Mi columna de Expansión de esta semana se titula “Empresas, datos y transparencia” (pdf), y pretende transmitir una idea para mí fundamental: que no se trata de cuántos datos recopila una empresa sobre nosotros, sino de variables como la forma de hacerlo, el nivel de control que ofrece al usuario sobre ese proceso, la claridad en las razones para la recopilación de esos datos, la transparencia en los análisis efectuados, y el resultado final que el usuario o cliente percibe tras el proceso. No es tanto el recopilar datos, sino el hacerlo bien y ser respetuoso.
Las paradojas son claras: se me ocurren empresas que, aunque saben de mí mucho más que lo que yo puedo llegar a saber de mí mismo, únicamente me generan como efecto secundario que la publicidad que recibo esté mejor adaptada a mis intereses, algo que en principio percibo como positivo. Y que además, me dejan decidir en cada momento qué datos quiero que guarden, cuáles quiero que eliminen, y me ofrecen herramientas para hacerlo yo mismo en tres clics de ratón. Y otras empresas a las que una vez les di unos datos, y a partir de ahí y por haberlo hecho, me llaman quinientas otras empresas diferentes a la hora de la cena para molestarme con productos y servicios que no me interesan. Una gestión, la de los datos y la información del cliente, que va mucho más allá de los derechos ARCO y de las normativas legales, y que diferencia cada vez más a las empresas del siglo pasado de las de este siglo.
A continuación, el texto completo de la columna:
Empresas, datos y transparencia
¿Qué saben las empresas sobre nosotros? Cada día producimos más información, y las empresas tratan de capturarla y analizarla. Gustos, sentimientos, tendencias, obtenidos a través de información que publicamos en redes sociales. Estamos "fichados" en tantos sitios, que conocer los detalles sobre todo lo que el big data es capaz de analizar en cada momento sobre nosotros resulta cada vez más complejo.
La respuesta no es dejar de usar unas herramientas que nos ofrecen propuestas de valor muy importantes en nuestro contacto con las personas o en el acceso a la información. Al contrario: lo que como usuarios debemos demandar es claridad y transparencia.
Que una empresa recopile datos sobre nosotros puede resultar razonable, si se hace bien. ¿Y qué es hacerlo bien en este contexto? Sencillamente, que como usuario pueda saber en cada momento qué datos está manejando la empresa sobre mí, qué está haciendo con ellos, y qué resultados pretende obtener.
Cuando lo pensamos así, los resultados son sorprendentes: resulta que la cantidad de datos no es lo que más nos preocupa, sino el uso que se hace de ellos. Una empresa puede llegar a conocernos mejor que nosotros mismos, pero lo que de verdad nos debe preocupar es qué consecuencias tiene ese conocimiento. Si va a ser usado para perseguirnos más, para agobiarnos, o para vender datos a terceros perdiendo el control de su uso, querremos – razonablemente – evitarlo. Por el contrario, si el resultado de conocernos mejor es que nos ofrece mejores productos, en mejores condiciones, o más adaptados a nuestros gustos, es más posible que estemos de acuerdo.
No son los datos: es la voluntad clara e inequívoca de permitirnos entender qué pasa con ellos, para qué se usan. ¿La palabra clave? Transparencia.
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.