06 diciembre 2011

Hablando sobre difamación, en la BBC

Margarita Rodríguez, de la BBC, me envió un correo y me llamó por teléfono para preparar un artículo sobre la difamación en internet, que ha publicado hoy bajo el título “¿Qué hacer si alguien lo difama en internet?“.

Mis respuestas fueron encaminadas a dejar claro que internet no es un medio diferente en modo alguno a otros en cuanto a la consideración de la difamación, y que las únicas diferencias se deben a la facilidad para la difusión de la información y a los efectos que puede provocar una acción determinada.

A continuación, como hago habitualmente, el texto completo del intercambio que mantuvimos por correo:

P. ¿Qué debemos hacer si sentimos que hemos sido difamados en internet? ¿Con qué herramientas contamos?

R. La difamación es un delito, y como tal debe ser perseguido, tenga lugar dentro o fuera de la red. La única diferencia en este caso es la capacidad de la red para dar lugar a procesos de comunicación viral: mientras fuera de la red, la repercusión de una demanda por difamación por un tema determinado suele tener un recorrido limitado, en la red las cosas funcionan de manera diferente.

En el año 2003, un matrimonio, fotógrafo él y piloto de helicóptero ella, que estaban haciendo una catalogación intensiva y en alta definición de la costa californiana por motivos ecológicos, fueron demandados por Barbra Streisand porque en una de las más de doce mil fotografías de su colección publicadas en su página web aparecía la mansión de la cantante en Malibú. La demanda, que solicitaba compensación de daños por cincuenta millones de dólares, dio origen a una fortísima viralización de la información: una fotografía que de manera natural habrían llegado a ver poquísimas personas (¡en el medio de una colección de más de doce mil!) y menos aún habrían identificado, fue gracias al ruido generado, vista por muchísima gente, dando origen a lo que se ha dado en llamar “efecto Streisand“. La cantante, además, perdió la demanda.

Lo importante en la red es medir este tipo de cuestiones. En muchas ocasiones, una difamación es lo suficientemente leve o lo suficientemente insignificante en su repercusión como para que no compense correr el riesgo de generar un posible efecto Streisand, y sea más práctico dejar pasar el tema. Por supuesto, cuando un tema es suficientemente grave que compense incluso llamar la atención sobre él, es perseguible de la misma manera que fuera de la red: se identifica al autor – es complejo, pero rara vez imposible – y se actúa contra él. Pero debemos superar la tendencia a que por el hecho de que lo veamos en una pantalla, pensemos que la cuestión es “gravísima”: en la red hay billones de páginas, y cosas que a nosotros nos parecen gravísimas pueden pasar perfectamente inadvertidas. En muchas ocasiones es mejor dirigirse al autor y solicitar educadamente y de forma no directamente amenazadora una corrección de la información – y en ese caso, documentando toda correspondencia que tenga lugar – y solo tras una hipotética negativa, optar, si se estima necesario, por la vía legal. Mucho cuidado con los “gatillos rápidos”: cosas que parecen una difamación pueden resultar en ocasiones opinables, discutibles o simplemente entrar dentro de la libertad de expresión. Si no se tienen garantías de ganar el caso o el tema tiene un recorrido limitado, puede ser mucho mejor dejarlo estar, no hacer nada, u optar por una acción de perfil bajo.

(Enlace a la entrada original - Licencia)

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