Hace ya casi un año que sigo con atención el desarrollo de Nest, el termostato inteligente, desde que lo vi por primera vez en un artículo de GigaOM que lo calificaba como “el termostato que a Steve Jobs le encantaría tener“. Nest Labs es una creación de Tony Fadell y Matt Rogers, dos ex-empleados de Apple, que resume muchas de las virtudes de la inteligencia que se espera de la tecnología: además de un diseño sumamente sencillo y atractivo, una serie de prestaciones que parecen ser exactamente las que un objeto tan aparentemente poco atractivo como un termostato debería tener: uso sencillo e intuitivo, aprendizaje de los patrones y preferencias del usuario, y comunicación desde su correspondiente app en smartphones iOS y Android para su manejo remoto (“sube la calefacción o pon el aire acondicionado, que en media hora llegamos a casa”).
Nest inició su andadura con un recibimiento bastante entusiasta de la comunidad más geek, pero se encontró con una denuncia por infracción de patentes por parte del gigante tecnológico Honeywell, que afirma que el dispositivo infringe siete de sus patentes entre las que se incluyen cuestiones tan genéricas como el control remoto de un termostato o el diseño circular. La denuncia tiene toda la apariencia de ser un caso de bullying destinado a detener la innovación, y se ha encontrado consecuentemente con una contestación belicosa de Nest, que califica a Honeywell de “patent troll” y está dispuesta a llevar el caso hasta sus últimas consecuencias, pero supuso un serio varapalo para la compañía porque significó la interrupción de la comercialización del dispositivo a través una cadena minorista de amplia implantación como Best Buy, incluida por Honeywell en la demanda. Ahora, el dispositivo puede obtenerse en una variedad de sitios que van desde el propio sitio de Nest hasta las Apple Stores, Amazon.com o una cada vez más amplia red de instaladores, y parece estar alcanzando ya, a pesar de sus $249 de precio, una cierta masa crítica que lo convierte en tendencia. Por el momento, solo está disponible para su venta e instalación en Estados Unidos y Canadá, aunque parece haberse comprobado su compatibilidad con muchos sistemas en otras partes del mundo.
La idea de Nest es meter en un termostato la inteligencia de un smartphone, de manera que el aparato cuenta con funciones como la detección de personas (y su diferenciación, por ejemplo, de animales domésticos en función de la masa corporal), y la capacidad de aprender de las pautas que le son marcadas. Cuando tienes frío o calor, simplemente lo giras para indicarle que eleve o disminuya la temperatura, pero el dispositivo aprende de tus hábitos y se ajusta en función de si estás en casa o no, o de si estás levantado o acostado, lo que posibilita un ahorro en consumo y eficiencia que se cifra en torno al 20% – 30% y se refleja en un sistema de gamificación que te concede hojitas verdes en función del impacto de tus hábitos en la ecología. El New York Times lo califica de big data aplicado al hogar. El mejor reportaje al respecto lo leí a principios de verano, un informe en primera persona de los tres primeros meses con el dispositivo de una editora de Ars Technica.
Dado el estado del arte actual, lo normal es que la aplicación de la tecnología a los hogares inteligentes fuese simplemente una cuestión de tiempo y hábito. El incentivo del ahorro, unido a las prestaciones adicionales que ofrece la gestión remota y a un indudable geek factor también digno de mención parecen estar llevando a Nest, batallas legales aparte, a convertirse en uno de los primeros casos verdaderamente interesantes y dignos de mención en este sentido. Un caso del que habrá que seguir pendientes.
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.