Amanecemos en plena jornada de reflexión con las plazas españolas llenas de acampados, los valientes que quedan tras una noche de emociones fuertes con miles y miles de personas apiñadas en esas mismas plazas pidiendo pacífica y civilizadamente un cambio, una nueva manera de hacer las cosas, exigiendo que se formatee el disco duro de la democracia.
¿Cuál ha sido la respuesta de la política tradicional, de los partidos convencionales, al movimiento 15M? En mi opinión, patética. Tras llegar a barajar la estúpida e irresponsable idea de una respuesta violenta, los partidos han demostrado precisamente muchas de las carencias que nos han traído hasta aquí: una total incapacidad para escuchar a los ciudadanos, una espantosa cintura que les priva de toda flexibilidad en sus reacciones, y un marketing primario, burdo y ramplón capaz de despacharse con un “lo que tienen que hacer si están indignados es votarnos a nosotros”.
He llegado a oir, en uno de esos mítines de cierre de campaña, a un candidato diciendo “nosotros también estamos indignados como ellos”. Perdona: nuestra indignación, lo que nos ha llevado a llenar las plazas de las ciudades, es algo que has provocado tú. Eres el directo responsable de que estemos ahí. La aspiración de, en un salto mortal inverosímil, convertirte en “la solución a los problemas que yo mismo he causado” o peor, “la solución a todos los problemas”, guárdatela para cuando cuentes cuentos a tus hijos, si es que los tienes y son suficientemente pequeños e ingenuos como para creérsela. Si esa va a ser tu actitud, seguir tratando a los ciudadanos como imbéciles, mejor apártate discretamente y dedícate a otra cosa.
El movimiento 15M ha recibido críticas por carecer de un ideario claro, de una lista programática de peticiones, propuestas o aspiraciones. Los medios y el pensamiento tradicional parecen exigir eso, una posición “de partido”, que puedan criticar o simplificar encuadrándola en algún tipo de ideología. No es así. Aunque en algunas plazas los acampados se hayan dedicado, con su mejor intención, a elaborar listas de propuestas y peticiones, lamento comunicarles que su esfuerzo asambleario ha sido en vano. Que ese no es ni momento, ni lugar, ni procedimiento para esas cosas. Ponerse ahora a generar credos que representen a los que están allí sentados puede sonar a una intención de dotar de seriedad al movimiento, pero no es así. Las decisiones sobre cómo nos gestionamos como sociedad, sobre si los recursos se administran de una u otra manera, sobre lo que tenemos y lo que necesitamos, no se votan a mano alzada sentados en el suelo de una plaza, sin ningún tipo de dato ni de respaldo. Si alguien ha pensado que la lista de puntos que estaba elaborando iba a servir de guía para gestionar un país, que vaya abandonando el consumo de psicotrópicos.
Para tomar decisiones sobre como gestionamos los recursos comunes es necesario un proceso constituyente. Son necesarios los partidos políticos: no sé si los que tenemos nos sirven, pero si no es así, hace falta una figura que desempeñe un papel similar. Históricamente, cuando una industria sufre el impacto de la disrupción, los protagonistas y las empresas líderes de la fase previa a ésta no son capaces de adaptarse a la fase posterior, y suelen surgir nuevos competidores que los desplazan. Es más, con el fin de intentar mantenerse en el poder, suelen emplear todo tipo de mecanismos corruptos y de reacciones del tipo “el fin justifica los medios”, lo que hace que debamos extremar nuestras precauciones. Así está ocurriendo en muchas industrias, y la política, a pesar de su consideración relativamente especial como “industria”, no tiene necesariamente que ser una excepción. Por el momento, los partidos mayoritarios han justificado, con sus banales y superficiales reacciones al movimiento 15M, el eslogan de #nolesvotes. Yo no votaría jamás a un idiota que se limita a mirar hacia las plazas llenas de ciudadanos y solo es capaz de decir “yo también estoy indignado como ellos, que me voten a mí”. O a uno que utiliza las demostraciones para arrojar basura al otro como lleva haciendo siete años y dice “si yo mandase enviaría a la policía para hacer que se cumpliese la ley”. Mira… déjalo. Estamos protestando porque estamos hastiados de una manera de hacer política, y partidos y reacciones así no hacen más que ahondar en nuestra indignación, que demostrarnos que es que no tienen otra manera de hacer las cosas. Que son incapaces de protagonizar el cambio de rumbo que necesitamos.
Pretendemos cambiar la democracia y devolverla a lo que debió ser, a algo que ninguno de los que estamos estos días en la calle hemos llegado a vivir ni podemos recordar. Pero todos, salvo algunos que convendría aislar por el bien de todos, sabemos que queremos una democracia. Y una democracia se construye, o se reconstruye, respetando sus pilares básicos. No pidamos a los acampados ni a los concentrados que se conviertan en partidos y nos escriban un programa. No intentemos encuadrarlos en nuestra limitada visión de “izquierdas y derechas”, “rojos o azules”, porque eso, sencillamente, ya no tiene ningún sentido. Hablemos de cambiar unos partidos absurdos que no nos representan (como gritamos en las plazas, “¡¡que no, que no, que no nos representan!!”), con sistemas piramidales, burocráticos y dramáticamente corruptos que incentivan el pesebrismo, el culto al líder y el escalafón, y que se alejan de los ciudadanos para responder a intereses claramente prostituídos y a la permanencia en el poder. Hablemos de separación de poderes, claramente pisoteada y vulnerada una y otra vez. Hablemos de cómo manejamos el sistema de elección y representación evolucionándolo hacia modelos en los que el ciudadano tenga verdadero control sobre el proceso y capacidad de influir en el mismo en todo momento. Hablemos de gestión y supervisión, de transparencia. ¿Pueden los partidos tradicionales darnos algo así? A día de hoy, y viendo sus reacciones, la respuesta es NO.
Si la respuesta es NO, ¿qué va a pasar ahora? ¿Debemos esperar a mañana, ver el recuento electoral, presenciar una vez más el patético espectáculo de ver como ganan todos, y volvernos a casa con la satisfacción del deber cumplido, de quienes han demostrado su capacidad de plasmar en la calle su malestar? No. El malestar seguirá ahí, como ahí seguirán los que lo provocaron. “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí“. Las concentraciones no pueden parar, deben continuar, gane quien gane las elecciones. Hasta que empecemos a ver cambios, cambios reales, no simples promesas. Hasta que se abra un proceso constituyente que permita ver luz al final del túnel. Pero en condiciones, no sentados en el suelo de una plaza y sin haber sido elegidos por nadie. Pidamos el cambio, no vayamos más allá. Ya tendremos tiempo para hacer las cosas bien.
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Hola,
ResponderEliminarEsto ha llegado a este punto en gran parte por la culpa y dejadez del mismo ciudadano, al entregar por completo su poder en manos de otros, por no querer ser responsable de sí mismo y de su entorno.
Por favor, Valdría la pena leer este artículo sobre ¿Qué es la psicopatía? http://www.quantumfuture.net/sp/pages/psicopatia.html
Y este otro sobre algo muy importante -La Ponerología- http://www.quantumfuture.net/sp/pages/PP_PP.html
Deseándoles que este movimiento sea para despertar consciencia y traer bienestar al gran conjunto de los ciudadanos del mundo.
L. Ángela
He querido entrar a la pagina oficial del movimiento desde ayer pero ha sido imposible siempre me sale lo siguente """Forbidden
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