En el suplemento Digitech del Expansión de hoy, desgraciadamente no disponible en la red y que tampoco me ha llegado por mi servicio de clipping, participo en un artículo de Miriam Prieto, para el cual me hizo la siguiente entrevista:
P. ¿Cómo puede afectar la situación de crisis actual al sector de Internet?
R. La crisis afecta a todos los negocios salvo a los más puramente contracíclicos, y la red no es una excepción. La congelación de la inversión a la espera de mayores certidumbres hace que todas aquellas ideas en desarrollo que estén en fase de pre-ingresos y dependan de entradas de capital externo lo pasen mal: si tu medida era el burn rate, la cantidad de dinero que quemabas al mes para mantener unas actividades con escasa contrapartida de ingresos, te tocará primero darte a la frugalidad más radical, y posteriormente, si no facturas todavía, muy posiblemente cerrar. Eso significará la caída de modelos muy interesantes cuyo tiempo de maduración probablemente no había llegado aún, pero la situación en ese sentido tiene mal remedio: el efecto de la crisis viene a ser como el de una glaciación.
P. ¿Puede haber alguna similitud con la época que siguió al estallido de la burbuja puntocom?
R. No, ni en fondo ni en forma. La crisis puntocom arrancó de unas expectativas excesivas cifradas en torno a las posibilidades de los negocios basados en tecnología en una época en la que la madurez de la sociedad aún era muy escasa como para absorberla. Por así decirlo, se originó en el mundo tecnológico, y arrastró a determinados entornos del mundo financiero. La crisis actual es justamente al contrario: proviene de los excesos del mundo financiero, y se contagia en gran medida a todos los sectores, incluido el tecnológico, por el efecto de congelación de la actividad que supone. Sin embargo, la tecnología en esta crisis no ha tenido nada que ver, y de hecho muchos se están planteando que incluso podría venir, en muchos casos, a salvar los muebles: ideas como la virtualización, el green IT o el cloud computing no dejan de ser, en el fondo, medidas que posibilitan ahorros de costes que en épocas de recesión pueden llegar a tener una importancia crucial. Por otro lado, algunas empresas convencionales miran a Internet como un sitio en el que ven empresas con modelos parecidos a los suyos pero mejor adaptados a los tiempos, de manera que podremos ver, a pesar de la crisis, algunas operaciones interesantes de adquisición.
P. ¿Crees que el capital riesgo cerrará otra vez el grifo para estas empresas? En el caso concreto de España, ¿va a ser ahora más difícil para los emprendedores conseguir financiación y cerrar rondas?
R. Sin duda, el acceso a capital se verá sumamente restringido. En épocas recesivas, el capital se vuelve miedoso, y no apuesta al mismo nivel por ideas que, en muchos casos, requieren de “capital paciente” por tener un ciclo de generación de ingresos relativamente largo. Un entorno recesivo no es un buen momento para quienes tienen necesidad de financiar períodos en ausencia de ingresos claros. Por otro lado, la crisis fuerza a muchos emprendedores a salir al mercado de capitales con ideas mucho más claras y específicas en términos de generación de ingresos, lo cual no deja de ser una especie de “purga” del sistema en ese sentido.
P. Entre las puntocom que han nacido en los últimos años, ¿hay modelos de negocio sólidos? ¿y cuáles con modelos no tan claros lo pueden pasar peor? ¿Puedes dar ejemplos concretos?
R. Muchas de las puntocom nacidas en los últimos años dependen de modelos de publicidad que, en muchos casos, se plantean como un refugio para las emrpesas: contrariamente a la publicidad en medios convencionales, que es de lo primero que se recorta en tiempos de crisis, la publicidad en internet ofrece una medición mucho más fina, un control superior, y se asemeja más a un canal de venta directa que a la publicidad como tal: de ahí que Google, en plena crisis, haya presentado unas cuentas tan positivas. En ese sentido, quien sepa plantear su modelo en internet como una vía de escape para que sus clientes solucionen la falta de eficiencia de los sectores tradicionales de la economía podrá obtener grandes beneficios: mientras algunos periódicos han visto caer su facturación publicitaria en más de un treinta por ciento, en Internet la publicidad no ha dejado de subir. Sube menos que si no hubiera crisis, por supuesto, pero mantiene porcentajes positivos.
P. ¿Crees que hay empresas sobrevaloradas?
R. Siempre ha habido empresas sobrevaloradas, y la crisis es un buen momento para comprobar cuáles efectivamente lo eran. Pero si el valor de una empresa se basa en gran medida en las expectativas de rentabilidad futura que tiene, y de repente pasamos a un escenario de recesión durante varios años, todas las empresas pierden valor, estuviesen sobrevaloradas o tuviesen una valoración perfectamente razonable y bien ponderada: se trata simplemente de que el valor de una empresa en el mercado no depende únicamente de sí misma, sino lógicamente de la coyuntura que le rodea.
P. ¿Qué receta se deben aplicar las puntocom españolas para afrontar la crisis?
R. Tratar de reducir costes y prepararse para un largo invierno en términos de expansión: todo lo que no esté orientado a la generación de ingresos para paliar la dificultad de captación de capital debe ser contemplado con muchísima prudencia, y acometerse únicamente cuando pueda ser sostenido. Es muy mal momento para saltos al vacío y triples mortales con tirabuzón, porque en la mayor parte de ocasiones, mientras ésto siga así, no habrá una red debajo.
ACTUALIZACIÓN: Ya tengo el pdf del artículo (gracias, Eduardo!), titulado “Se acabaron los buenos tiempos para la Web 2.0“, y veo además que comparto cartel con buenos amigos: Julio Alonso, Rodolfo Carpintier y Miguel Acosta.
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.