15 julio 2013

¿Puede la economía norteamericana perder competitividad por culpa de la NSA?

yeswescanUna corriente de opinión importante a nivel norteamericano empieza a visualizar un horizonte de hipotética pérdida de competitividad de la economía del país, y particularmente del estado de California, debido al escándalo de la NSA.

Opiniones de John Dvorak, The NSA’s surveillance will devastate commerce o de Joe Matthews, Who got hurt by this NSA scandal? California exponen claramente una preocupación: que las empresas norteamericanas puedan perder el favor de unos usuarios extranjeros, que suponen una parte claramente mayoritaria de su actividad, debido a la prevención que supone saber que existen unas prácticas de espionaje sistemático masivo y un sistema legal disfuncional que lo permite.

Si algo están demostrando las sucesivas filtraciones de Edward Snowden es que nadie está a salvo de este tipo de espionaje. Todo parece indicar que la relajación de unos procedimientos convertidos en sistemáticos y masivos ha llevado a la NSA Special Source Operations Division a disfrutar de una impunidad absoluta a la hora de acceder a los datos de ciudadanos norteamericanos o residentes en los Estados Unidos, procedimiento para el que al menos teóricamente es necesaria una orden judicial.

El desarrollo legal que ha permitido estos excesos incumple claramente los principios de la Constitución norteamericana, hasta el punto de que ya un 71% de los norteamericanos consideran que los padres fundadores de la patria estarían verdaderamente disgustados si supiesen cómo ha evolucionado su país. Pero en el caso de los ciudadanos extranjeros, la desprotección generada por la FISA (Foreign Intelligence Surveillance Act) es total y absoluta: un usuario, individual o corporativo, de un producto de una empresa radicada en los Estados Unidos tiene que asumir que sus datos están en cualquier momento a disposición de la inteligencia norteamericana, en manos de una administración que sabemos no duda en utilizarlos no solo con pretextos como la seguridad nacional, sino también por motivos vinculados con la competitividad y los objetivos comerciales de sus empresas. La preocupación está creciendo, y dentro de los Estados Unidos ya hay quien habla abiertamente, aprovechando la salida de Janet Napolitano de la NSA, de suprimir completamente dicha agencia.

¿Puede una empresa extranjera utilizar productos ofrecidos por una norteamericana si sabe que va a encontrarse completamente expuesta a un espionaje estatal que pueda dar al traste con cualquier estrategia de expansión? Las últimas revelaciones muestran que no solo no podemos utilizar tranquilamente productos de Microsoft o comunicarse mediante Skype, sino tampoco de HP, o de ninguna otra de las compañías mencionadas en las revelaciones de Snowden. Pero el tema va mucho más allá: es que la administración norteamericana se ha dotado de todas las posibilidades para poder obligar a las empresas de tecnología a colaborar en sus actividades de vigilancia. Y lógicamente, las protestas ya han llegado, y solo queda esperar que sigan creciendo y convirtiéndose en otra cosa: desde recomendaciones, hasta directrices y, posiblemente, conatos de boicot. Para muchos productos en mercados corporativos, la cuestión incumple todos los principios básicos de seguridad que se han exigido durante toda la vida. Pero para muchos usuarios individuales, la tentación de cambiar de proveedor para muchos servicios, o como mínimo de dotarse de herramientas de protección empieza a estar ya más que justificada.

En el fondo algo lógico: un régimen absurdo, desproporcionado y disfuncional es fácil que produzca este tipo de efectos. Antes de seleccionar un nuevo producto o servicio, o cada vez que utilices alguno que ya tenías, plantéate dónde está la compañía que lo proporciona. Si es norteamericana, tu información, sencillamente, no está en buenas manos.



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