La mejor noticia del día de ayer fue para mí la victoria de Julio Alonso sobre la SGAE en el Tribunal Supremo. Por todo: porque el caso era una basura con la que la SGAE pretendía ejemplificar y que ha terminado teniendo exactamente el efecto contrario, porque es una victoria del sentido común y de las libertades, y porque ha tenido lugar en el Supremo, con todo lo que ello conlleva. Un verdadero golpe al matonismo judicial.
Como amigo de Julio, he tenido la oportunidad de ver cómo ha vivido el caso durante todo el tiempo, y me consta que no ha sido nada fácil. Seguir adelante a pesar de las primeras derrotas fue posible gracias precisamente a que Julio es como es: una persona de principios dispuesta a sacrificarse si de verdad cree que está defendiendo lo correcto. Lo fácil, en esos casos, es plegarse a las exigencias del poderoso, del que tiene a los abogados en nómina, del que tira con pólvora del rey mientras a ti cada factura del abogado o del procurador te recuerda cuánto tienes que trabajar para pagarla.
Es también un triunfo para sus abogados, Javier Maestre y Carlos Sánchez Almeida (que son también los míos en la persecución a la que me tiene sometido Promusicae, que gané en primera instancia y que se encuentra ahora en recurso ante la Audiencia Provincial), que han fundamentado el tema de manera solvente, consistente y con la tenacidad necesaria para llegar hasta el Supremo. Pero sobre todo, es un triunfo de todos: Julio no estaba defendiendo únicamente su inocencia, sino derechos de todos como el de poder informar, poder vincular o poder mantener una página. Julio, en realidad, fue víctima de la persecución judicial de la SGAE por una maldita casualidad: un cambio en el algoritmo de Google lo llevó a aparecer como primer resultado, cuando éramos muchos los que habíamos hablado del tema, informado, o vinculado. No, en la sociedad de hoy no hay “innombrables”, no hay “intocables” no hay empresas con más derechos que las personas en función de la disparidad de sus recursos, no hay supuestos derechos al honor que puedan ser utilizados a la ligera como arma para intimidar o callar a los ciudadanos. Un insulto es un insulto y cualquiera debe tener la posibilidad de defenderse de él, pero alegar que una opinión o una información ofenden a tu honor para intimidar o callar a un ciudadano es un recurso del que se ha abusado muchísimo y que debe ser convenientemente desactivado.
De todo lo escrito ayer, me quedo con este párrafo final del propio Julio en la entrada que dedica al tema:
Los derechos y las libertades no son gratis. Costó mucho conseguirlos y costará también mantenerlos. Hay que ejercitarlos. Hay que defenderlos. Hay que luchar por ellos. Hay que unirse para hacerlo y hay que ayudar a los que lo hacen, aunque a ti en ese momento no te afecte. Y hay que estar dispuesto a perder algo para defenderlos.
Había que estar ahí, había que aguantar el chaparrón, y Julio lo ha hecho. Enhorabuena, y GRACIAS.
(Enlace a la entrada original - Licencia)
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.