23 septiembre 2012

Cuatro meses ?quantifying myself?

Ayer se cumplieron cuatro meses desde que empecé a probar en primera persona ese tema sobre el que llevaba cierto tiempo escribiendo y que me llamaba tanto la atención, lo que se ha dado en llamar quantified self. El empujón final para ello me lo dio la conjunción de un artículo de Stephen Wolfram en Wired, The personal analytics of my life, que reseñé el pasado marzo, y el lanzamiento de Fitbit en España, para el que me contactó su agencia de comunicación, y que traté como trato siempre estos temas: sin comprometerme a escribir sobre ello ni a nada más que a probarlo.

El 22 de mayo me puse el Fitbit. Para quienes no me conozcan, soy una persona bastante metódica y con tendencia a hacer las cosas de manera sistemática, casi obsesiva, sobre todo porque si no me las tomo así, me olvido y no consigo hacer nada. Así que literalmente, desde el 22 de mayo no me he quitado el dispositivo de encima salvo para ducharme o practicar mi deporte favorito, el buceo. Cuatro meses con un cacharrito contando los pasos que das, la distancia que recorres, los pisos que subes y las calorías que quemas. Combinado con Endomondo, que vive en mi Android y lleva un seguimiento pormenorizado y con GPS de mis recorridos cuando salgo a caminar – si intento correr, paso más tiempo con lesiones que corriendo – y con la báscula, una sensación de control casi total de las variables que afectan en gran medida a cómo me siento físicamente.

A las tres semanas de uso, había bajado siete kilos, y escribí una entrada comentándolo, simplemente porque la manera en que la dinámica de uso se había integrado con mi vida cotidiana me resultaba enormemente llamativo. Ahora, a los cuatro meses, mi peso está estabilizado alrededor de los 84 kilos, unos quince menos que los 98,6 que marcaba la báscula el pasado 22 de mayo, y en ningún momento he tenido la sensación de estar a dieta. Eso sí, he cambiado de estilo de vida. A uno que, decididamente, me gusta mucho más. Y por supuesto, me siento muy diferente, mucho mejor. Prueba a atarte al cuerpo quince kilos de tocino y caminar durante todo el día con ellos encima… y entenderás lo que quiero decir.

La sensación, como dije en la entrada del pasado junio, es de CONTROL. Control total. Tengo un registro completo de lo que como, de lo que bebo, del deporte que hago y de mis actividades a lo largo del día. Mi día empieza deteniendo el contador de sueño del Fitbit, primera cosa que hago al despertarme. Tras pasar por el cuarto de baño y asearme, me peso en una báscula Aria que envía automáticamente mi peso y porcentaje de grasa corporal a través de la WiFi: el 22 de mayo pasado estaba en un 22% de grasa, ahora estoy estabilizado en torno a un 15%. Desayuno (soy de desayunos fuertes), hago quince minutos de ejercicio (en los que suelo alternar cada día abdominales, pesas y flexiones), e introduzco en el programa lo que desayuné y el ejercicio que hice. A lo largo del día, cada vez que me acuerdo y tengo un instante, aprovecho para introducir en el ordenador o en el móvil lo que he comido, bebido, o las actividades que he desarrollado. La curva de experiencia es brutal: al principio, hacerte una idea del peso de lo que comes me resultaba muy difícil, y solía utilizar una báscula de cocina. Cuando has pesado cosas unas cuantas veces, eres perfectamente capaz de calcular la medida aproximada en un solo vistazo. Cuando la mayoría de tus comidas habituales ya están en la lista, la cosa se vuelve infinitamente más cómoda. Con las actividades, lo mismo: al principio, darte cuenta de que una hora delante del ordenador trabajando consume 137 calorías resulta poco menos que sorprendente, pero claro… también consume calorías simplemente el estar vivo, respirar, poner la sangre en movimiento, y todo eso que llamamos metabolismo basal, y nos parece de lo más normal. Bucear dos horas quema más de mil calorías. Salir a caminar una hora pueden ser entre seiscientas y ochocientas calorías según el día, y vuelves además con la cabeza mejor amueblada, casi como si fuera una sesión de terapia.

¿Sensaciones? Pasar de agobiarte por la proximidad de los peligrosos tres dígitos de peso a simplemente procurar no bajar de ochenta y tres kilos es una verdadera pasada. Pero además, puedo permitirme “homenajes” sin problema, no tengo ninguna necesidad de vivir con sensación de privaciones. Pasar el verano en Galicia no es adecuado si quieres ser disciplinado en el comer, y francamente, no me he privado de nada. El peso no es una variable clave, solo una forma de monitorizar mi estado. Hace unos dos meses que puse el Fitbit en posición mantenimiento, simplemente porque en 84 Kg. me encontraba a gusto y porque mi mujer insistía en que si bajaba más, se me ponía mala cara. Desde entonces, oscilo entre los 85 y los 83, sin problemas. Si me voy una semana de viaje, no tengo báscula, me apetece probar comidas típicas y no puedo mantener la regularidad en el ejercicio, subo algo de peso. Si vienen varios días buenos y con agua clara durante el verano, me paso tres horas al día bajo el agua, y bajo. El día que me paso, como menos. El día que bajo más de lo que quiero, como más. Hoy me acabo de pegar un desayuno con queixiño de Arzúa que quitaba el sentido. ¿Régimen? Ni idea de lo que es eso.

Hace una semana, Fitbit anunció nuevos dispositivos. Uno de ellos, el Fitbit One, incorpora precisamente algunas de las cosas que echaba en falta en el Ultra: permite cargarlo con un conector USB normal y corriente, sincronizarlo mediante Bluetooth con el ordenador o con dispositivos móviles, y funciona como despertador mediante vibración. Se acabó tener que estar pendiente de llevarme a todas partes la incómoda base de sincronización, y de tener que esperar a estar delante del ordenador para ver mi balance tras una buena comida. Si además mantiene la duración de batería, que hace que te olvides completamente de que el dispositivo funciona con electricidad, algunas cosas serán todavía más sencillas. Ya solo me falta que consigan hacerlo resistente al agua.

Supongo que han coincidido muchas cosas: que llevaba tiempo encontrándome desagradablemente pasado de peso, que tenía la actitud mental adecuada con respecto al tema, y que tengo una personalidad en la que las tareas repetitivas, casi obsesivas, me funcionan sumamente bien (véase escribir en un blog todos los días desde hace casi diez años :-) Pero sinceramente y a la luz de la experiencia, esto del quantified self me parece uno de los mejores inventos de la Humanidad desde que el pan viene en rebanadas. Ahora solo me queda convencer a mi médico de que mantenga un ojo puesto en esos registros que podría perfectamente compartir con él, y que los tenga en cuenta para cuando hago mis revisiones o voy a verle porque me duele algo. O convencer a una compañía de seguro médico para que base algunos de sus productos en la monitorización de aquellos que preferimos voluntariamente trabajar en el mantenimiento de nuestro estado de salud de manera preventiva.

Hablamos de cambios de hábitos en algunos casos importantes, de cosas que se perciben casi como cambios de vida, pero decididamente positivos en todos los sentidos. Llevo más de diez años haciendo algo de gimnasia todas la mañanas porque me sienta bien, pero no era capaz de disciplinarme para salir a caminar una horita de manera sistemática. Ahora, hay otras cosas que dejo de hacer para poder salir a caminar. Tener información completa te permite ajustar tus prioridades. El efecto de la disponibilidad de información es verdaderamente sorprendente.



(Enlace a la entrada original - Licencia)

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