Marimar Jiménez me pidió que le diese mis impresiones acerca de las nuevas Chromebook de Google, y ayer publicó en Cinco Días un artículo titulado “Google crea su propio ‘Mac’ y busca rehacer el negocio del PC” (ver en pdf). A continuación, como hago habitualmente, el texto completo que envíe a Marimar, que posteriormente ella enriqueció con mi entrada publicada sobre el mismo tema:
(Enlace a la entrada original - Licencia)El pasado febrero tuve ocasión de probar uno de los Chromebook que Google distribuyó como prueba en beta a un grupo de usuarios voluntarios, el conocido como Cr-48. No soy en absoluto un usuario típico: hace mucho tiempo que la inmensa mayoría de mi trabajo tiene lugar en la nube, utilizo muy pocos programas convencionales, y mi sensación fue de total familiaridad y comodidad: un portátil que arranca de manera inmediata nada más abrir su tapa, que te pide tu contraseña de Google, y que se inicia automáticamente con el navegador abierto. A partir de ahí, si tienes tus servicios correctamente configurados, cualquier ordenador es automáticamente tu ordenador: tienes tu correo, tu agenda, tu lector de noticias, tus fotos, tus documentos… todo. En tu navegador están nada más abrirlo todos tus favoritos y tu historial, incluyendo, si así lo configuras, tus contraseñas almacenadas. Esa sensación, en un ordenador que acabas de empezar a usar por primera vez, resulta enormemente curiosa para quien no la haya vivido. Al cerrar la sesión, simplemente deja de ser tu ordenador y pasa a ser del siguiente que se autentique. Para quienes han vivido en un mundo ordenador-céntrico, una sensación extraña, incluso agridulce. Para quienes llevamos tiempo viviendo en modo red-céntrico, de manera independiente al dispositivo que tengamos entre manos en cada momento, la sensación es de “nada de particular”.
¿Nos dirigimos a un mundo en el que este tipo de sistemas sean regla y no excepción? Tengo muy pocas dudas en ese sentido. Las ventajas de que la información esté almacenada en el ordenador son escasa o nulas: un ordenador es un sistema por principio enormemente más vulnerable que un servidor en la nube dotado de redundancia, de sistemas de seguridad y de prevención de desastres. Podemos arguir qué pasa si nos quedamos temporalmente sin conexión o si nuestro servidor en la nube cae, pero eso son situaciones de excepción cada vez menos frecuentes, y las ventajas de la nube en todos los sentidos sobrepasan con creces este tipo de excepciones. Los ordenadores red-céntricos de Google no son exactamente estándar: varían en la configuración de algunas teclas de su teclado, en el que desaparecen por ejemplo las teclas de función sustituidas por funciones típicas del navegador (avance o retroceso del navegador, recarga de página, etc.), pero son cuestiones a las que uno se acostumbra automáticamente. El no tener programas convencionales es todavía mejor: salvo que te dediques a la maquetación y las artes gráficas, las funciones que te ofrece un simple Google Docs a la hora de escribir son muchas más de las que necesitas: ¿quién ha dicho que una persona deba centrar su trabajo en “poner bonito” un documento en lugar de centrarse en su contenido y, si es preciso, en la colaboración con otras personas para su confección? El lugar de un proceso de textos o de una hoja de cálculo es la nube, no un disco duro, y rediseñar nuestro trabajo de esta manera nos hará indudablemente más prácticos y productivos, aunque ahora le pueda parecer que no es así.
El modo de trabajar que vivimos en los ordenadores tradicionales fue diseñado cuando este tipo de máquinas eran autocontenidas, aisladas, cuando vivían naturalmente desconectadas. El mundo ha cambiado: hoy un ordenador es otra cosa, algo que no se concibe sin la red, hasta el punto que si no está conectado, decimos que “no funciona”. Esa nueva situación conlleva una nueva filosofía de trabajo. El modelo de uso que Google lanza con Chromebook es indudablemente el futuro, aunque ahora mismo muchos escépticos piensen que echarán de menos su Word y el tener sus documentos en su disco duro. Pero para entender el cambio bastan únicamente unas horas de trabajo, y la sensación de que todo lo que hacemos está automáticamente a salvo aunque el ordenador se caiga, le derramemos un café encima, nos lo roben o se estropee. Que podemos acceder desde cualquier sitio, y que cualquier máquina pasa a ser automáticamente “nuestra” máquina. Una sensación sin duda diferente. Pero indudablemente más lógica.
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.