Gmail es uno de esos servicios que en su momento redefinió el correo electrónico. Para mí, Gmail significó dejar de depender de bandejas de entrada ancladas en un ordenador, dejar de borrar correos electrónicos, y aún así mantener todo organizado a golpe de búsqueda eficiente, y acceder a todo desde cualquier sitio. En cualquier momento, sacar un teléfono del bolsillo y poder encontrar inmediatamente aquel correo enviado por no-me-acuerdo-quién, de no-me-acuerdo-qué-empresa, pero que decía no-se-qué… un ajuste perfecto al funcionamiento de mi desordenado cerebro. Gmail es el único correo que uso, en el que leo todas mis cuentas. Y sin duda ninguna, el que menos problemas me ha dado desde que lo tengo. De hecho, es el único servicio de Google por el que pago una cuota anual para incrementar mi capacidad de almacenamiento (aunque Google te deja reasignar ese almacenamiento adicional entre sus diferentes servicios, de manera que estrictamente no estoy pagando por Gmail, sino por un incremento de espacio).
En las empresas, Gmail ha provocado más de una discusión: no son pocos los directivos y trabajadores que, hartos de las limitaciones de su correo corporativo (de tamaño, usabilidad, acceso remoto, etc.) deciden un día redireccionarlo a una cuenta de Gmail y gestionarlo desde ahí, lo que provoca no pocos escándalos entre responsables de tecnología preocupados por la seguridad y la confidencialidad (escándalos, desde mi punto de vista, completamente estériles e injustificados… desde mi experiencia, es una práctica que recomiendo a cualquiera: Google siempre será capaz de gestionar tu correo mejor de como lo gestiona tu empresa, que no se dedica a esos menesteres como actividad principal).
Sin embargo, aunque ocurra muy pocas veces, y desde luego con mucha menor frecuencia que con la que he visto fallar todos los correos corporativos que conozco, Gmail puede, en ocasiones, no permitirte el acceso a tu correo durante algún tiempo, produciendo una sensación de “abandonado en el medio de la nada y sin acceso a toda tu historia personal” la mar de desagradable. Para esos momentos, me ha parecido que la recopilación de trucos publicada en Google Operating System puede venir especialmente bien: ocho métodos alternativos de acceso a Gmail que, en momentos de crisis, pueden permitirte entrar y comprobar o responder un correo. Accesos en modo safe que eliminan características experimentales, conexiones encriptadas (secure) para cuando estás en ordenadores públicos, redes inalámbricas inseguras y situaciones similares, acceso a versiones antiguas, básicas, móviles o sin comprobación de user agent… Si no eres usuario de Gmail, directamente ignora esta entrada. Pero para Gmail-aholics como yo, lo dicho: puede venir muy bien.
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.