiado” por la via de los hechos. Ese mismo fenómeno solo tuvo parangón en India, y ambos países se convirtieron en los únicos países en los que Orkut tuvo una presencia representativa. Obviamente, una situación subóptima para Google, que al poco tiempo vio lo que pasaba y migró los servidores de la aplicación a esos países y dejó de invertir en su desarrollo.

Con Friendster pasó algo muy parecido, y sinceramente, no creo que tuviese tanto que ver con las modificaciones introducidas en la aplicación, como con un fenómeno de penetración social espontánea y no buscada en Indonesia, Malasia y sudeste asiático en general. En esos países surgió una cierta minoría hipster que consideraba cool adoptar una herramienta en inglés para su comunicación, aunque esta seguía desarrollándose en bahasa (fuese en indonesio, malayo, etc.), y que en un momento dado alcanzaron una tracción tal, que provocaron que los usuarios angloparlantes de la red llegasen a sentirse desplazados, fuera de lugar. A partir de ahí, todo es mérito del efecto red. Friendster terminó por no tener sentido ni para su propio creador, que finalmente decidió venderla.

En el caso de Facebook, el crecimiento que ha alcanzado es tan global, que no corre ya ese peligro. Por otro lado, la compartimentación en función de idioma es mucho más elevada: puedes relacionarte con quien quieras en Facebook, pero por lo general, todo lo que visualizas viene o bien de tu red de contactos, o bien de tu entorno normativo, incluyendo la segmentación de la publicidad. Por tanto, el efecto de posible predominio de un idioma determinado ya se diluye completamente. Otra cosa es que demográficamente la red acabe por no resultar interesante para determinados grupos, que los adolescentes la consideren “una herramienta de viejos”, o cuestiones afines. Ante eso no hay prácticamente ninguna herramienta con base en lo social que esté completamente protegida. Al final, depender de factores de adopción social y de decisiones basadas en factores completamente subjetivos dota a este entorno de una fragilidad muy superior a la que tienen empresas comparables en tamaño en casi cualquier otra industria, algo que en cierto sentido se refleja en su cotización.


(Enlace a la entrada original - Licencia)

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