02 abril 2010

?El iPad, una vía de escape para los editores?, en Cinco Días

Son muchos los medios que hoy escriben sobre el lanzamiento del iPad y su influencia en diversas industrias. Desde Cinco Días, me llamaron para hablar de los posibles efectos de la tableta de Apple sobre los periódicos. El artículo se titula “El iPad, una vía de escape para los editores“, y habla de las posibilidades del dispositivo para volver a traer al mercado el hábito de pagar por los contenidos. En mi opinión, esta esperanza está poco justificada: ningún dispositivo va a salvar a la prensa, la prensa es quien debe salvarse a sí misma. Poner la misma información sobre un dispositivo nuevo no es suficiente para que los usuarios quieran pagar.

El iPad permite una visualización atractiva y portátil de la información, pero también tiene un navegador completo que permite acceder a cualquier otra fuente de información en cualquier momento y desde cualquier sitio: mantiene prácticamente intacto el número de opciones, lo que hace que las posibilidades de los medios de cobrar deban construirse en base a nuevos desarrollos que ofrezcan prestaciones que otros no ofrecen de manera gratuita. Por el momento, la prensa en Internet, salvo rarísimas excepciones, ha sido incapaz de crear un producto por el que sus usuarios quieran pagar: nada indica que el iPad vaya a alterar esta tendencia.

Lo fundamental, para mí: el equilibrio entre abierto y cerrado. Cerrar contenidos no hace que los usuarios quieran pagar para llegar a ellos si están disponibles en otros sitios, con prestaciones y calidades parecidas, y gratis. Y además, cerrarlos provoca una eliminación de los incentivos para un comportamiento ya muy arraigado en la red: el de enfrentarse a la información con el apoyo de funciones sociales que permitan, por ejemplo, reenviar noticias, comentarlas, subirlas a filtros sociales, vincularlas desde un blog, etc. Nadie hace eso con información cautiva y encerrada, porque aquellos con los que la quieres compartir podrían lógicamente no tener acceso a ella. Y peor aún, se evita el acceso a la información a un tipo de “usuarios” muy especiales: los motores de búsqueda. Al cerrar sus contenidos, los medios corren el riesgo de desaparecer de sus índices y caer, por tanto, en la más triste de las irrelevancias.

Por tanto, la cuestión estriba en mantener una parte significativa de la información en abierto, que pueda ser indexada, compartida y socializada convenientemente o que al menos proporcione acceso a parte de la misma, mientras otra información, de diferentes características, producción generalmente propia y valor añadido percibido como elevado, sea restringida a los usuarios de pago como forma de justificar el mismo. Un equilibrio que, por el momento, muy pocos han conseguido. El caso del Wall Street Journal, por ejemplo, es especialmente interesante: aunque es un diario de pago, un porcentaje muy elevado de sus noticias están disponibles libremente cada día, y las que no lo están, permiten acceder a titular y primer párrafo, o incluso acceso completo si se hace desde un motor de búsqueda. El ejemplo puede ser visualizado fácilmente entrando en el diario, localizando una noticia de pago que lleva consecuentemente a la versión recortada de la misma y, posteriormente, copiando el titular completo de la misma y pegándolo en la caja de búsqueda de Google: voilà!, acceso concedido. El “pequeño truco”, no excesivamente conocido pero que algunos usuarios ejecutan con notable habilidad y práctica usando dos pestañas en su navegador, permite al WSJ mantener un equilibrio entre una buena indexación, y una frustrante experiencia de usuario provocada por una sucesión de páginas cortadas.

Pero el “método WSJ” no sirve para cualquiera: es fruto de un proceso de ensayo y error que abarca ya casi quince años y dos propiedades diferentes,y que se asienta en un contenido con demanda a escala mundial, interés evidente y clientes con escasa sensibilidad al precio. Hacer lo mismo con un diario vulgar, con contenido procedente en su mayoría de agencias, con errores factuales abundantes, con contenidos burdamente manipulados o que imposibilite la natural tendencia social de sus lectores a socializar la experiencia de lectura lleva a la mayoría de éstos a preguntarse eso de… “¿y por esto queréis cobrar?” Los usuarios pagamos por aquello que valga la pena, no por basura, por mucho que nos la empaqueten bien. Y eso es algo que el iPad, lo miren como lo miren los editores, no va a conseguir cambiar.

(Enlace a la entrada original - Licencia)

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