Weibo, propiedad de Sina Corp., es el Twitter chino: una copia prácticamente idéntica del servicio creado por Jack Dorsey y compañía, que tiene su origen precisamente en el hecho de que el uso de Twitter está prohibido en China. Los usuarios de Weibo publican mensajes de ciento cuarenta caracteres (aunque ciento cuarenta sinogramas contienen generalmente bastante más información que el mismo número en caracteres alfabéticos), utilizan el signo @ para designar los nombres de usuario, usan # para los hashtags, tienen funciones de retweet y de favoritos, cuentas verificadas, y un desarrollo que prácticamente paraleliza los cambios y la oferta que Twitter va poniendo en práctica. Un auténtico clon, escrito en chino. En todos los sentidos, la existencia de Weibo es una disfuncionalidad derivada del hecho de que el gobierno chino se siente más cómodo planteando una alternativa sobre la que es capaz de ejercer un control directo.
Weibo es utilizado de manera muy generalizada en China: más de trescientos millones de usuarios se envían alrededor de cien millones de mensajes cada día, a razón de unos setenta mil por minuto. Una popularidad apabullante, elevada a las dimensiones habituales en el gigante asiático. Y a semejante actividad, corresponde un despliegue de medios igualmente impresionante con el fin de garantizar la ortodoxia y evitar usos potencialmente conflictivos. Un artículo publicado en Arxiv.org titulado “The velocity of censorship: high-fidelity detection of microblog post deletions“ y reseñado en MIT Tech Review proporciona datos del nivel de censura al que las autoridades chinas someten a un servicio como Weibo: una actividad manual llevada a cabo por más de cuatro mil censores que trabajan a turnos, con pautas reconocibles en su ritmo diario, y que lleva a que cualquier mensaje considerado peligroso sea eliminado por la vía rápida.
De entrada, hay un control ejercido por la propia Weibo, que pre-filtra algunos términos y advierte al usuario de que su mensaje no puede ser publicado por ser contrario a las normas de la compañía: algunos mensajes no llegan siquiera a ver la luz. En caso de ser publicado, un 30% de las eliminaciones ocurren de manera inmediata, procedentes de sistemas de filtrado directo. Un 5% cae en los ocho minutos siguientes a la publicación, tras presumiblemente una supervisión manual por palabras clave o por provenir de usuarios considerados “sospechosos” que son sometidos a un nivel más elevado de monitorización. Alrededor de un 90% de las eliminaciones tiene lugar en un día, aunque hay casos particulares de borrado de mensajes con varios días de antigüedad, sobre todo si pasan a tener algo de relevancia por su número de retweets, favoritos o enlaces externos
Pueden verse patrones diarios reconocibles en la actividad de censura, como la lógica disminución en las horas nocturnas, el subsiguiente pico por la mañana que se soluciona generalmente hacia la mitad del día, o el característico descenso de las siete de la tarde coincidiendo con la hora de las noticias. Una tarea de dimensiones brutales si unimos a la dificultad de censurar en un idioma como el chino, el hecho de que la naturaleza de Weibo lleva al empleo habitual de neologismos, la mezcla con otros idiomas o el uso de abreviaturas.
Para tener una imagen completa,podemos ver el efecto de la censura: la compañía sanciona a aquellos cuyos mensajes son censurados con una variedad de castigos que van desde la sutil censura de las actualizaciones para todos los usuarios menos para el que los origina (el usuario tiene la impresión de que nadie reacciona a su mensaje), hasta directamente el cierre de la cuenta, pasando por medidas como prohibiciones temporales, desmotivación por retrasos en la publicación de hasta siete días (¿qué sentido tiene un sistema de microblogging cuyo principal valor añadido suele ser la instantaneidad si tus actualizaciones se retrasan una semana?), asignación de una especie de “secretario virtual” que lee tus actualizaciones y te “advierte” si son “incorrectas”, o incluso llegando al bloqueo mediante IP para evitar la apertura de otras cuentas. Un abanico de hasta ocho medidas diferentes para proteger la ortodoxia gubernamental.
La evolución de Weibo es una auténtica galería de los horrores de hasta dónde puede llegar un gobierno para evitar el acceso de los ciudadanos a la información, empezando por su misma existencia (clon oportunista que aprovecha una restricción) y siguiendo por su funcionamiento cotidiano. Destinar más de cuatro mil personas a vigilar permanentemente y con rigurosos turnos las actualizaciones de trescientos millones de usuarios es algo que recuerda hasta tal punto al 1984 de George Orwell y a su Ministerio de la Verdad, que permite que podamos coronar a su autor como a un auténtico genio de la ciencia-ficción. Una sociedad decididamente disfuncional. Y un ejemplo que nos debería prevenir de todos aquellos que pretenden jugar a “proteger” a los ciudadanos de todo aquello que consideran o pretenden calificar como de “terribles peligros”, desde el halal-internet iraní, hasta ejemplos mucho más cercanos. Siempre que veas un político que pretenda supuestamente “protegerte” de internet, sea a ti, a los menores o a quien se le pase por la imaginación, piensa en el horror del caso Weibo. Y pide que no te protejan tanto.
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.