24 junio 2012

Mapas, dinámicas de precios y competencia en la red

En el mes de octubre del año pasado, tras varios años de gratuidad, Google decidió imponer un precio a aquellas aplicaciones que utilizasen Google Maps por encima de un umbral determinado: aquellas que generasen más de veinticinco mil cargas de mapas al día, según Google únicamente el 0,35% del total de aplicaciones que utilizan su sistema, deberían pagar cuatro dólares por cada mil cargas.

La medida provocó un éxodo de aplicaciones hacia OpenStreetMap, el llamado "wikimapamundi libre", un proyecto colaborativo alimentado por sus propios usuarios, éxodo que afectó precisamente a aquellas aplicaciones más conocidas y que, por tanto, generaron un cierto “efecto llamada” sobre otras. Esto contribuyó, lógicamente, a un mayor nivel de desarrollo de OpenStreetMap, que pasó a ser considerada cada vez más una alternativa digna de consideración y con una interesante progresión hacia la madurez.

Además, las nuevas condiciones dieron lugar a otra alternativa que, muy posiblemente, no se hubiese planteado de no ser por dicho cambio: Apple tomó la decisión de desarrollar su propia aplicación de mapas junto con socios tecnológicos como TomTom y funciones de otros productos como WazeGetcheeLocalezeUrban MappingDMTI y MapData Services.

El resultado ha sido sumamente interesante: Google, a una semana del Google I/O, ha tomado la decisión de anunciar una rebaja del precio de su API desde los cuatro dólares hasta los cincuenta centavos por cada mil cargas. Así es: de $4 a $0.50, en un solo movimiento. La rebaja llama la atención por lo que tiene de ilustrativa con respecto a la “economía red” y al valor de la variable precio, una de las cuatro conocidas “P” del marketing mix: un producto gratuito que decide pasar a tener un precio determinado basado – posiblemente – en cálculos de costes y de elasticidad de la demanda, y que al comprobar el efecto que dicho precio ha tenido en la base de usuarios, decide reajustar el precio unos siete meses después planteando una rebaja del mismo de casi un 90%. Una combinación, la de productos virtuales y mercados con evoluciones rapidísimas en cuanto a dinámicas de competencia y de comportamiento de los clientes, que da idea de lo que supone competir en entornos de este tipo.

¿Puede un drástico recorte del precio revertir la fuga de clientes hacia otras aplicaciones? Con su decisión, Google no solo alentó el desarrollo de alternativas, sino que generó una actitud de rebeldía, una prueba de que un mercado con un desarrollo tan dominante no era una buena idea para nadie. El escenario a siete meses de la decisión no puede ser más preocupante: una alternativa abierta en alza que podría dar lugar a una fortísima migración de valor – recordemos el planteamiento de la batalla entre Britannica y Encarta frente a Wikipedia – y un competidor potente con socios importantes y con una alternativa razonablemente viable.

¿Qué señal envía Google al mercado con un cambio tan radical en el precio de su producto? Obviamente, se trata una clara admisión de que las estimaciones y la estrategia que desarrollaron a la hora de calcular el precio anterior no fueron demasiado buenas: posiblemente, haber planteado un precio muy inferior en el primer momento, más aún proviniendo de una situación de años de gratuidad, habría disminuido el incentivo al desarrollo de nuevas alternativas, y habría tal vez permitido a Google mantener su cuasimonopolio durante más tiempo.

En la red, las cosas se mueven muy, muy rápido. Para todos.



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