Mi columna de esta semana en Expansión se titula “Compartir tu vida” (pdf), e intenta explicar al lector habitual de prensa económica el cambio de filosofía de vida que supone para toda una generación de jóvenes el crecer en un entorno en el que la conectividad es prácticamente ubicua y las herramientas para compartir lo que hacemos en nuestro entorno social están disponibles de manera sencilla y permanente. Un cambio total en la manera de entender muchas cosas, cambio que las generaciones anteriores no siempre alcanzan a entender y miran con sospecha, como si se enfrentaran a una especie diferente o a personas afectadas por algún tipo de “enfermedad”.
A continuación, el texto completo de la columna:
Compartir tu vida
Cuando una generación, por primera vez en la historia, crece rodeada de conectividad y de dispositivos relativamente asequibles que les permiten trascender las barreras espaciales en su comunicación y acceso a la información, son de esperar algunas interesantes diferencias sociológicas con las generaciones precedentes.
A algunos adultos les llama la atención que los jóvenes no "naveguen" por la red, sino que, sencillamente, no salgan de ella. No se trata de que "se asomen a buscar algo o a alguien", sino de una filosofía de conexión distinta, una visión de la red como una capa constante que acompaña cuanto les sucede. Algunos lo ven como una "adicción", como una especie de "enfermedad", cuando en realidad se trata de una manera diferente de ver la vida. Ni mejor, ni peor: diferente. Y con mucho sentido.
Cuando la comunicación es constante, las relaciones cambian. Los amigos y conocidos no son presencias intermitentes, sino prácticamente constantes. Cuando se vive cualquier experiencia, lo inmediato es querer compartirla con tu red. Si no puedes hacerlo en ese instante, pierde mucho de su sentido, y resulta frustrante. Compartir, contar lo que se hace, subir una foto se convierte en una parte intrínseca de toda experiencia vivida: una comida, un viaje, un pensamiento… La conversación se vuelve omnipresente, como un diario permanente. Y no, no hablamos de una moda ni de algo pasajero: hablamos de una filosofía de vida que será una característica de las generaciones venideras.
La brecha generacional existe entre los jóvenes que exigen vivir en conexión permanente, compartiendo todo lo que hacen con otros, y adultos que se niegan a entenderlos y los tachan de "enfermos". ¿Enfermos? Para nada. Asistimos a toda una nueva filosofía de vida: si no comparto, me falta algo. La lógica consecuencia de crecer en un mundo hiperconectado. No, los raros no son ellos: somos nosotros. En realidad, no raros, sino "arcaicos". Con todo lo que ello conlleva.
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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