Han pasado ya unos quince años desde que la electrónica de consumo se convirtió, en forma de teléfono móvil, en un ocupante habitual de nuestros bolsillos. Bastante más, por encima de los veinte, si consideramos la explosión de las consolas de videojuegos de finales de los ’80. Ordenadores portátiles, tablets, lectores de libros electrónicos… todos forman parte desde hace ya mucho tiempo de los objetos que muchos llevamos habitualmente encima.
Y durante todos estos años, ni un solo accidente o incidente de aviación ha podido ser vinculado directa o indirectamente con este tipo de aparatos. NI UNO SOLO. Ningún caso de esas supuestas “interferencias con los aparatos de vuelo” de las que de forma machacona nos advierten en cada vuelo. Si, ya… viene la azafata, que solo cumple órdenes, y te dice eso de “apague su dispositivo, porque podría provocar interferencias con los aparatos de vuelo”, pero es MENTIRA. La práctica de muchos años de viajeros olvidándose encendidos sus teléfonos móviles y todo tipo de aparatos ha demostrado que dichas interferencias son IMPOSIBLES, tan reales como los unicornios y como el ratoncito Pérez. Se han hecho pruebas, mediciones rigurosas, ensayos en cámaras anecoicas… de todo. Y no hay ningún caso registrado de esas pretendidas “interferencias con los aparatos de vuelo”. Eso otorga a esas interferencias exactamente el mismo estatus de credibilidad que los cuentos de viejas. Pero claro, como “nadie quiere ser señalado como posible responsable de una eventual catástrofe aérea”, decidimos ignorar las evidencias y la ciencia y seguimos tomando unas precauciones que exceden completamente las dimensiones de todo sentido común.
Hace mucho tiempo que hago caso omiso de tales indicaciones. ¿Que apague mi Kindle? Le doy la vuelta, y gracias. Mi Kindle no se apaga. ¿La cámara? Tengo fotografías tomadas durante el despegue, el aterrizaje y en todas las fases del vuelo… después de todo, el personal de cabina está en su asiento durante esas fases, con lo cual no pueden ver lo que estoy haciendo yo en el mío. ¿El teléfono? Lo apago por no gastar batería y porque no hay cobertura ahí arriba, pero muchos no lo hacen. Y no pasa nada. Nada. NADA.
Finalmente, Julius Genachowski, director de la Federal Communications Commission (FCC), pide expresamente en una carta a la Federal Aviation Administration (FAA) que relaje las normas de uso de aparatos electrónicos en sus vuelos. Ni fases de despegue y aterrizaje, ni nada: es una estupidez, un mito, una tontería, una hipótesis sin prueba alguna, algo que no ha ocurrido jamás. Hay mil eventualidades más peligrosas que mi Kindle, mi consola o mi teléfono móvil. Que discutamos sobre si es recomendable o no que se permita el uso de teléfonos móviles porque sería seguramente insoportable viajar todo un vuelo transoceánico escuchando vociferar a esos que creen que tienen que hablar muy alto porque su interlocutor está muy lejos, vale. Pero de tonterías sobre posibles interferencias con instrumentos de vuelo, ya hemos tenido bastante, gracias. ¿Nos dejamos de cuentos de viejas y de precauciones ante eventualidades impensables, dejamos de molestar absurdamente y ponemos las cosas en su sitio?
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.