29 octubre 2008

Campañas políticas y activismo

Quedan ya pocos días para, salvo sorpresas, una de las elecciones más claras en la historia reciente de los Estados Unidos: la de un candidato joven que ha sabido apalancarse en el poder de Internet y las nuevas tecnologías, contra un candidato mayor, iletrado tecnológicamente, que se ha limitado a hacer prácticamente más de lo mismo de siempre. Esta noche, en el prime time norteamericano, veremos como un candidato al que le sale el dinero literalmente por las orejas como resultado de una campaña eficientísima en términos de recaudación de fondos que, sin embargo, no le ha obligado a casarse con ningun lobby de los habituales, se pega el lujazo de ocupar media hora en todas las televisiones, mientras el otro candidato se ve obligado a tomar decisiones de abandono definitivo de determinados estados porque económicamente ya no le da para hacer campaña en ellos.

Dejando aparte el efecto espiral negativa del final de campaña que ocurre cuando uno de los candidatos se percibe como ganador claro, es evidente que la gran diferencia ha estado en el uso de Internet: como comentaba Andrew Rasiej en una reciente entrevista que tuve la oportunidad de hacerle en el curso Sociedad Red celebrado en Barcelona (entrevista que creo que saldrá pronto en Balzac.tv) y en su charla en el mismo curso, recogida por Ismael Peña-López, la diferencia estriba fundamentalmente en la capacidad de utilizar Internet para promover algo tan viejo como el activismo político, reinterpretado para los nuevos tiempos: Andrew comentaba el caso de su padre, que con ochenta años y sin haber tenido nunca ningún interés por los desfasados modelos de activismo de campaña del pasado (repartir panfletos, pegar carteles, hacer reuniones en casa o promover comunidades locales de interés), se encontraba de repente enviando vídeos de Obama en YouTube con comentarios personales a sus amigos. Conseguir que el activismo político, en los tiempos que corren, deje de tener un mal nombre y sea algo en lo que participen las personas normales, no vinculadas a la actividad política, es algo que ya de por sí tiene su verdadero mérito. Lograr, además, que un montón de personas contribuyan a tu campaña con donaciones económicas y acciones de todo tipo en redes sociales, etc. como magistralmente explica este diagrama de Xplane, también lo tiene, y no solo por la evidente supremacía del modelo, sino porque éste ha permitido a un candidato liberarse en gran medida de las presiones del fund-raising y concentrarse en lo verdaderamente importante: comunicar, hacer llegar el mensaje.

Un artículo largo en el WSJ de hoy, Campaigns try new web tactics in battle to tap fresh supporters, detalla algunas de las técnicas de campaña que sin lugar a dudas veremos en los próximos procesos electorales, ya no en los Estados Unidos, sino en muchos otros países. La clave, por supuesto, estará en cómo lo visto en campaña se traduce en realidad una vez terminada ésta: una interesantísima columna de Daniel Engber en Slate titulada Dear Mr. President (que me recuerda a la “Carta abierta al futuro Presidente” en la que participé recientemente junto con Juan Freire, Antoni Gutierrez-Rubí y Genís Roca, y que ha sido retomada desde entonces por varios políticos españoles), en la que plantea la idea de la continuación: qué tipo de medidas debería tomar un Presidente, tras ser elegido gracias a una campaña como ésta: reforzar la interacción con los ciudadanos, aplicar políticas de transparencia de la agenda del Presidente, facilitar toda la información gubernamental en formatos abiertos, etc. Ahí, realmente, es cuando veremos si Internet ha sido únicamente un arma de campaña, si la política se ha servido de Internet, o si Internet ha sido realmente capaz de cambiar la política.

(Enlace a la entrada original - Licencia)

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