03 octubre 2010

iPad y el futuro del tablet

Con las previsiones de ventas del iPad para 2011 recién actualizadas a veintiún millones de unidades frente a los catorce millones y medio anteriores (estimaciones de Piper Jaffray), parece ya bastante irracional dudar a estas alturas del descomunal éxito que ha supuesto el dispositivo de Apple. A estas alturas, los comentarios iniciales que pretendían reducir su mercado al de los fanboys o que llegaban incluso a calificarlo como de “fiasco” ya han sido convenientemente puestos en su sitio por la tozuda realidad. Como en ocasiones anteriores, y ya con autentico sabor a déjà vu, vemos cómo muchos otros fabricantes lanzan sus supuestos “iPad killers”, todos ellos “mejores”, “más baratos” o “libres de las limitaciones” del modelo de Apple, para terminar ocupando una posición meramente residual en las cifras de ventas. Se discute sobre si el éxito del iPad ha supuesto o no una caída de las cifras de ventas de otros dispositivos, o hasta qué punto el futuro de los dispositivos tiene forma de tablet.

Mi experiencia tras el uso de un iPad 3G desde el momento en que estuvo disponible en España se describe de manera muy sencilla: seguramente es uno de los gadgets a los que más rendimiento he extraído desde que el mundo es mundo y los gadgets son gadgets, y claramente no soy el único: el iPad mantiene unas cifras notablemente elevadas en cuanto a satisfacción de sus usuarios. Sin embargo, no ha canibalizado el tiempo de uso de mis otros dispositivos, ni por encima, ni por debajo: el tiempo que paso delante de un ordenador sigue prácticamente constante, y el uso de terminales de telefonía móvil para acceder a datos, también. El iPad es, en mi caso, un dispositivo decididamente incremental. Hace más fácil muchas cosas, como leer en la cama, echar un ojo a algo desde un sofá o tomar notas en una reunión, pero no sustituye realmente a nada, salvo tal vez a unos netbooks que nunca llegaron a significar un porcentaje importante de mi tiempo de uso. Lo he utilizado para hacer presentaciones, he probado a sustituir mi MacBoook Pro por él en múltiples ocasiones, he debido contribuir a vender algunos dispositivos a quienes me han visto utilizándolo, pero la conclusión acaba siempre siendo la misma: salvo situaciones muy excepcionales, mejor usar cada cosa para lo que es.

El iPad es decididamente delicioso para consultar información. La limitación de no poder consultar páginas con Flash, ni la noto, auqnue también es verdad que nunca he sido yo especialmente amigo de Flash (navego sistemáticamente con Flashblock activado en todos mis ordenadores). Para la dirección opuesta, subir información, está bien, pero tan solo eso: “bien”. Tras meses de uso, teclear algo de un tamaño razonable en el teclado virtual del iPad sigue dándome una pereza importante. Escribir en el blog desde el iPad es algo que ni me planteo: podría hacerlo, sí, pero estaría mucho más incómodo. Moderar un comentario, bien. Escribirlo, no gracias. El iPad ha extendido el tiempo que paso conectado y me ha dado facilidades para muchas cosas, pero no me ha hecho usar menos ninguno de los dispositivos que ya tenía anteriormente.

¿Hacia dónde van este tipo de dispositivos? Mi impresión es que veremos tablets por todas partes. Que algunas de ellas, como la que recientemente anunció RIM, puedan tal vez llegar a alcanzar un cierto nivel de penetración en el mercado corporativo, con un esquema de uso en modo “extensión” básicamente similar. Los dispositivos basados en Android tendrán indudablemente su mercado. Posiblemente 2011 sea el año del tablet, en el sentido en que la categoría crecerá enormemente y disfrutará de unas ventas obviamente nunca vistas en ese tipo de dispositivos. Pero el hecho de que los tablet como categoría crezcan en ventas, aunque signifique un crecimiento del tiempo de conexión, será un factor generalmente más complementario que sustitutivo, y muy pocos usuarios comprarán un tablet “en lugar de” un ordenador, para usarlo como dispositivo principal. Lo cual, por otro lado, tampoco es poca cosa. Para Apple, el iPad supone haber reinventado con enorme éxito un concepto que nunca había triunfado, haber generado un nicho muy rentable donde no había nada, y exponer la marca a nuevos usuarios sobre los que abrir un efecto paraguas que se ha demostrado sumamente eficiente en otras ocasiones. Sin duda, todo un éxito indiscutible.

(Enlace a la entrada original - Licencia)

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