Mi columna en el diario económico Expansión de esta semana, con la que cierro el curso antes del parón veraniego, se titula “Información y control” (pdf), y pretende poner en contexto algunas de las reacciones que estamos viviendo en estos últimos meses a partir de las revelaciones de Edward Snowden, intentando que se entiendan las verdaderas consecuencias y el nivel de las mismas.
¿De qué estamos hablando en realidad? Con toda probabilidad, de la lucha más fuerte por el control de la información de los ciudadanos que hemos vivido en toda la historia. Estamos viviendo el momento en que un sistema de gestión basado en la soberanía de los países se demuestra incompatible con las ambiciones de una serie de países que se creen con derecho a controlar la información de todos los habitantes del mundo, con todo lo que ello conlleva: que las empresas norteamericanas, por el hecho de serlo, compartan incondicionalmente con la administración de ese país los datos de ciudadanos de otros países es algo que ya ha llevado a Alemania a urgir a la Unión Europea que defienda el derecho a la privacidad de sus habitantes, hasta el punto de invocar la suspensión de una piedra angular de las relaciones comerciales bilaterales tan importante como es el Safe Harbor agreement. ¿Podemos imaginar un posible escenario en el que las empresas norteamericanas tuviesen prohibido ofrecer sus productos y servicios en Europa, debido a que su gobierno les obliga a incumplir las legislación europea de privacidad y a vulnerar, de facto, el derecho a la privacidad de sus ciudadanos? Pues eso es lo que ahora mismo está teniendo lugar, y lo que Alemania, legítimamente, ha llevado a la mesa de discusión.
La realidad, por muchas capas de diplomacia que se le quieran poner, es que ese tratado, en este momento, es completamente incompatible con la Patriot Act con la que los norteamericanos pretenden querer defenderse de sus enemigos (reales y potenciales) en el mundo, una ley que contiene en su misma naturaleza un elevado componente supranacional decidido unilateralmente. Todas las actuaciones recientes con respecto a la red deben ser interpretadas de la misma manera: cuando Cameron en el Reino Unido pretende supuestamente “defender” a sus ciudadanos de la pornografía infantil o violenta, no está en realidad persiguiendo ese supuesto objetivo, sino utilizándolo como excusa para desarrollar un sistema de monitorización y control de internet. Cuando PayPal, Visa o Mastercard anuncian que van a negarse a procesar los pagos a redes privadas virtuales (VPN) como iPredator, no hacen otra cosa más que defender los objetivos de monitorización de su gobierno. Todos son, en realidad, movimientos en un complejo tablero en el que están en juego la información de los ciudadanos y el control de la misma. Nuestra información. Tu información.
A continuación, el texto completo de la columna:
Información y control
El control de la información ha sido, desde hace ya muchísimos años, uno de los factores fundamentales en la gestión de las sociedades humanas. La clase dirigente veía el acceso a la información como una forma de regir los destinos del resto de la sociedad, gracias a una suerte de "expansión sensorial": aspirar a ser el Horus de los antiguos egipcios, ese faraón que poseía "el ojo que todo lo ve". Quien controla la información, controla el mundo.
El desarrollo tecnológico ha alterado drásticamente el panorama: donde antes había que orientarse con retazos y fragmentos con los que se intentaba construir una imagen lo más completa posible, ahora existe la posibilidad de acceder a todo lo que una persona hace. No hablamos solo de la red: cada vez más sistemas permiten saber dónde estamos y qué estamos haciendo. Las conversaciones telefónicas, una matrícula o una cara captadas por una cámara, la geolocalización de un móvil, el paso de una banda magnética…
El acceso a la información es la última frontera. Las recientes revelaciones de Edward Snowden son lo más relevante que hemos visto en muchos años: la evidencia de que las empresas norteamericanas ceden a su gobierno datos de ciudadanos europeos para su análisis sistemático podría llevar a plantear la suspensión del Safe Harbor agreement, un acuerdo fundamental en las relaciones bilaterales, por su clarísima incompatibilidad con la Patriot Act norteamericana.
El terrorismo, la pornografía infantil o las violaciones del copyright son solo excusas. No hablamos de proteger a los ciudadanos, sino de ser quien controle su información. Tras la diplomacia, vivimos una guerra feroz por el control de la información. Información globalizada – productos y servicios ofrecidos por empresas de todo el mundo – sometida supuestamente a reglas y normas locales. Un equilibrio que se ha probado imposible.
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.