Genial entrada de Jesús Encinar en su blog, “El valor de los contenidos tiende a cero“, que incide en un tema fundamental para entender a la industria de los contenidos hoy y las actitudes de los que para ellos trabajan, desde los directivos a las entidades de gestión de derechos de autor, pasando, como no, por los ministros de cultura.
La cuestión es clara: vivimos una enorme avalancha de oferta y variedad de contenidos, marcada por cuatro tendencias: globalización, contenidos generados por el usuario (UGC), digitalización y fin de los monopolios de distribución. ¿Resultado? Muchísimos contenidos al alcance del usuario, disponibles a golpe de un clic. Un entorno aterrador para los “señores de los contenidos”, los que antes disfrutaban de un monopolio en virtud de la imposibilidad, para los seres normales, de producir, comercializar o distribuir contenido.¿Qué hay peor para un cantante famoso que un entorno en el que muchísima gente puede ponerse a cantar, editarse, ser encontrada y escuchada por todos? Si además todo ese nuevo océano de contenidos resulta ser completamente gratis, ¿cómo esperan ganar dinero los de siempre intentando cobrar por el suyo? ¿Porque el suyo es “de calidad” y el otro no lo es? ¿Seguro que eso es así de cierto y se mantiene en todos los casos?
La conclusión va mucho más allá: en realidad, el problema no es lo que algunos llaman “piratería” (incluido el propio Jesús, y ahí disentimos), sino el intento vano de proteger los monopolios del pasado. Lo que realmente molesta a las discográficas, a la SGAE y al ministro de la SGAE (uy, perdón) es la pérdida de la exclusividad. Lo que de verdad les pone a cien no es que nos descarguemos sus obras, sino que éstas aparezcan al lado de millones de otras obras que se distribuyen de manera gratuita. En realidad, ellos saben perfectamente que serán ellos mismos los que acaben distribuyendo sus obras gratis para que tengamos a bien dedicarles nuestra atención y vayamos después a sus conciertos y entremos en otras vertientes de su modelo de negocio. Entonces, ¿qué intentan? Simplemente, conseguir que, antes de que eso se consume, antes de que nos demos cuenta de que vivimos en la economía de la abundancia, su ministro les ponga un quiosco: que su negocio se convierta en un “impuesto” que todos tenemos que pagar en forma de canon sobre cualquier cosa.
Que no os engañen: el ministro ese de las medidas impopulares, ese que tanto despotrica y nos insulta a todos, no está defendiendo la propiedad intelectual ni nada que se le parezca: está defendiendo EL NEGOCIO. Así, con mayúsculas. Defendiéndolo de la competencia, de un entorno de hiperabundancia, de un mundo en el que se genera más cultura (paradójico que eso aterre precisamente al “ministro de cultura”) y ésta se convierte en disponible sin trabas para todos. De economía de oferta, a economía de demanda. Donde antes marcabas el precio, ahora compites por la atención. Lo que defiende el ministro que supuestamente tendría que defender a sus ciudadanos es, en realidad, a quien le alimentó antes, le alimenta ahora y le alimentará más adelante. Ni a ti, ni a mí, ni mucho menos nuestros intereses: les defiende a ellos y a su modelo de negocio. Y eso es completamente intolerable e indigno en un ministro de un país democrático.
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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