Snapchat es una aplicación sencilla, muy sencilla: haces una foto o un vídeo de hasta diez segundos, puedes dibujar algo sobre ella o añadirle un texto, y la envías a un destinatario tras decidir cuánto tiempo le vas a permitir que la vea, entre uno y diez segundos. Si optas por uno o dos segundos, lo normal será que al destinatario, que ve el mensaje junto con una cuenta atrás, ni siquiera le dé tiempo a hacer una captura de pantalla. Si lo dejas más tiempo será más fácil que lo haga, en cuyo caso la app te notifica de ello. Pasado ese plazo, el mensaje se autodestruye, desaparece tanto del terminal que lo ha recibido como de los servidores de la compañía. Si se te están ocurriendo usos relacionados con el envío de fotos comprometidas, o sexting, parece ser que ese no está siendo el uso más habitual.
Con este principio tan simple de comunicación efímera, la app consiguió un éxito impresionante: más de veinte millones de fotos compartidas al día en su versión de iOS, más de mil millones en total hasta que lanzaron su versión Android a finales del octubre pasado para incrementar la base de usuarios potenciales y aprovechar el tirón.
Finalmente Facebook, tras intentar su adquisición en varias ocasiones y viendo venir que podía crecer hasta convertirse en una nueva operación costosa como la de Instagram, ha optado por desarrollar su propia alternativa. No lo ha hecho de cualquier manera: la ha llamado Poke, está disponible por el momento solo para iOS, y ha trabajado en su desarrollo el mismísimo Mark Zuckerberg, que también ha grabado la voz que notifica los mensajes. Tras recibir la bienvenida de su competidor en el mejor estilo de aquel anuncio de Apple frente a IBM de hace unos treinta años, la aplicación ha sido ya examinada por sitios como ReadWriteWeb o MIT Tech Review, tildada de “frustrante” por Mashable, y analizadas cuidadosamente función por función sus diferencias con Snapchat, para encontrarse con pocas diferencias: algunos caracteres más, geolocalización, un par de días de almacenamiento en los servidores de Facebook antes de la destrucción definitiva de los mensajes y, para evitar un uso potencialmente peligroso como situaciones de intimidación o acoso, un botón para reportar de manera inmediata un mensaje para que pueda ser investigado.
Por el momento, no he visto demasiada actividad en torno a este tema de la mensajería efímera más allá de los Estados Unidos, pero tengo toda la impresión de que la vamos a ver en breve. Con tantas formas de comunicarnos que dejan “huella digital”, puedo imaginarme la propuesta de enviar mensajes con texto, imagen o vídeo que se autodestruyen tras cumplir su función comunicativa prendiendo bastante bien entre muchos demográficos de usuarios. Si recibes un mensaje de este tipo y ves sobreimpresionada una cuenta atrás, que no te pille de sorpresa. Simplemente practica con la función de captura de pantalla de tu móvil para tenerla a punto si es preciso y poder ser “el pistolero más rápido del Oeste”, y prepárate para la llegada de todo un nuevo formato comunicativo.
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Si después de hacer tu comentario este no aparece, no se trata del espíritu de Dans que anda censurando también aquí, es que se ha quedado en la cola de aceptación. Sacaré tu mensaje de ahí tan pronto como pueda, si bien el supersistema este tampoco me avisa de estas cosas, por lo que tengo que estar entrando cada cierto tiempo a ver si hay alguno esperando. Un inventazo, vaya.