08 febrero 2009

Las ?terribles amenazas? de Latitude

latitudeCuando el pasado 4 de Febrero recibí información sobre Google Latitude, me faltó tiempo para empezar a instalarlo. Llevo bastante tiempo probando diferentes tecnologías de geolocalización, me resultan muy atractivas, y la integración que ésta planteaba con tecnologías ya familiares me parecía que la dotaba de una gran sencillez. Sin embargo, fue cuestión de ver los primeros telediarios y los primeros artículos de prensa para reconocer el mismo tono de siempre: Google Latitude, esa terrible amenaza a la privacidad, esas evocaciones al Gran Hermano que todo lo vigila, a los jefes que controlarán a sus empleados…

A poco tiempo que lleves analizando tecnologías, lo reconoces automáticamente: personas hablando de algo que les han contado, que no han probado, que no han siquiera explorado un poquito. El informe negativo de Privacy International se basa en algo tan cuestionable como la posibilidad de que una tercera persona consiga acceso al terminal de otra, y pueda instalar y activar en él el programa, algo para lo que necesitaría, además, disponer de su contraseña de Google Accounts.¿Existe la amenaza? Por supuesto, toda tecnología las tiene. Pero ¿es creíble, realista o de verdad “amenazante”? Desde mi punto de vista, en absoluto.

Bastan cinco minutos tras la instalación del programa para darse cuenta de que, en términos de privacidad, esta aplicación tiene los deberes hechos, algo lógico cuando este tipo de “cuentos de viejas” aparecen con cada paso que da la tecnología: en primer lugar, la necesidad de aprobar individualmente a cada persona que pretende seguir nuestra posición. En segundo, la posibilidad evidente de apagar el programa. Y en tercero, la pestaña de Privacidad, que ofrece las opciones de detectar la ubicación a partir de la señal del GPS o de la información de la célula, de establecer una ubicación manualmente, o de ocultar la ubicación. El programa, mirado desde cualquier estándar, resulta tan respetuoso como uno quiera: uno puede, por supuesto, dar acceso a todo aquel que se lo pida y compartir su ubicación con todos ellos de manera constante; o puede optar por aceptar únicamente a su círculo más íntimo, y mantener desconectado el programa salvo en determinadas situaciones.

El miedo a lo desconocido es una caracteristica natural en los seres vivos. La inercia, la resistencia a cambiar el estado de reposo o movimiento, también lo es. Pero ¿no empezamos ya a ver como enormemente cansinas este tipo de reacciones? Independientemente de que el programa venga o no de Google y de que esta empresa encarne para algunos una terrible amenaza, las menciones a los “terribles peligros” que plantea no resisten un análisis con una mínima seriedad, y se repiten puntualmente cada vez que aparece una nueva tecnología. Todo es malo malísimo, todo es una amenaza, todo está lleno de peligros. ¿Se puede pedir a la sociedad que tenga una actitud favorable al progreso tecnológico cuando desde los medios se les alimenta con sensacionalismo y falta de rigor?

(Enlace a la entrada original - Licencia)

1 comentario:

  1. "A poco tiempo que lleves analizando tecnologías, lo reconoces automáticamente: personas hablando de algo que les han contado, que no han probado, que no han siquiera explorado un poquito."

    ¿Como tú con cualquier cosa que provenga de Microsoft, por ejemplo?

    "¿Se puede pedir a la sociedad que tenga una actitud favorable al progreso tecnológico cuando desde los medios se les alimenta con sensacionalismo y falta de rigor?"

    Ejem, ejem, ejem....

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ATENCIÓN: Google ha metido en Blogger un sistema antispam automático que clasifica como spam casi lo que le da la gana y que no se puede desactivar.

Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.