06 agosto 2011

Sobre anonimato y redes sociales

Recurro a la conocidísima viñeta de Peter Steiner publicada en The New Yorker en 1993 para ilustrar una buena entrada de Mike Masnick en Techdirt sobre el uso del anonimato y los pseudónimos en redes sociales, “What’s in a name: the importance of pseudonymity & the dangers of requiring ‘real names’“. Una entrada que viene al hilo de la polémica por el uso de pseudónimos y nombres no reales en redes sociales desencadenada por la decisión de Google de requerir nombres reales en Google+, o mucho antes por políticas similares planteadas en Facebook, y del que he hablado en ocasiones anteriores.

El asunto de la identidad en internet y en las redes sociales no es en absoluto nuevo, y para su discusión es importante poner los conceptos en su sitio. El anonimato no cubre únicamente el derecho de una persona a no identificarse en absoluto, sino también cuestiones como la de crear su propia identidad mediante un pseudónimo, conectado o no con su identidad real, o el uso de apodos de diversos tipos que permitan a una persona manejar su identidad como buenamente quiera. Desde el derecho de alguien a firmar como anónimo, al de mantener una identidad consistente e identificable pero desvinculada de su identidad fuera de la red, hasta la posibilidad de que Javier Pedreira pueda escoger libremente identificarse y ser conocido como Wicho, por poner un ejemplo.

El artículo de Masnick mantiene las ideas delineadas por la Electronic Frontier Foundation al respecto, y la que llevo manejando yo durante toda mi experiencia en la web social: el anonimato es y debe ser un derecho fundamental en la red. Existen múltiples razones por las que una persona puede querer escoger ser anónimo (Masnick cita, entre otras, la privacidad, los pseudónimos, el acoso, las convenciones sociales, las posturas u opiniones controvertidas, los entornos hostiles, las dictaduras, etc.) Esas razones pueden deberse a cuestiones generales o a situaciones completamente coyunturales, pero forman parte de las opciones que todos debemos tener a la hora de participar en la red. La mecánica de las redes sociales impide de manera natural el desarrollo de una de ellas: si decides ser completamente anónimo, las redes sociales impiden en gran medida tu participación: nadie escucha lo que un anónimo tiene que decir, sencillamente porque nadie acepta a un anónimo en su red. Los pseudónimos, en cambio, sí permiten el uso de redes sociales, siempre que su utilización no sea restringida mediante políticas a tal efecto.

Entender que el uso de un pseudónimo o el uso del anonimato es una manera de “esconderse” para llevar a cabo comportamientos con connotaciones negativas (trolling, insultos, etc.) es una manera injusta de juzgar a muchos por el comportamiento de unos pocos. Por un lado, muchos usos del anonimato son perfectamente legítimos, como hemos comentado antes. Por otro, el uso del anonimato para insultar o trollear es perfectamente controlable. En esta página puedes comentar con tu nombre y apellido, con el nombre que quieras ponerte, con tu login de redes sociales como Twitter, Google o Facebook, o de manera completamente anónima sin firmar ni rellenar ninguno de los campos. Ni siquiera es obligatorio que pongas tu correo electrónico. Sin embargo, es un entorno completamente libre de trolls desde hace mucho tiempo, en el que se mantiene una conversación razonablemente educada y mayoritariamente sin insultos, más allá de los que me parecerían tolerables en una charla normal. La permisividad con respecto al anonimato, obviamente, no implica que todo esté permitido. El uso de múltiples identidades para simular un comportamiento mayoritario (astroturfing), por ejemplo, algo de por sí poco habitual, suele controlarse mediante la dirección IP, o bien cuando resulta patentemente obvio. Y salvo algún pobre resentido triste de sí, no tengo ninguna impresión de que los usuarios consideren que esta página sea un sitio que censura nada.

Personalmente, nunca utilizo seudónimo. Jamás. Tengo la suerte de trabajar en un entorno que me proporciona muchísima libertad para exponer mis ideas, y en el que dejaré automáticamente de trabajar el día que no sea así. Pero que yo no haga uso de ese derecho no quiere decir que no lo considere importante. Los comentarios anónimos son, por lo general, buenas e interesante aportaciones a mi página: en muchas ocasiones son personas que proporcionan información y opiniones desde dentro de compañías sobre las que estoy hablando en un momento dado, pero cuyos comentarios suponen posiciones que no podrían exponer libremente debido a esa identificación personal con dichas compañías.

Todo eso son consideraciones que una red social debe tener en cuenta a la hora de establecer una política. Forzar al uso de nombres reales es, además de poco operativo, marcadamente discriminatorio. Si alguien quiere ser conocido en la red social por un nombre que no es el que figura en su documento de identidad, ¿por qué no va a poder hacerlo? ¿Acaso Lady Gaga se llama realmente Lady Gaga? Por otro lado, surgen temas mucho más complejos: ¿qué ocurre cuando, como comenta Eric S. Raymond, alguien pretende reclamar el uso de un pseudónimo que utiliza alguien que posee una identificación mucho mayor? Los nombres no son únicos, existen miles de José Pérez o de John Smith, pero ¿debe ser único el nombre de Lady Gaga? ¿Queremos una red con cientos de Lady Gagas identificándose como tales, o supone eso otro de los problemas habituales del anonimato, la suplantación? ¿Y si alguien pretende utilizar como seudónimo único un nombre ampliamente común?

La política que se marque con respecto a la identidad en una red social puede marcar en gran medida su uso, y afectar a cuestiones como su percepción de seguridad, su utilidad para el comercio electrónico o su amigabilidad para muchos. Pero es preciso proteger aquello que realmente debe ser protegido: el derecho a la gestión razonable de esa identidad personal. El tema no es en absoluto sencillo, y muy probablemente, las soluciones absolutas del tipo “se prohibe el uso de cualquier cosa que no sea tu nombre legal” resulten pobres y carentes de muy necesarios matices. En Facebook, por ejemplo, cualquiera puede abrir un perfil personal con un pseudónimo, pero este desaparece sin explicación alguna en cuanto es denunciado por unos pocos usuarios, además de existir una clara limitación a que alguien decida libremente como llamarse (el sistema presenta automáticamente nombre y apellido, eliminando la posibilidad de presentarse con un pseudónimo determinado). La política al respecto en el caso de Google+ está todavía definiéndose, y muy probablemente tarde algo de tiempo en estar completamente definida. Muchas preguntas de difícil respuesta y un tema interesante que generará algunas reflexiones dignas de ser leídas en el futuro cercano.

(Enlace a la entrada original - Licencia)

2 comentarios:

  1. Supongo que censurará el comentario en su blog, así que lo pongo aquí ahora:

    Enrique, no necesitas censurar demasiado porque sabiendo que censuras, los que te ponemos en aprietos no comentamos, no sirve para nada, es tirar el tiempo. En cualquier caso prefiero ser un pobre resentido triste de sí que un iletrado tecnológico que no da una pero con infinitas ínfulas de gurú.

    O tal vez no lo censure, para poder decir: ¿Ves como no censuro?.

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  2. Pues sí, lo censuró. Está claro que los usuarios de su blog no "consideran que es un sitio que censure nada" igual que los norcoreanos no consideran que en Corea del Norte se censure nada. Es lo que tiene la verdadera censura, que si se hace bien no se detecta.

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ATENCIÓN: Google ha metido en Blogger un sistema antispam automático que clasifica como spam casi lo que le da la gana y que no se puede desactivar.

Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.