24 noviembre 2011

La red y los límites de la indecencia política

Una exclusiva de El Economista titulada “El Gobierno aprobará el cierre de webs de descargas antes de disolverse” destapa lo que se parece más a una trama mafiosa que a la acción de un gobierno: todo indica que un asunto que se inició metiendo con calzador una disposición final en un paquete de medidas que nada tenía que ver con el tema, podría terminar con una aprobación de su reglamento nada menos que en el último consejo de ministros de un gobierno en funciones, rizando completamente el rizo de la desvergüenza política.

La ley Sinde simboliza toda una forma de hacer política: de espaldas a los ciudadanos, y favoreciendo los intereses de una panda de delincuentes implicados en escándalos y episodios de intensa corrupción que han demostrado sobradamente que para ellos, el fin justifica los medios. Esto es lo que la política española, en un ejercicio que agota la capacidad de sorpresa de los ciudadanos, nos deja: políticos capaces de hacer lo que sea para pasar una ley a la que la inmensa mayoría de los ciudadanos se opone, y que simboliza además la visión más rancia, trasnochada y restrictiva de una herramienta, el copyright, como bien ha definido la propia Vicepresidenta y Comisaria de Agenda Digital de la Comisión Europea, Neelie Kroes.

La ley Sinde logró su aprobación tras un ejercicio inverosímil de chalaneo político hasta el límite entre PSOE, PP y CiU. Si la exclusiva de El Economista termina siendo cierta y la aprobación de su reglamento tiene lugar ahora, en el último consejo de ministros de un gobierno en funciones, supondrá mucho más de lo que los ciudadanos están dispuestos a aguantar: será la prueba evidente de que estamos gobernados por sinvergüenzas, por personas sin escrúpulos a los que no les importa hacer lo que sea para imponer normas restrictivas a unos ciudadanos que de manera masiva y evidente se oponen a ellas. Un gobierno en funciones no firma cosas porque sí: si lo hace, supondrá de nuevo una connivencia entre el gobierno saliente y el entrante, una despedida de los que se van, pero también una carta de presentación de los que llegan. Una constatación evidente de que los gritos que en la calle dicen eso de “¡PSOE,  PP, la misma mierda es!” estarían  completamente en lo cierto. Terminadas las elecciones, cerrado el plazo de promesas vacías, empezamos a hacer política con una patada en toda la boca de la sociedad española, aprobando de manera increíble el reglamento de una de las leyes que más alarma social han generado en los últimos tiempos.

No, las cosas no son así. La política no puede ser la lucha por aprobar medidas en contra de los ciudadanos utilizando todos los ardides y añagazas posibles. ¿Leyes escondidas en paquetes de medidas? ¿Aprobaciones in extremis por parte de un gobierno en las últimas? ¿Hablamos de políticos, o de la mafia? ¿Estamos definiendo una sociedad en la que los ciudadanos necesitan estar en guardia permanente para que los políticos que eligieron no se la claven por la espalda? ¿Gobiernan para nosotros, o para los presuntos delincuentes de la SGAE y compañía? La ley Sinde es mucho, muchísimo más de lo que parece: es el símbolo de toda una manera indecente de hacer política. Debemos reaccionar.

(Enlace a la entrada original - Licencia)

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