Rafael Sbarai, de la revista Veja, una de las más populares de Brasil, me envió por correo electrónico algunas preguntas acerca del efecto de la web social en los recientes brotes de insurgencia en Túnez y Egipto. El artículo completo se titula “O Twitter só não faz revolução. Mas ajuda.“ A continuación, como hago habitualmente, el intercambio completo de preguntas y respuestas que nos cruzamos:
(Enlace a la entrada original - Licencia)P. ¿El uso de Twitter puede causar revoluciones en cualquier país?
R. El uso de Twitter no causa revoluciones. Las revoluciones suelen tener causas profundas, que provienen de circunstancias o bien profundamente indignantes, o bien muy prolongadas en el tiempo. La revolución tunecina, por ejemplo, surge tras más de dos décadas de dictadura liberticida, de saqueo económico del país y de condiciones de degradación progresiva de la economía con un desempleo elevadísimo y unas perspectivas de futuro frustrantes. Los diferentes elementos de la web social pueden actuar como un catalizador o un conductor de información de primer nivel y llegar a tener una gran importancia, pero no provocan revoluciones.
P. ¿Cuál es el papel de Twitter en las manifestaciones contra los gobiernos?
R. La web social – Twitter, Facebook, los blogs – juegan un papel de elemento catalizador. Las dictaduras, por norma general, se asientan en dos elementos: en primer lugar, un férreo control de los flujos de información dentro del país, con fuerte censura a la prensa y a los medios de comunicación. En segundo, el apoyo, beneplácito o indiferencia del entorno externo, de otros países. La web social socava precisamente estos dos elementos: por un lado, genera canales de comunicación prácticamente imposibles de controlar, que escapan a la censura. Por otro, tangibiliza las protestas en el exterior, a través de la información emitida desde el país y reverberada por los colectivos emigrantes, lo que impide la indiferencia y dificulta el apoyo de países extranjeros. Esos dos elementos hacen que en un mundo hiperconectado por una web social, los tiempos sean cada vez menos propicios para los regímenes dictatoriales.
P. ¿Qué papel pueden tener estas tecnologías (móvil, teléfono, fax, blogs, Twitter, Facebook) en los asuntos relacionados con las protestas contra los gobiernos?
R. Los móviles, los teléfonos o el correo electrónico tienen obviamente un papel de coordinación. Pero los blogs, Twitter o Facebook se mueven más en el campo de la difusión viral de información, del establecimiento de canales de comunicación de muy difícil control. No hay más que ver la obsesión de la dictadura tunecina por conseguir el control de los blogs, de las cuentas de Twitter o de las páginas de Facebook, incluso obligando a los usuarios a facilitar las contraseñas, para poder cerrarlas. Pero ese control resulta imposible, porque supone tratar de censurar algo completamente distribuido.
P. ¿Cómo hacer que la gente lleve las protestas del mundo virtual al mundo real?
R. La cibermanifestación es sencilla, todo está a golpe de un clic. Pero que ese tipo de manifestaciones virtuales pasen a la calle requiere de un elemento que no tiene nada que ver con lo virtual: precisa de una situación que lo desencadene, de un abuso patente, de unas condiciones insoportables, de unas injusticias manifiestas. La gente sale a la calle cuando de verdad se ven amenazados en sus derechos fundamentales, y la tecnología por tanto únicamente actúa como catalizador, como forma de que la gente visualice que no están solos, que hay otros que piensan como ellos. La reacción no se provoca sin sustrato, pero el catalizador la acelera.
P. Tecnologías de cambio, pero sigue siendo la ansiedad de la prensa y la sociedad para encontrar un salvador (¿en caso de que el dispositivo es el momento de Twitter?)
R. Tecnologías que fundamentalmente disminuyen las barreras de entrada y distribuyen de manera radical los posibles puntos de control. En un país tienes un número de medios finito, y un gobierno dictatorial puede controlarlos a todos. Pero cuando cada persona es potencialmente un medio de comunicación con capacidad para dar noticias de última hora, aportar fotos, vídeos, etc. y todo elo está prácticamente al alcance de cualquiera mediante un uso sencillo, el control se vuelve imposible. Los medios convencionales mantienen un papel de “curación” de la información, de solidificación, de verificación de fuentes, de rigor, pero el pulso informativo pasa a provenir de los medios sociales.