Un paper académico publicado por Andrew Adams (University of Reading) y por Ian Brown (Oxford Internet Institute) al que llego a través de Boing Boing formaliza las evidencias que todos, salvo determinados ministros, veíamos claras: que intentar convertir a los proveedores de servicios en vigilantes de lo que pasa por sus cables no soluciona en absoluto el problema de la circulación de materiales sujetos a derechos de propiedad intelectual.
Las razones para el fracaso son por todos conocidas: en primer lugar, porque el cifrado del tráfico puede llevarse a cabo de manera absolutamente sencilla y al alcance de cualquier usuario, incluyendo la ofuscación de determinados protocolos, que pueden además ser enmascarados. El software es incapaz de comprender y discernir las complejidades del intercambio de materiales, y por tanto de separar descargas que deberían ser autorizadas de aquellas que pretenderían infructuosamente impedir. Ni siquiera el análisis de patrones de descarga funciona, porque los usuarios pueden generar estos patrones a su voluntad generando falsos positivos.
No olvidemos que este tipo de restricciones planteadas sobre la red ya se ha intentado antes: los intentos del gobierno norteamericano por detener la libre difusión de software de cifrado fallaron espectacularmente, incluso tras los atentados del 11S. Los sitios que facilitan enlaces de descarga de materiales pueden ser fácilmente clonados y reproducidos en otros sitios, lo que convierte en inútiles medidas de bloqueo como las que algunos gobiernos como el italiano han intentado llevar a cabo (y que solo sirvieron para que estos sitios declarasen incrementos del tráfico procedente de los países implicados), y esta función de búsqueda alternativa se encuentra ya, además, construida directamente en algunos clientes, para evitar así la dependencia de un solo sitio. El sistema, desde la época en la que la justicia cerró Napster, ha aprendido de la experiencia. Y por último, pero no menos importante, la disponibilidad de unidades de almacenamiento de alta capacidad que pueden ser llevadas en un bolsillo permitirían incluso que la circulación de obras sujetas a derechos de autor continuase incluso aunque la red no lo permitiese, creando una “red de circulación analógica paralela” que sería imposible de detener.
No, no funciona. La red, por la naturaleza de su propio protocolo, rodea e invalida restricciones tan burdas como las que algunos gobiernos pretenden imponer. Por tanto, además de liberticida e impopular, es inútil y equivocado, tan equivocado como tantos otros caminos anteriores que los defensores de la visión pre-Internet de la propiedad intelectual han hecho tomar a los gobiernos anteriormente. A ver si alguien le deja el paper al ministro encima de su mesa, o si algún amigo que tenga en Francia, UK o Italia le llama y le deja ver que el intercambio de materiales sujetos a derechos de autor sigue funcionando perfectamente y como siempre en esos países…
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.