Mi columna de esta semana en Expansión se titula “Ley Sinde: problema… ¿de quién?” (ver en pdf), y es un intento de que los políticos vean claramente la mezquina utilización que los lobbies de la propiedad intelectual intentar hacer de ellos, mediante argumentos tramposos para intentar demostrar que “la cultura está en peligro”, cuando lo único que está en peligro es el negocio de los intermediarios que estrangulan la cultura.
Las demostraciones en ese sentido empiezan a acumularse: no solo países como Suiza y Austria demuestran con datos rigurosos que las descargas no suponen un problema real para los creadores, sino que las asociaciones de artistas canadienses afirman que el panorama para ellos sería mejor en un entorno con plataformas de descarga P2P completamente libres y no sometidas a persecución, y que el problema no es ni de ellos ni de los usuarios, sino de los intermediarios.
Internet acerca a los creadores a su público natural. El problema de eso no es para los creadores ni para su público, es para los intermediarios que antes hacían esa función dejando a cambio al artista menos de un 10% de lo obtenido. Los políticos no están defendiendo la cultura, sino a quienes se dedican a exprimir a los que la producen. Los artistas que regularmente aparecen en los medios clamando contra sus usuarios lo hacen o porque el razonamiento no les da mucho más de sí, o porque el corrupto sistema de reparto diseñado por las entidades de gestión les daba mucho más de lo que realmente merecían, a costa de otros creadores. El artista que defiende a la industria es o carne de infantería de primera línea, o mercenario bien pagado. Sí, todos sabemos de qué angelitos estamos hablando.
Hay muchos sistemas sostenibles para reconstruir y llevar a buen puerto la relación entre creadores y usuarios, pero ninguna de ellas pasa por jugar inútilmente a romper internet o a coartar las libertades fundamentales de los usuarios. El problema no es ni de los creadores, ni de los usuarios, ni debería serlo de los políticos si aplicasen un mínimo de criterio: el problema es para quienes antes de internet ejercían oligopolios que ahora, en el nuevo entorno, resultan sencillamente insostenibles. Que los políticos, sometidos a las presiones de lobbies de interés, colaboren para intentar prolongarlos, no es algo que vaya en el interés general, solo en el interés de quienes los presionan. Cuando un político defiende a capa y espada el sostenimiento de los privilegios de la industria de la intermediación cultural, hay que mirar con mucho cuidado: no lo hace “por justicia” o por “defender la cultura”. Lo hace porque le va algo en ello.
Los primeros países que desarrollen sistemas que les permitan generar un verdadero mercado digital podrán obtendrán muy interesantes plusvalías de cara a la difusión de su cultura. Aprovechando un cambio de gobierno, es fundamental que los políticos dejen de hacer caso a los mismos miserables corruptos de siempre, que rompan esa baraja y que empecemos otra vez.
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.