13 diciembre 2011

El lobbista que no sabía contar

Tras leer la insultante columna – insultante no tanto para mí, sino para la inteligencia de sus lectores – escrita por Arcadi Espada en El Mundo de hoy, llego a la misma conclusión que suelo llegar habitualmente cuando me relaciono con variadas almas de cántaro pertenecientes a los lobbies de la propiedad intelectual: al grave problema que supone tomar sistemáticamente a todo el mundo por imbécil, añaden además el de no saber contar.

Empecemos por dejar claro de quién hablamos realmente: bajo la etiqueta de “periodista” (ojo a la “calidad” de su prosa), nos referimos realmente a un reputado lobbista de la industria del copyright, concretamente al director general de Ibercrea. ¿Qué es Ibercrea? Un lobby creado por SGAE, CEDRO, AIE y AGEDI coincidiendo con la publicación del informe de la Comisión Nacional de la Competencia que dictaminaba claramente la situación de monopolio perjudicial y predatorio en la que las entidades de gestión son mantenidas por el gobierno de nuestro país (por ejemplo).

Ante tal dictamen, las entidades de gestión se movilizan, y deciden matar dos pájaros de un tiro: por un lado, crean la enésima asociación a la que pretenden que el poder político le otorgue algo de credibilidad (junto con la Coalición de Creadores, la Federación Anti-Piratería, Promusicae y varias más todas puestas en fila para intentar parecer muchos más de los que son). Una estrategia de probada efectividad: recuerdo una Subcomisión Parlamentaria a la que citaron ¡a todas ellas!, en fila, mientras las visiones divergentes quedaban claramente minimizadas.

Por otro lado, montan un chiringuito para pagar un sueldo por los servicios prestados nada menos que a Manuel Medina, ex-diputado del PSOE conocido por sus insultos a la ciudadanía, y al propio Arcadi Espada, al que suponen la capacidad para dar salida comunicativa a las variadas paranoias del gremio. Hablamos, por tanto, de alguien que recibe un sueldo procedente en parte de la mismísima SGAE, sociedad por todos conocida por méritos como pulirse el dinero de los autores en gastos de imposible justificación y en documentadas juergas con prostitutas. De ese Arcadi hablamos: no del periodista calumniador que se inventa arbitrariamente noticias sin fundamento, sino del falaz manipulador que utiliza constantemente su columna en El Mundo para divulgar las mentiras del lobby de la propiedad intelectual que paga su sueldo.

¿Qué ha hecho esta vez este tan poco recomendable sujeto? Pues en su línea, publicar una columna en la que, para empezar, me tacha ni más ni menos que de “avispado parasite business“. Algo tan audazmente conspiranoico como las elucubraciones que se monta para poder relacionar falsamente a #nolesvotes con SeriesYonkis: nunca, jamás, en ningún momento de mi vida he tenido relación profesional alguna con ninguna página web de descargas, esas a las que la demencial Coalición de Creadores atribuye ganar más dinero del que ha sido acuñado en toda la historia del mundo. Pero la realidad importa poco a Arcadi Espada, a quien la idea de MENTIR, DIFAMAR y CALUMNIAR le resultan completamente indiferente. Él va de “provocador” y se ve más allá del bien y del mal. Todo un ejemplo de “periodista”. ¿Será tal vez por dar ese ejemplo a sus alumnos por lo que lo echaron de la Facultad de Periodismo de una de las mejores universidades de España?

Pero veamos, además, la impresionante habilidad de Espada con los números y la esencia de su “audaz periodismo de investigación”: a partir de una entrada que falsamente me atribuye, en la que yo no escribí ni una coma, que proviene de un foro en el que participo habitualmente y que fue publicada a la vez en más de treinta medios y páginas web (para ser replicada en las horas siguientes en muchísimas páginas y medios de comunicación más), deduce que como esa entrada tiene “14 comentarios, 372 menciones en Twitter y 754 en Facebook”, en realidad hablamos de “el gorjeo de no más de mil papagayos”. Valiente “periodista”, valiente deducción, valientes dotes para la contabilidad, valiente tontería. Que mi blog fuese la fuente que apareciese en Menéame y recibiese allí más de mil seiscientos votos e infinidad de comentarios indica únicamente que mi blog tiene un buen nivel de tráfico, una difusión rápida, y lectores activos que gustan de compartir su información. Pero una mera comprobación a muy pocos clics de distancia podría haber observado que ni fui el autor del texto, ni tan siquiera el primero en publicarlo. Puestos a cuantificar, como mínimo habría que tener en cuenta el efecto de TODAS esas entradas con sus comentarios, el de todos los retweets, menciones y “Me gusta” de Facebook de TODAS ellas, y la cadena sucesiva de enlaces generada por cada una de ellas. La obviamente limitada inteligencia de algunos no da como para entender la naturaleza de la red y la escalada de la difusión de la información a partir de nodos múltiples. Pobrecito. Visto así, no me extraña que la aventura empresarial en la red encabezada por Espada se pegase el leñazo padre, a pesar de contar con muy buenos profesionales, a los pocos meses de debutar en la red. Es que su vicepresidente no sabía contar.

Si quiere aprender a contar, debería echar un ojo a páginas como esta de Actuable, en la que más de veintiséis mil personas piden la dimisión de Ángeles González-Sinde: introduzca un porcentaje corrector que recoja el hecho de que hay que darse de alta y verificar información para firmar, y tendrá un número más representativo. O este grupo de Facebook con más de treinta y cinco mil miembros. O simplemente, salga a la calle y pregunte, si es que es capaz de manejar el complejo concepto estadístico-matemático de la representatividad de la muestra. La oposición a la ley Sinde, alma de cántaro, es mucho, muchísimo más generalizada de lo que crees. Somos muchos, muchísimos más de cuatro gatos, cuatro tuiteros o mil papagayos. Somos todo un zoo. De hecho, me temo que los que sois cuatro sois vosotros, cuatro mantenidos, cuatro privilegiados por repartos corruptos de dinero, cuatro que se lo llevan crudo. Cuatro. Y además… cada vez más acorralados. Acorralados por los tribunales de justicia españoles. Por los tribunales de justicia europeos. Por los estados con sentido común. Por los propios artistas. Por la Comisaria para la Agenda Digital. Acorralados POR LA REALIDAD.

(Enlace a la entrada original - Licencia)

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