El reciente anuncio de salida de Spotify realizado a través de Twitter por el músico inglés Thom Yorke y su productor, Nigel Godrich, vuelve a traer a la mesa de discusión los modelos de negocio para los creadores en ámbitos como la música. Hablamos de un músico innovador, que en su momento no dudó en explorar modelos como la desintermediación radical o el “paga lo que quieras” con notable éxito, que ahora lleva a cabo lo que califica como “una pequeña rebelión sin sentido”: retirar de Spotify algunos proyectos personales (su álbum en solitario The Eraser, su proyecto experimental Atoms for Peace, y el debut de la banda de Godrich, Ultraísta) en protesta por un modelo económico que únicamente proporciona décimos de céntimo por cada reproducción de canción, y que perpetúa en muchos sentidos el reparto habitual en la industria. La rebelión de Yorke y Godrich debe entenderse como eso, no como una protesta ante lo nuevo, sino ante la preponderancia de lo viejo, como claramente indica Nigel Godrich en esta frase:
Make no mistake: these are all the same old industry bods trying to get a stranglehold on the delivery system. The numbers don't even add up for Spotify yet. But it's not about that. It's about establishing the model which will be extremely valuable. Meanwhile small labels and new artists can’t even keep their lights on. It’s just not right”
(No se equivoquen: son todos los mismos viejos tipos de la industria tratando de conseguir un dominio absoluto sobre el sistema de distribución. Los números no cuadran, ni siquiera para Spotify. Pero no se trata de eso: se trata de establecer un modelo que será extremadamente valioso. Mientras, los pequeños sellos y los nuevos artistas no pueden siquiera mantener su luz encendida. No es justo.)
La idea es esa: protestar ante un modelo en el que las discográficas de toda la vida (las big four, o las big three según vayan las progresivas fusiones) han llegado a acuerdos secretos con Spotify y tomado parte de su accionariado a cambio de un reparto que siga entregándoles unos rendimientos desproporcionados, a costa de lo que legítimamente deberían percibir los propios artistas. Un modelo que únicamente tiene sentido económico si eres capaz de consolidar enormes catálogos, pero que paga cantidades ridículas si eres independiente o si dependes de un lanzamiento nuevo con unas pocas canciones.
Spotify no representa en modo alguno el nuevo modelo de la música: representa el movimiento defensivo de los mismos que ganaban dinero en el modelo anterior para intentar capturar rendimientos económicos en los nuevos canales. Daniel Ek no ha sido en absoluto un disruptor, sino simplemente un conformista, alguien que pretende replicar sobre la red un modelo similar al que existía fuera de ella. Los nuevos modelos no pueden depender de un portero de discoteca que regula quien puede entrar y quien no, como es el caso de Spotify: deben ser modelos necesariamente abiertos, sin pago de peajes, y que posibiliten todo tipo de opciones para el usuario: reproducción gratuita financiada con publicidad, pago por streaming, descarga, tarifa plana, etc. moviéndose en precios razonables, y con una intermediación reducida a la mínima expresión, no con unas compañías que mantienen el poder que acumularon en la “era de la escasez” y que siguen apalancando para obligar a los nuevos artistas a firmar lo que ellas les demanden, sin capacidad alguna de negociación. En el nuevo modelo, las decisiones de qué se escucha o se deja de escuchar no dependen de los acuerdos de un ejecutivo para hacer publicidad en un canal a cambio de más reproducciones de sus obras, sino de procesos que arrancan en los propios usuarios. Pero para eso, aún falta mucho camino que recorrer. Y muchas “pequeñas rebeliones sin sentido” más como la de Yorke y Godrich. Resulta muy difícil imaginar que este gesto vaya a desencadenar un movimiento de boicot hacia Spotify por parte de otros artistas. Pero si fuese así, sinceramente, no creo que fuese nada malo.
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.