18 mayo 2014

Drones, legislación e innovación

Pocket droneEl desarrollo de los drones y la fortísima caída de las barreras de entrada a su adquisición y uso está dando lugar a todo un dilema legislativo: por un lado, su uso, tanto recreativo como comercial, entraña ciertos riesgos para los que parece obvio que es preciso tener algún tipo de cobertura legislativa. Por otro, la aplicación de una legislación excesivamente conservadora, creada en la época en la que este tipo de tecnología simplemente no existía o no era accesible, pondría en peligro el desarrollo de infinitas aplicaciones y de toda una industria innovadora.

Resulta interesante, en este sentido, ver las distintas reacciones de la administración norteamericana y española en relación con esta cuestión: una forma bastante clara de ilustrar la actitud de uno y otro país ante este tipo de cuestiones que ponen en forzada relación el entorno legal y el desarrollo tecnológico.

En los Estados Unidos, la capa del espacio aéreo en la que vuelan este tipo de artefactos, por debajo de los 120 metros de altitud, no estaba en principio regulada por la autoridad de aviación (la Federal Aviation Administration, o FAA). Por eso, cuando Raphael Pirker, un operador multado por la FAA por “operar un dron de forma imprudente”  mientras filmaba en la Universidad de Virginia, decidió apelar su caso, y consiguió que la multa fuese invalidada.

El veredicto, que implicaba que la FAA no había prohibido de forma expresa el uso de dronesllevó a la FAA a apelar a su vez ante la National Transportation Safety Board, lo que, de forma efectiva, paralizaba el proceso hasta que se llegase a una decisión en este sentido. Sin embargo, y mientras en paralelo empiezan a surgir voces en industrias como la de los medios y los contenidos que afirman que una legislación excesivamente conservadora iría en contra de la Primera Enmienda de la Constitución (por el daño a la libertad de expresión que supondría no poder usar drones para tareas como el periodismo), la propia FAA ha comenzado el desarrollo de procedimientos que faciliten un uso comercial razonable de los drones, a modo de fast track que impida que la legislación se convierta de manera efectiva en un freno a la innovación. 

En España, la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) publicó una circular de cuatro páginas en la que dejaba meridianamente claro que el uso de drones no está permitido: si se trata de un uso recreativo, puede únicamente ser practicado de forma legal en lugares habilitados para la práctica del aeromodelismo, y si se trata de un uso profesional, está directamente prohibido. Para muchas industrias, una respuesta así, que simplemente alega la prevalencia de unas leyes creadas antes de que los drones tuviesen el nivel de accesibilidad que tienen hoy en día para prohibir todo posible uso comercial que se lleve a cabo, supone un verdadero desastre que muchos han calificado como de mentalidad estrecha y limitada. El tema no parece que vaya a tener ningún tipo de revisión hasta que se legisle a nivel europeo, donde las autoridades competentes parecen dispuestas a endurecer los estándares necesarios para operar este tipo de aparatos. Obviamente, la cuestión es más compleja de lo que parece: el “vale todo” no resulta razonable y nos lleva a un entorno en el que a cualquiera le puede caer en cualquier momento un dron en la cabeza, operado por cualquier persona que no necesariamente posee las cualificaciones adecuadas para utilizarlo. Pero por otro, confinar el desarrollo de iniciativas a lo que marcan leyes creadas antes de que muchas cosas siquiera existiesen no parece la mejor receta para obtener una industria y una cultura basada en la innovación. A medida que dicha innovación acelera su paso, conciliar esas dos necesidades se convierte  en una parte cada vez más importante de la estrategia de los países de cara a su posicionamiento en el futuro.

La conclusión parece clara: todo retraso impuesto al desarrollo del tejido emprendedor que aprovecha los espacios abiertos por la innovación tecnológica supone un retraso global para el país como tal. Cuando los emprendedores locales no pueden, debido a un entorno legislativo excesivamente conservador o incierto, poner en funcionamiento de forma razonablemente segura sus iniciativas, lo que ocurre es que emprendedores de otros países terminan por estar mucho mejor preparados cuando dicho entorno legislativo, finalmente, se abre y deja de resultar limitante. Los sectores y las actividades emergentes que se generan en torno a la innovación pueden perfectamente representar oportunidades para el desarrollo profesional, algo que en España, país líder en su entorno en tasa de desempleo, no puede permitirse dejar pasar. Y los drones, en este sentido, son solo un ejemplo. Un ejemplo de una actitud .




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