09 julio 2013

La batalla de los ?dongles??

donglesTodo indica que es un tema que nos vamos a hartar de ver, y para el que no conozco aún un término suficientemente aceptado en español: la conversión del smartphone en terminal de gestión de tarjetas de crédito mediante un dispositivo (dongle, en inglés) que suele adosarse a la conexión de audio – aunque existen muchas otras posibilidades.

A partir del pionero del concepto, la norteamericana Square capitaneada por ese gran innovador llamado Jack Dorsey, han ido surgiendo una serie de clones como la sueca iZettle, la alemana SumUp o el PayPal Here,  con dispositivos de diseño mucho menos elegante y más abultado, como si se tratase de perseguir una especie de nueva fiebre del oro. En realidad, de perseguir una simple ventana de oportunidad, porque en el fondo todos sabemos que en un entorno en el que cada vez más todo se inclina a la gestión de bits, la persistencia de la tarjeta física en sí es meramente incidental y carente de ningún tipo de futuro: lo lógico es irnos a una fase posterior de sustitución del plástico, mediante modelos que la propia Square comienza ya a insinuar y que irán apuntándose de una manera cada vez más clara.

Mientras tanto, algunos bancos que desesperadamente necesitan mostrar una cara innovadora entran en pactos con algunos de los clones de Square (que por el momento únicamente está disponible en Estados Unidos, Canadá y Japón): hoy informa TechCrunch como los dos bancos españoles más importantes por volumen de depósitos se han asociado con estas dos compañías en busca, en ambos casos, del desarrollo del mercado latinoamericano, caracterizado precisamente por una baja tasa de bancarización y de uso de tarjeta de crédito. Santander se asocia con iZettle, BBVA lo hace con SumUp. Unos cuantos millones de euros por cabeza destinados a enviar dispositivos a diestro y siniestro que tendrán poco más uso que el de ser almacenados en un cajón, en una estrategia más parecida a la de “correr como gallinas sin cabeza” que a cualquier otra cosa.

El futuro no pertenece al que primero envíe cacharritos de este tipo a más gente, ni al que tenga el más bonito de todos ellos. Pertenece a quienes sean capaces de entender el cambio de hábitos del usuario y lo que realmente espera de un banco, que no es esto, sino cambios muchísimo más profundos, completamente alejados de sus redes propietarias o de sus dinámicas cautivas. Tan profundos, que no dependen siquiera de un banco, porque no pueden de ninguna manera funcionar confinados al sistema de uno de ellos. En mi opinión, perfectamente discutible como siempre, movimientos como estos no dejan de ser más que demostraciones de hasta qué punto los grandes bancos tienen una importante capacidad para tirar el dinero… y no han entendido nada. Y si no, al tiempo.



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